domingo, 16 de enero de 2011
liberación
NOTITARDE, Valencia, 16 de Enero de 2011
Éste es el cordero de Dios(Jn. 1,29-34)
Joel de Jesús Núñez Flautes
Comenzamos a vivir los cristianos católicos el tiempo Ordinario, tiempo en que se nos van narrando los acontecimientos de la vida o ministerio público de Jesús, sus palabras, su milagros, su actitud frente a los pobres, enfermos, paganos y marginados de su tiempo. En este segundo domingo del tiempo Ordinario se nos propone el primer capítulo del evangelio de Juan donde Jesús es presentado o señalado por Juan Bautista como el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Es la segunda vez que Juan Bautista da testimonio público sobre la vida de Jesús de Nazareth, antes lo había señalado como el Mesías, al que no merecía ni desatar las correas de sus sandalias; ahora atestigua que por medio de Él Dios justificará a la humanidad, nos devolverá su gracia, nos purificará del pecado y nos otorgará la salvación por su sacrificio en la cruz, muriendo por nosotros.
El evangelista San Juan omite en su evangelio la narración de la infancia de Jesús, porque cuando es escrito está en vigor una herejía de los llamados "Docetas" que negaban la divinidad de Jesús. El evangelio de Juan presenta a Jesús como verdadero Dios; el Hijo de Dios encarnado. Todo el cuarto evangelio, al igual que los tres evangelios sinópticos, es un claro testimonio a favor de Cristo, Jesús. Después del prólogo, aparece inmediatamente el testimonio de Juan Bautista y la vida pública de Jesús impulsada por el Espíritu Santo.
El evangelio de hoy presenta dos claras afirmaciones sobre la divinidad de Jesús: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" y "yo he visto y dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios". Aquí está contenida no sólo la fe de Juan el Bautista, sino del autor del cuarto evangelio y de la primitiva comunidad cristiana que no veía en Jesús sólo a un hombre, sino a Dios mismo en carne humana y que a partir de la Resurrección del Señor toma conciencia de esta verdad y la predica al mundo.
La expresión "Cordero de Dios" la utilizamos dentro de la celebración de la Santa Misa y pone de manifiesto nuestra fe en que Jesús vence, expía y borra el pecado del mundo, de toda la humanidad; que su sacrificio en la cruz, actualizado en el sacrificio de la Eucaristía es un sacrificio redentor y salvador. Que su Sangre derramado en la Cruz y su Cuerpo entregado nos han alcanzado, de una vez para siempre, la vida eterna. Por tanto, quien come y bebe el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las apariencias de Pan y Vino, obtiene vida eterna y expía sus propios pecados.
Para un judío la expresión "Cordero" era de fácil comprensión, porque alude al Siervo sufriente del libro de Isaías, a los corderos que servían de expiación de los pecados del pueblo en el Antiguo Testamento que nos relata el libro del Éxodo y el libro del Levítico. Jesús, por tanto, viene a tomar el lugar de aquellos corderos y ahora accediendo libremente al sacrificio de la Cruz, por obediencia al Padre, con su muerte nos trae vida, su muerte paga el rescate y el precio por nuestros pecados. Él ahora es la Víctima y el Sacerdote, como lo atestigua la Carta a Los Hebreos. Por su sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados (Ef. 1,7). Hemos sido rescatados a precio de la Sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, según lo afirma San Pedro en su carta. (1Pe. 1,18-19). Jesús, con su sacrificio en la cruz nos alcanzó el perdón y la posibilidad de nuestra restauración y renovación. Ya el pecado y la muerte no tienen la última palabra, existe ahora la posibilidad de alcanzar la vida eterna, de ser libres y felices para siempre. Cristo, el Cordero de Dios, es nuestra victoria, nuestra liberación y nuestra paz.
En este domingo estamos invitados a confesar a Jesús como verdadero Dios y a luchar contra el mal y el pecado, a permitir que su gracia nos alcance y a decidirnos a caminar en santidad, en el bien, en el camino de las virtudes, del amor como contraposición al pecado que engloba todo lo malo y que nos hace esclavos e infelices. Seamos testigos ante el mundo, como lo fue Juan Bautista, que sólo Cristo nos salva y libera, que Él es la manifestación del amor de Dios a la humanidad.
IDA Y RETORNO: Me han preguntado varias veces acerca del aborto. El aborto es un crimen abominable, es un pecado que atenta contra la vida de un ser humano. Hoy en el mundo entero se busca justificar el aborto legislando desde cuando hay o no una persona o apelando al derecho de la mujer a abortar, en defensa de su feminismo. Pero resulta, que desde el momento de la concepción, desde la unión de un óvulo y un espermatozoide allí no va a nacer un pollito o un perro, sino un ser humano; ya hay una persona en desarrollo y así como la mujer tiene sus derechos, también ese ser humano tiene sus derechos y abortarlo es asesinarlo e impedir que viva. Abortar es como que una madre asesine a un niño recién nacido, de meses, de un año o más. Es igual, la única diferencia es que aquel está en el vientre y el otro fuera, desarrollándose igual. Digamos no al aborto y sí a la vida.
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Aborto,
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Juan 1: 29-34
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