sábado, 22 de enero de 2011
espiralia vibratorial (est)
EL NACIONAL - Sábado 22 de Enero de 2011 Papel Literario/4
Vibración latinoamericana en Alemania
GERALDINE GUTIÉRREZ
El arte moderno latinoamericano es, sin duda, menos eufórico que el europeo. Pero ig ua l mente osci la nte y motivado por la utopía del arte, de lograr un modelo político-social (pacífico, justo y v iable) mediante la planificación razonada y un lenguaje elementa l cuya estructura interna pueda ser inteligible en colectivo. Y así lo presenta la muestra "Vibración. Arte Moderno de Latinoamérica" en el Museo Federal de Bonn, abier ta a l público hasta el 30 de enero de 2011. Más de 200 obras provenientes de "The Ella Fontanals-Cisneros Collection", radicada en Miami y conocida mundialmente como la mejor colección de arte moderno latinoa mer ic a no, se ex h iben por primera vez en Europa despejando la incógnita de nuestra "terra", aún desconocida, en el universo del arte del siglo XX.
Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela figuran como paradigmas de la abstracción latinoamericana: postulan un nuevo modelo de percepción de la realidad, se distinguen de la prevaleciente narración figurativa, planteada por el muralismo mexicano, por el uso consciente de la forma, la línea y el color. Esta nueva "narración abstracta" se desarrolla en el medio urbano y en diálogo permanente con los movimientos de arte europeo, comenzando por el arte concreto de los años treinta y cuarenta hasta llegar al Op-Art y el cinetismo de los sesenta y setenta.
El ingenioso montaje de la exposición, diseño del Atelier Brückner de Stuttgart, sugiere la estructura urbana de una metrópoli: Buenos Aires, Brasilia, São Paulo, Montevideo o Caracas. Allí, pinturas, esculturas, dibujos y un legajo de fotografías de famosos artistas, Joaquín Torres García, Paolo Pires, Lucio Fontana, Julio Le Parc, Alejandro Otero, Carlos Cruz Diez y Jesús Rafael Soto, entre otros, proponen las rutas a seguir en la urbe: según las afinidades estéticas, eludiendo cronologías. Re-intervienen el paisaje, despojado ya de sus raíces precolombinas y tradiciones indígenas, transformándolo en una superficie habitable, a través de la línea, la forma geométrica y una reducida escala de colores. Surge un espacio en común: la estructura ideal para apreciar la realidad cultural latinoamericana. Cual Rayuela cortaziana o universo borgiano, así, se podría leer el Grafismo inciso con dos figuras (1930), de Joaquín Torres García y las líneas circulares, in-completas, en la gráfica Sin título (1958), de Mauricio Nogueira Lima. En abstracto se intenta, entonces, obviar las interrupciones que han marcado el continente: "pensar a Latinoamérica" equivalente con lo expuesto lúcidamente por José Balza en su ensayo Pensar a Venezuela.
E imaginar la urbe es fotografiarla. Los andamios del brasileño Paulo Pires, en Homens Trabalhando (1950), convierten la experiencia visual en un juego de cuadriculados, un vaivén de claroscuros, emocional y estético. El enfoque de motivos urbanos como estructuras abstractas demuestra el afán de alterar la experiencia espacial y temporal, de re-inventar la realidad cultural. La vibración abstracta latinoamericana, siempre "en construcción", pasa por el punto de equilibrio sin detenerse.
A diferencia de la modernidad "clásica" (Kandinsky o Klee), cuya euforia policromática traduce la necesidad interior de reconstruir lo destruido, la abstracción latinoamericana recurre a la narración del paisaje, "entrelíneas", cinéticamente estructurada, y a la resonancia visual del movimiento. Contemplar el paso de la luz a través de cascadas, ríos, selvas o morichales de líneas, genera ritmo: emot-o y sonido; evoca la arquitectura íntima y vital de la naturaleza (humana) pero también la utopía de la modernidad. Apenas subsiste la percepción sutil de una coexistencia esencial y razonada entre hombre y ciudad, similar al juego visual, exasperante de la ligera Vibración (1961), de Soto o de la gran pa nta l la mura l Continuel Mobile (1963), del argentino Julio Le Parc. Este enorme "plasma", compuesto de miles de hilos nylon y plaquitas de acero, ocupa el centro de la urbe, ¡y no la iglesia o el cabildo! Reproduce fachadas, uniforma pensamientos pero, a la vez, redefine la ciudad como "objeto de arte". Significa que puede ser transformada en armonía con determinados parámetros, dados ya en el espacio colectivo. Al integrar el ritmo de árboles, de pasantes, de fachadas (lo íntimo y lo urbano) a la estructura de la obra de arte se logra la redefinición del lugar: la ciudad imaginada o, refiriéndome a Federico Vegas, "presentida".
Y en esta metrópoli no podrían faltar los suburbios.
Tres cubículos ubicados en la periferia albergan la obra puntual de tres artistas exiladas del régimen nazi: las esferas de Gego, la fotografía experimental de Grete Stern (ambas alemanas emigraron a Caracas y a Buenos Aires, respectivamente), así como los objetos gráficos de la suiza Mira Schendel, exilada en São Paulo. Sus obras constituyen un aporte significativo a la modernidad, no sólo en el sentido histórico, sino también estético. Europa les rinde, aquí, un homenaje. Latinoamérica vibra anacrónica e infinita.
EL NACIONAL - Sábado 22 de Enero de 2011 Papel Literario/4
Las espirales del alma
LUIS GALDONA
Símbolo del infinito, de la evolución, de la dialéctica, la espiral encierra alusiones que se mantienen en el lindero entre materia y energía, entre lo profano y lo sagrado, entre lo cognoscible y el misterio. Espirales ascendentes que indican búsqueda de luz y de conciencia; espirales descendentes que se mueven hacia lo oculto, lo innombrable, lo sombrío. Línea y proceso que se mueven en los umbrales, que sugieren posibilidades y conectan mundos.
En la espiral se abre el círculo, el movimiento se hace proceso y abandona la repetición. La línea se aleja del punto central de origen y gira en busca de espacios nuevos, de nuevos asideros. El cambio se mueve en espiral no en círculos, en constante giro de dirección y sentido, para evolucionar o involucionar, desplazarse, detenerse y observar; avances y retrocesos que son inherentes a la vida. La separación entre las vueltas de la espiral es a veces tan pequeña que impresiona como que se repite el círculo.
En la espiral se representa desde la biología hasta la psicología. Quizás es una de las imágenes que hace puente entre una y otra. Quizás es el punto de encuentro entre lo tangible y lo inconmensurable. Desde la estructura espiral de las galaxias, pasando por la doble espiral del caduceo hermético, con las serpientes arrollándose alrededor del báculo del mensajero, hasta la doble espiral de la estructura íntima de la herencia biológica codificada en el ADN, es una imagen omnipresente que el hombre ha presentido y reverenciado desde el origen de los tiempos. Zona limítrofe de activo y constante comercio, como todos los umbrales.
De uno de esos umbrales es de lo que Espiralia se trata: el claroscuro donde la imagen visual se transmuta en palabra y viceversa, en el eterno intercambio de la poiesis. El hombre es un contador de cuentos, un hacedor de mitos. La función mitopoyética, de hacer mitos parece estar inscrita en la naturaleza de la psique del ser humano. Es imprescindible poder contar la vida. Esta "poiesis" está obviamente vinculada con el hacer "poético". De hecho, al poeta antiguamente se le llama "hacedor". Y aquí se encuentra una conexión con el arquetipo del "hacedor de imágenes", el "image-maker" de la psicología arquetipal, es decir, aquello que en la psique es capaz de crear imágenes poéticas individuales del acontecer del alma, partiendo de los modelos universales dados por los arquetipos.
Si el círculo en su reiteración se refiere a la compulsión repetitiva, la espiral busca una salida de la neurosis. El inconsciente provee las imágenes y los síntomas tanto de la energía coagulada en procesos que sofocan lo psíquico, como de las posibilidades de nuevas búsquedas, actualizaciones, diferentes movimientos que la dinámica de la espiral anuncia.
En sus apariciones en la naturaleza solemos ignorar las espirales, pasarlas por alto. Sobre todo si se trata de una espiral vegetal, que ocurre en forma silvestre. Estas extensiones verdes que tantean en el espacio y buscan asideros para ascender y encontrar la luz, al ser observadas pueden convertirse en una metáfora del movimiento del alma humana, que también busca asideros e intenta ascender y alcanzar la conciencia. Eso pequeño, subestimado, que pasa habitualmente desapercibido, se revela como un misterio que, a pesar de estar en el entorno, no atrae la atención. Porque la naturaleza ocurre a pesar de la atención que podamos prestarle, a pesar de la conciencia. Es con la mirada del artista como hace una verdadera epifanía. La prótesis del ojo --la cámara-actúa como la psique, que ve en lo material fijado en un instante, un eco de su repertorio íntimo que de esta manera se rescata. La imagen poética, por su parte, suscita resonancias entre el creador y el espectador, palabra mediante.
Aceptar sin saber es lo que reconoce la existencia del misterio y permite atravesar el umbral entre el conocimiento y la sabiduría. Hacia la mitad de la vida ésta se curva buscando simplicidad, signo de madurez incipiente. Se inicia una lenta transición de la construcción del conocimiento a la posibilidad del aparecer de la sabiduría. Acoger estas sencillas volutas vegetales permite recordar que lo elemental, lo sencillo, tienen una sabiduría.
En la obra que hoy tenemos en las manos los autores sugieren que la clave del secreto es la vigilancia de lo vegetal, lo vegetativo. Vueltas de espiral a través de las cuales puede accederse a la sabiduría del cuerpo, de lo fisiológico, base material de lo psíquico. Un lenguaje que ha sido olvidado y que los artistas recuperan para la memoria.
Espiralia es una obra coral.
En su proceso de gestación este quinteto de creadores se dejan tocar por las imágenes visuales y escriben sus epígrafes por separado. En su alumbramiento descubren con asombro la coherencia interna de la obra que se les revela, hecha de esa mezcla muy original de figuras y palabras que se manifiestan como milagro.
Además de la belleza intrínseca de las imágenes, como lectores descubriremos ciertas verdades esenciales, que se hacen evidentes a partir de la simplicidad.
Sencillez que forma parte de una cotidianidad desestimada que, a través de esta mirada imaginativa, puede catalizar una percepción distinta de los meandros espirales del alma.
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