De la consigna para todo Nobel
Luis Barragán
Disculpen los amables lectores de Opinión y Noticias que vuelva sobre Bob Dylan, para disgusto de quienes consideran que fuimos reelegidos a la Asamblea Nacional a objeto de ocuparnos exclusivamente de Maduro Moros. Ni siquiera de Trump, como alguien lo comentó recientemente en nuestro correo personal.
Anunciado con antelación, el cantautor se disculpó por no asistir al acto de entrega del premio Nobel con el que lo distinguieron. Otros compromisos previamente adquiridos, imposibilitaron el retiro de la medalla por sus méritos literarios, aunque no sabemos si ocurrirá con el cheque correspondiente, acaso, una nimiedad que le permite subestimar al jurado sueco.
Admirador de siempre de la obra del poeta musicalizador, nos pareció exagerada la premiación, contribuyendo a su desprestigio, por lo menos, en el ramo de las letras. Quizá la decisión se debió a la inconveniencia de presentarlo en el trance de una tercera edad a la que se resiste, por aquello de la imagen; a un impostergable tratamiento médico del que muy pocos saben, infotografiable con un artefacto médico vecino; o al desdén hacia un reconocimiento del establecimiento, aunque no se atrevió a despreciarlo como ocurrió con el Sartre tan consecuente con sus posturas periodísticas.
Creemos que Dylan, una magnífica empresa comercial, destinó la consideración del asunto al departamento que administra una rica y rentable herencia por la que velan accionistas, familiares y relacionados Por cierto, para aquellos que suelen despotricar de los males del capitalismo alienador, bastará con ilustrarlos con el socialismo no menos enajenante que jamás permitirá que surjan versificadores tan atrevidos como, en su momento, lo fue el talentoso estadounidense, excepto se trate de la aún llamada Nueva Trova cubana, políticamente amaestrada por toda la vida, a pesar de las muy bien logradas obras que traiciona.
Digamos que, salvo las muy honrosas excepciones, parece el destino de los cantautores que, tras el bullicio, temen dejar el cómodo sofá de sus ganancias, incluyendo a los que demandaron un socialismo que ahora los relega a una posición burocrática, si la suerte los acompaña. “Si no hay leal, no hay lopa”, parece la consigna tan del gusto, por ejemplo, de un Serrat enmudecido por la suerte de una Venezuela que olvidó en sus intinerarios americanos.
Brevísima nota LB: Enviado a OyN el 1° de este mes, no aprece publicado.
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