sábado, 22 de enero de 2011

la prestancia del escribir traicionero


EL NACIONAL - Sábado 22 de Enero de 2011 Papel Literario/2
La importancia de la traición
El argentino Alan Pauls es escritor, guionista y crítico de cine. Roberto Bolaño lo tenía entre sus afectos literarios.
Pauls ha publicado los libros: El pudor del pornógrafo (1984), El coloquio (1990), Wasabi (1994), El pasado (Premio Herralde 2003) y La vida descalzo (2006). En 2007 lanzó Historia del llanto, la primera parte de una trilogía, este año Historia del pelo, la segunda entrega; mientras los lectores aguardan por Historia del dinero, el final de la saga
ENTREVISTA
JANINA PÉREZ ARIAS


Las intenciones de Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) son claras. En aquellos que lean su producción literaria quiere crear curiosidad, desconcierto, desorientación, intriga, excitación, reflexión...

No parece temerle a esas expectativas, y se tiene la sensación que la lista podría ser aún más larga.

Cuando habla en su tono reposado, Pauls mira al horizonte, a nada en especial. Su seriedad se vuelve sonrisas cuando aclara que aunque los amores correspondidos sea un tema recurrente en su trabajo, no pertenece al ámbito de lo autobiográfico.

"Mis amores siempre han sido correspondidos... Tal vez no cuando era jovencito, --rememora riendo-- siempre fui muy prudente".

El elemento autobiográfico no está presente en sus primeras novelas, sin embargo, llegó un momento en que empezó a usarlo más.

¿Cuáles son los peligros de ser autobiográfico? Supongo que ser confesional, ser demasiado autocentrado, creer en cierta verdad un poco ingenua que los escritores expresan al ser autobiográficos.

Me parece que en ese sentido no lo soy... No escribo para expresar ninguna verdad íntima, personal e individual. Lo que hago, como todos los escritores, es trabajar alrededor de ciertos núcleos de experiencia personal, pero que cuando se articulan de manera literaria o artística, dejan de serlo y se convierten en otra cosa.

A mí no me interesa la literatura confesional, los escritores que escriben para contar lo que vivieron o expresar lo que sintieron en una situación determinada. Digamos que no creo mucho en esa interioridad del autor; creo simplemente que la experiencia personal es una materia prima, como cualquier otra, que en algún momento de mi trabajo literario irrumpió en cierto sentido en el horizonte, y poco a poco se fue imponiendo como un método de trabajo.

Lo paradójico del asunto es que cuando releo los primeros libros que escribí, que se suponen que son novelas en las que no me interesaba para nada trabajar con cuestiones personales, los podría leer en clave autobiográfica perfectamente.

¿En qué momento se ha dio cuenta que se expone demasiado? ¿Dónde pone el límite? No tengo límite en ese sentido porque justamente como no lo pienso en términos de confesión o de exposición, no tengo esos problemas, esos escrúpulos morales que son solidarios de una cierta concepción que yo no comparto. Cuando escribo no estoy poniendo nada al desnudo. Escribir es más bien vestir, elaborar, falsificar y desfigurar. No llego a ningún punto en el que digo, aquí me estoy pasando de la raya...

La verdad en la literatura de ficción es una cuestión muy compleja. Los escritores cuando dicen la verdad, mienten.

No escribo para expresar ninguna verdad íntima, personal e individual. Lo que hago, como todos los escritores, es trabajar alrededor de ciertos núcleos de experiencia personal, pero que cuando se articulan de manera literaria o artística, dejan de serlo y se convierten en otra cosa

Para escribir El pasado (2003) se tomó cinco años. ¿Cómo es el proceso frente a un material por un tiempo prolongado? Esa fue mi única experiencia de larga duración en la escritura. En general suelo escribir más bien libros cortos. En el caso de El pasado, se produjo de una manera "espontánea" y para mí fue extraordinario porque es un tipo de experiencia muy distinta, en el sentido de que uno vive en el mismo libro y vas envejeciendo en el interior del mismo.

Una de las experiencias más perturbadoras fue que cuando me di cuenta de que la novela iba a ser muy larga, dejé de releer. Al cabo de tres o cuatro años, cuando tuve una primera versión, me dije: ahora el momento espantoso es tener que releer todo esto... Eran 600 páginas. Tenía 43 años en aquel momento... Habían pasado muchas cosas en mi vida durante ese tiempo; la novela era lo único que había quedado intacto. Yo había envejecido, pero la novela no, aunque tenía que verificarlo. También tenía que comprobar que probablemente hubiera diferencias de tono, de estilo, de actitud, que me iban a obligar rescribir todo desde una especie de presente. Finalmente cuando la releí, me di cuenta de que había un pulso que se había mantenido totalmente fiel a sí mismo.

En relación a la fidelidad, ¿cuántas veces ha sentido que se ha traicionado a la hora de escribir? Sostiene una lucha para mantenerse fiel? No, no lucho por ser fiel y no creo que sea particularmente una virtud. Yo, por lo menos, soy una especie de traidor profesional, en el sentido de que puedo pensar un libro de ficción y en un primer momento armar un plan, un guión para que me oriente en esa selva del inicio, pero sistemáticamente los voy descartando.

Si uno fuera fiel a sí mismo, escribir sería muy aburrido, sería como ejecutar una idea que pre-existe a la escritura. A mí me parece que lo bueno de la literatura es que piensas en una ficción y después, cuando la escribes, cambia lo que habías pensado antes. La escritura es el reino de la ficción porque cualquier idea, pensamiento o plan deben ser discutidos, analizados, disecados y transformados.

Entonces, tiene cabida el riesgo... Solamente hay riesgo si uno traiciona. Si te eres fiel no hay ningún riesgo, sabes lo que vas a encontrar, adónde vas a llegar, estás conforme con tu identidad, ejecutas algo que ya preexistía... Es como un trabajo de burócrata. Cuando aparece la traición, lo inesperado, el azar, empieza a producirse una inestabilidad que le da sentido a los grandes y buenos libros.

Histora del llanto (2007) e Historia del pelo (2010) pertenecen a una trilogía, ¿por qué se lo planteó así? Quería escribir una serie de novelas pequeñas que giraran alrededor de los años setenta en Argentina. No quería trabajar con ese periodo histórico en un solo libro, me parecía más interesante la idea de escribir un par de novelas cortas que tampoco fuera necesario leerlas en un determinado orden.

Aparecieron entonces estos tres elementos: el llanto, el pelo y el dinero como núcleos básicos de cada una de las historias. No reflexioné mucho [sobre la estructura], me pareció realizable, que era capaz de sostener ese proyecto hasta el final sin que me cansara.

¿Siente usted que sufre de --las mal o bien llamadas-obsesiones, temas que siempre vienen a tocarle la puerta? Sí, hay algunos... Las pasiones no correspondidas, los amores patológicos, la enfermedad en general, la percepción, el modo en que vemos el mundo y cómo nuestra percepción inventa el mundo que observamos. También me interesa la intimidad, y su relación con la política.

Me siento bastante un escritor argentino. Me parece que el hecho de serlo no me impide ser legible para otros públicos, que justamente porque soy un escritor argentino puedo interesarle a alguien de China o de Brasil... Creo que no escribo en una lengua internacional...

¿La literatura argentina sigue siendo tal o ya a pasado a ser una literatura universal? Creo que la argentina todavía conserva ciertas características nacionales.

Sin embargo, me parece que en general todas las literaturas tienden a la globalización, que las hace circular de manera más fluida por el mundo y entrar en relaciones de red con otras literaturas de otras naciones.

Pienso que hay una imagen internacional o de marca de la literatura argentina, y que es también lo que le pide el mercado editorial del mundo.

¿Se ve primero como un escritor argentino? Me siento bastante un escritor argentino. Me parece que el hecho de serlo no me impide ser legible para otros públicos, que justamente porque soy un escritor argentino puedo interesarle a alguien de China o de Brasil...

Creo que no escribo en una lengua internacional y no tengo una relación con la cultural universal como la que tengo con la argentina.

No soy un escritor nacionalista, no salgo con la camiseta de la selección nacional de fútbol a representar el estereotipo de argentinidad por el mundo, pero es evidente que todo lo que escribo y pienso está atravesado por fuerzas, valores, experiencias y tradiciones que por más contaminadas que estén, por más entrelazadas que estén con otras tradiciones de otros lugares, tienen una particular forma en mi país.

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