domingo, 30 de enero de 2011
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EL NACIONAL - Domingo 30 de Enero de 2011 Siete Días/4
entrevista
Colette Capriles
"Con la nueva Asamblea Nacional el monólogo de Chávez se ha roto"
La investigadora considera que se puede hacer un análisis de la historia política del país sobre la base de la sustitución de las élites. Reconoce que lo banal y lo frívolo nos dominan, pero advierte signos de maduración en la sociedad y un cambio radical en la dinámica política con la asunción de un Parlamento más plural
TAL LEVY
Reconoce que en nuestra cultura se valora poco la capacidad de pensar, de construir discursos elaborados. "Tenemos una especie de epistemofobia. No hay incentivos en nuestra cotidianidad para la reflexión, sino más bien para los lugares comunes, lo más obvio. Lo banal y lo frívolo nos dominan. Es un rasgo que podemos encontrar en distintas manifestaciones culturales, desde la manera en que la gente cría a sus hijos hasta la forma en que ve la política", asegura Colette Capriles, distinguida en 2001 con el Premio de Investigación Filosófica Federico Riu.
Se detiene, pero no vacila, piensa. Más que incertidumbre, los venezolanos sentimos caos, afirma esta psicóloga social y filósofa. "Las convenciones culturales básicas que tuvimos como sociedad moderna, precariamente porque la modernización en Venezuela fue un proceso muy violento, se han fragilizado. No tenemos un campo de juego común que contribuya a disminuir la incertidumbre y que nos permita establecer los contactos con el otro que realmente necesitamos para vivir en sociedad. Lamentablemente, en Venezuela el análisis de lo político, de lo cultural y de lo económico se hace muy difícil por la interacción de los tres. La autonomía relativa de la economía que uno ve en otros países no existió nunca aquí, como tampoco la autonomía cultural. Culturalmente estamos ligados a formas muy específicas de relación que tienen que ver con el consumo, con la satisfacción en el corto plazo, con el rechazo a ver las cadenas causales y las responsabilidades que uno pueda tener en el largo plazo.
Todo eso va como imbricado, es un gran síndrome".
--La Venezuela actual está marcada por el resentimiento acumulado por parte de ciertos sectores. ¿Estos resentidos de ayer, que se han convertido en los hostigadores de hoy, están sembrando a su vez el resentimiento en futuros hostigadores del mañana? Y si es así, ¿cómo acabar con este ajuste de cuentas? --Por esos procesos de cambio violento social que se dieron en el siglo XX, hubo un ascenso social muy importante desde 1945, que es el gran umbral de la democratización. La conformación de los grupos sociales varió muy rápidamente con buenas y malas consecuencias. Hasta hace poco sentíamos que teníamos una sociedad muy abierta socialmente, con pocos prejuicios sociales. Pero la crisis económica y de la modernización en el país a partir de los años setenta terminó abriendo las grietas que el ascenso social por sí mismo no había logrado tapar. La calamidad es que esas fracturas se han convertido en factor de la política; hay un elemento de resentimiento social que ahora tiene un escenario diferente. Existe un resentimiento de orden político. A partir de 1998 empieza a parecer que el país tiene unos nuevos amos del valle; la sustitución de las élites es lo que se está planteando. No es la primera vez. Se podría hacer un análisis de la historia política de Venezuela sobre la base de la sustitución de las élites, por vía de la violencia revolucionaria en muchos casos, de la montonera, de la instauración de una dictadura como la de Juan Vicente Gómez y también de la democratización, como hicieron los adecos en 1945.
Eso explica por qué las élites de las llamadas fuerzas vivas son en general volátiles, irresponsables, y funcionan con la conciencia de su volatilidad.
--¿En cuanto a aprovechamiento? --Claro, la mentalidad rentista, extractiva de las élites. Éstas son erráticas, volátiles y participan menos en lo que podría ser la construcción de un proyecto nacional. El tema del resentimiento nos toca en la medida en que esta volatilidad de las élites genera la percepción del Estado como un botín, como un tesoro al que hay que ponerle mano y del cual hay que aprovecharse en el corto plazo. El resentimiento político es más fuerte en la gente que está gobernando. Tienen una sed de reconocimiento como actores políticos, como diseñadores del país. Pero lo que genera el Gobierno no es sólo resentimiento, sino directamente víctimas, que es distinto, pues entiende la lucha política como una lucha existencial. La transición política, que no dudo que ocurrirá a partir de 2012, tendrá que tocar el asunto de las retaliaciones. Gente ha perdido propiedades y gente se las ha apropiado. Hay que hacer lo que se llamaría justicia de transición. En aras de la salud social, será necesario en el mediano plazo establecer algún tipo de institución mediadora para observar todos los casos en que la gente se haya sentido perjudicada.
--¿Estos años de férrea polarización derivarán en un inevitable divorcio o, por el contrario, en una sociedad más justa y madura? ¿Quedarán como años de aprendizaje o años perdidos? --La mayoría de la gente ha empezado a entender que el exceso de poder en manos de una sola persona no puede traer sino calamidad. Es una idea muy básica, pero hasta que no se perciben sus consecuencias en la cotidianidad la gente no tiene por qué construirla. El régimen personalista ha perdido credibilidad.
Hay una desmitificación de la eficiencia de los militares, que también tiene su lado oscuro porque toda una institución está quedando desprestigiada. Hay un nivel de exigencia política mayor en la población.
Otro signo de esta maduración es la confianza en las instituciones alternativas. Los partidos políticos han sufrido una renovación increíble, que pocos reconocen pero que la gente percibe porque vota por ellos. Dentro de esta confusión, porque ha sido la Babel política lo que ha pasado en este país en términos de identidades políticas, la gente está ajustando sus preferencias, entiende más qué espera de un gobierno, qué modelo político le parece más adecuado. Hay un aprendizaje grande.
--El año 2011 se inició con un cambio en el mapa político gracias a la elección de una Asamblea Nacional más plural. ¿Redundará en una transformación real de la dinámica sociopolítica o quedará como mera cartografía? --Allí va a haber una interacción en términos de lenguaje político, de ejercicios de tolerancia y de mutua comprensión que cambian completamente la dinámica política, tanto que ahora encontramos un contrapunto en los focos de atención. Es noticia la Asamblea Nacional permanentemente y el monólogo de Chávez se ha roto. Sobre la eficacia política de la Asamblea no podría ser tan optimista porque no hay voluntad de parte del Gobierno de coexistir. Se le ha creado un gran problema de gestión con la nueva Asamblea porque la función contralora se va a ejercer quiéralo o no el Gobierno, y eso cambia también sus costos políticos, digamos, la contabilidad política del Gobierno.
--¿Cómo dialogar con alguien que mantiene un doble discurso y no llama a las cosas por su nombre? Es decir, los damnificados son dignificados, los opositores son apátridas y el periodismo de denuncia es un terrorismo mediático. --No hay dictadura que no haya creado su propio diccionario. Los regímenes autoritarios, a menos que se conviertan en tiranías del miedo, que las hay, necesitan apoyo popular. Se fundamentan en el consentimiento, no solamente en la coerción, y allí es donde opera la creación de ese nuevo léxico, del reordenamiento de la realidad para que el régimen aparezca siempre como justificado. El ejemplo perfecto es el newspeak, de 1984. Como parte de lo que pudiera ser su branding, su identidad de marca, Chávez y su régimen han sido muy consecuentes en la creación de léxicos particulares que lo diferencien del "pasado", del "enemigo". A tal punto es poderoso que mucha gente que le adversa utiliza sus propias categorías y lenguaje, y habla de la cuarta república, de inventos increíbles, de excluidos. Claro, es una categoría del resentimiento, no de la política, pero funciona y mucha gente se conecta con ese lenguaje y empieza a participar en la construcción de esa realidad que legitima al régimen. Cuando se habla del llamado a diálogo, el Presidente en su mensaje del 15 de enero lo que hace es secuestrar una demanda y una exigencia de la Unidad. Es un diálogo, pero en sus términos. El Presidente le pide diálogo a la Unidad para que digan lo que él quiere y la Unidad quiere diálogo, pero para ser oída. Son dos demandas incompatibles. La palabra diálogo no debe ser tampoco sobrestimada en su sentido reconciliatorio ni mucho menos, sino constitucional, que cada quien ocupe el lugar que constitucionalmente le corresponde.
--El Gobierno ha tomado el tema de la pobreza como bandera. Después de 11 años, ¿ha habido un intento real por atender este problema o se ha quedado en el reconocimiento de la pobreza para alimentar aún más las divisiones? --El gran logro del Gobierno con la pobreza es reinventar los números. Se precia de haber disminuido la pobreza extrema, lo que puede haber ocurrido si se mide la pobreza como línea de ingreso, por supuesto debido a la inflación y al aumento del salario, aunque éste no se corresponde con los incrementos de los costes de la vida. La evaluación más cualitativa de la pobreza, por el método de las necesidades básicas insatisfechas o cualquier otro, daría cifras probablemente muy distintas. Los pobres son la base de legitimación electoral del Gobierno y ocuparse de la pobreza estructuralmente sería disminuir esa base. Entonces, se crea una contradicción.
Como en todos los regímenes populistas, se atiende al pobre pero no estructuralmente, no a través de soluciones permanentes, sino que sigue dependiente de las políticas puntuales del Gobierno.
--A un damnificado se le dice que vivirá cerca de dos años en un refugio. --Hay como un blackout informativo sobre los refugios, no se pueden tomar fotos, hay un control militar estricto del acceso, lo cual ya de por sí empieza a ser preocupante.
El Gobierno aísla el problema y lo encapsula. Cómo uno le puede decir a una gente que va a vivir dos años en un refugio, bajo unas condiciones que él no decide. En el fondo hay la creación de unos pobres ad hoc, una especie de ciudadano de tercera o de cuarta, que no tiene las libertades ni siquiera de la vida privada, que son las más básicas.
Se les quita toda la dignidad con el discurso de que se les está dignificando. Y, además, sirve como justificación para lo que ocurrió en diciembre, que es el abierto estado de negación de la Constitución, es decir, la dictadura, con la Ley Habilitante y las otras leyes aprobadas.
Fotografía: Sandra Bracho
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