sábado, 24 de diciembre de 2016

APUNTES ANÓMICOS

Venezuela anómica
Fernando Mires
07/10/2014

La horrible muerte del joven diputado del PSUV, Robert Serra, ha causado impacto. Pero todos saben en Venezuela de que no se trata de un caso de excepción sino, aunque parezca pavoroso, de perfecta normalidad.

Cientos, miles de personas son asesinadas en calles y casas venezolanas. De vez en cuando el cuchillo artero o la bala mercenaria alcanza a algunos personajes públicos. Puede ser una Miss como Mónica Spear o un político popular como Robert Serra. Entonces el país se conmueve y llora. Dura poco. La cosa sigue igual, nadie hace nada en contra, el gobierno menos, y los cadáveres continúan atestando los patios de la morgue. Al comenzar cada día, los medios dan a conocer la cantidad de asesinados como si fueran los números de la quiniela.

Todos saben que el crimen se ha apoderado de las calles y de que hay territorios controlados por maleantes, dirigidos no pocas veces desde las mismas cárceles. Y todos saben también que Venezuela es un país socialmente desarticulado y políticamente polarizado, es decir, uno que padece dos alteraciones colectivas –disociación y polarización– que si fueran individuales, bastaría para encerrar a alguien en una clínica.

Naturalmente, el concepto “sociedad” no pasa de ser en Venezuela un significante vacío; o un simple recurso retórico. Como la palabra “hampa” que de tanto ser usada ya no dice nada. “A mi sobrino lo mató el hampa” ya es casi lo mismo que decir “el pobre se murió de una pulmonía”.

Una sociedad en estado de no-sociedad es una alteración diagnosticada por la sociología clásica con el término “anomia”. El termino fue acuñado por Emile Durkheim y ha hecho exitosa carrera en los institutos de sociología. Anomia, en su acepción más general, define un estadio de desintegración entre normas y leyes con respecto a las conductas de los habitantes de una nación.

Importante es destacar que anomia no es igual a pobreza. Por cierto, la anomia encuentra condiciones óptimas para desarrollarse allí donde impera la pobreza extrema, o miseria. Sin embargo, hay naciones pobres que no son anómicas. Bolivia, por ejemplo, es un país pobre, pero el complejo tejido de unidades étnicas, y el enorme peso del sindicalismo obrero, hacen imposible hablar de una nación anómica. Venezuela, caso opuesto, está lejos de ser, aún bajo el imperio del “socialismo del siglo XXl”, una de las naciones más pobres de la región. No obstante, es la más anómica de todas.

En sentido estricto tampoco la anomia es sinónimo de alta criminalidad. La criminalidad puede llegar a ser una de las consecuencias más visibles de la anomia, pero no es su condición necesaria. Criminales hay en todos los países del mundo y como tales son designados aquellos que viven al margen de la ley. La diferencia es que en los países anómicos los criminales no viven al margen pues en ellos cumplir la ley es la excepción y su no acatamiento es la regla. El caso de Venezuela es aún más grave. Allí las leyes son órdenes que emanan desde el gobierno, es decir, la anomia ya alcanzó al, y viene desde el, gobierno. Es un caso único en América Latina.

En la Venezuela de hoy alguien puede ir preso sin haber cometido ningún delito (caso López, entre tantos). Más todavía, Venezuela debe ser uno de los pocos países del mundo en el cual sus autoridades dictaminan sentencias sin que existan investigaciones y juicios previos.

“Te voy a meter preso” era una de las frases preferidas del presidente muerto, quien, además, las cumplía. Sus herederos continúan el ejemplo. El caso del capitán Cabello es prototípico. Cuando se refiere a Capriles lo llama “el asesino Capriles” y todos sus seguidores piensan que referirse así a un gobernador elegido por alta mayoría es lo más natural del mundo. En un país no anómico, en cambio, Cabello habría sido destituido por calumnia, difamación y uso indebido de poderes.

Si hubiera que comparar la anomia con un fenómeno biológico podría decirse (aunque con cuidado) que la anomia es lo más parecido a un cáncer con complejas ramificaciones. En ese sentido Venezuela representa un caso de anomia radical. Por una parte, su condición rentista determina que gran cantidad de personas profiten bajo el alero del “Estado Mágico” (Coronil) sin crear entre sí relaciones sociales. Así, Venezuela ya no es, como son la mayoría de los países del mundo, un “estado-nación”, sino exactamente lo contrario: una “nación-estado”.

Por otra parte, la anomia venezolana –hasta la llegada de Chávez, una característica social– se ha transformado bajo el chavismo en anomia política, fenómeno nunca imaginado por Durkheim. Esa es la razón por la cual el Parlamento, la Justicia, así como los organismos estatales, incluyendo al Ejército, no adecuan su funcionamiento a la Constitución sino a decisiones de la cúpula estatal. El gobierno, bajo estas condiciones, no gobierna; solo manda. El gobierno es una simple jefatura.

Podría pensarse que la radical anomia política que vive Venezuela es resultado del avance populista producido por el chavismo. Sin embargo, si analizamos al fenómeno populista venezolano, tendríamos que concluir en que eso no es así. La razón es que el populismo es una forma de integración (Laclau) y no de desintegración política.

El populismo es una forma de la política. Una entre otras. Luego, lo que hoy comprobamos al observar el modo de funcionamiento del gobierno Maduro, no es un avance del populismo, sino su misma desintegración. Maduro es un gobernante anómico que no sigue el llamado de masas organizadas sino a una camarilla (oligarquía estatal) que actúa de acuerdo a su propia lógica. En ese sentido el Estado termina por convertirse en una mafia entre otras. El concepto “Estado mafioso” sugerido por Moisés Naím, calza perfectamente con las características del Estado venezolano a partir de la era Cabello/Maduro.

El concepto de anomia tampoco se refiere a una ausencia de democracia. Hay países no democráticos que no son anómicos. La integración social destinada a conformar una sociedad políticamente constituida es solo una posibilidad. Dictaduras militares, teocracias, e incluso sistemas tribales, pueden fungir también como formas de organización anti-anómicas. No es el caso del régimen de Maduro.

Cierto es que la ausencia de integración social y política ha sido intentada superar por Maduro con la instauración de un culto idolátrico a Chávez, pero ese objetivo interpela, cuando más,  a los sectores más duros del chavismo, no a toda la nación.

Por último debe ser dicho que la anomia se refiere a un fenómeno de desintegración nacional, pero no a la de grupos particulares. Los colectivos armados, los para-militares y los grupos clientelísticos que rodean al gobierno de Maduro, se encuentran muy bien organizados en sus interiores. Cada uno posee sus normas, sus códigos y sus relaciones de lealtad. Para decirlo de modo simple, en el mundo de la anomia cada organización trabaja por su lado, sin atender a la totalidad. Que entre estos diferentes grupos hay rivalidades e incluso ajustes de cuentas, es una verdad inapelable.

Así como ocurre con los trastornos individuales en los cuales la desintegración del alma se expresa de modo sintáctico (pérdida de la relación entre significantes y significados vigentes), en el caso de la anomia también tiene lugar una pérdida de la relación entre las palabras y las cosas. Las frases, medios de la política, pierden coherencia; cualquiera afirmación puede ser verdadera o falsa; nadie puede confiar en lo que se dice. El ejemplo viene de arriba.

Sin seguir el lema “gobernar es educar”, lo cierto es que los personajes públicos, sobre todo los políticos, son un ejemplo para sus seguidores. De este modo, si un presidente miente e insulta sin continencia, su ejemplo tendrá imitadores. Como suele suceder, al ser insultados, algunos opositores responderán con la misma moneda. Llegará así el momento en que el clima estará tan enrarecido que la práctica política se convertirá en algo imposible. Eso es lo que busca, y con insistencia, el régimen de Maduro.

La política es antes que nada su discurso. Sin discurso político no hay política. El chavismo, pero sobre todo el post-chavismo, ha terminado por destruir a la gramática de la política.

Sin política, la sociedad no puede constituirse políticamente. Allí donde no hay política solo impera la violencia; allí donde hay violencia solo triunfa la muerte. Quién sabe si la muerte del joven Serra es el triunfo de la anti-política, es decir, de la anomia política impulsada por el propio gobierno militar. Solo si partimos desde esa premisa podemos entender la brutal agresión llevada a cabo por Maduro en contra de la persona de Jesús ‘Chuo’ Torrealba.

Torrealba es uno de los políticos más correctos y queridos de Venezuela. Pero Maduro, sin mediar ofensa alguna, más todavía, inmediatamente después de que el representante de la MUD hubiera extendido sus condolencias al PSUV por la muerte de Serra, lo insultó con el epíteto de “basura”. Así no mas. Como si nada.

Fue en ese momento cuando ‘Chuo’ Torrealba mostró toda su clase política. Podría haber calificado de cobarde a Maduro pues este lo insultó guarecido detrás de sus esbirros, no cara a cara como hacen los hombres de verdad. Muchos esperaban esa reacción. Pero Torrealba no contestó con otra agresión. Por el contrario: intentó entender, casi de un modo psicoanalítico, la indigna ofensa de quien ejerce el cargo presidencial. Dejó en claro, además, que Maduro está desesperado, muerto de miedo. Que mientras el país se hunde en una crisis económica sin parangón, el mandatario busca destruir la política con sus palabras de odio persiguiendo el objetivo de reemplazarla por una confrontación violenta, es decir, por la anomia total. Maduro es definitivamente una víctima de sí mismo. O de su propia anomia. O quizás de Cabello, digno sucesor, no de Hugo Chávez sino de Mario Silva, el injurioso de La Hojilla, el predicador de la anomia final.

La verdad, mirando desde lejos el panorama venezolano, uno termina por llegar a la conclusión de que derrotar políticamente al gobierno de Maduro será una tarea fácil comparada con la inmensa tarea que significará devolver al país el don del habla, el discurso político, el imperio de la ley y la práctica diaria de la decencia cívica.

Nota: Sobre el concepto de anomia ver:
Durkheim, Emile, La división del trabajo social, Ediciones Akal, Madrid 1987.
Durkheim, Emile, El Suicidio, Ediciones Akal, Madrid 1989.

Fuente:
http://prodavinci.com/blogs/venezuela-anomica-por-fernando-mires/

Anomia social bolivariana
Jorge Giordani
02/06/2016 

La sociedad venezolana, con una ciudadanía desconcertada ante la ausencia de un gobierno que no escucha, encerrado en sí mismo, sin dirección alguna, ha entrado en estos últimos años, particularmente luego de la siembra definitiva del Comandante Chávez, el 5 de marzo de 2013, en un estado de anomia, esto es, de forma más clara, en ¨un conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales y su degradación¨.

Los graves problemas que aquejan a la población en general, conocidos y sentidos en la cotidianidad consumidora de energía, tiempo, disposición, han terminado en una angustia existencial por la consecución de alimentos y medicinas de primera necesidad, para no mencionar siquiera el riesgo de su propia vida en las condiciones de inseguridad a la que hemos llegado en Venezuela.

Múltiples causas originan este complicado problema. A nuestro aviso, la primera y determinante es la crisis de hegemonía que no le permite al gobierno convencer a sus aliados políticos y sociales de sus actuaciones, por demás erráticas, inconsistentes e insuficientes para superar los problemas que cada día que pasa se agravan más, máxime después del desastre electoral del 6 de diciembre del 2015. Y tampoco, poner en su debido lugar a una oposición cada vez más agresiva, desestabilizadora, que calificamos sin ambigüedad de fascista, y, además, apoyada por los intereses extranjeros de sus aliados en USA y en Europa, quienes pretenden intervenir cínicamente en el país como si este fuera su ¨patio trasero¨,  de acuerdo a sus intereses conservadores y reaccionarios, buscando desde el exterior aislar a Venezuela cueste lo que cueste.

Desde hace ya tiempo, primero ante el Presidente Chávez y, luego, desde el inicio de la presidencia de Nicolás Maduro, después de su triunfo electoral en abril de 2013, hemos venido repitiendo hasta la saciedad en escritos y en declaraciones la necesidad de ¨Asumir la crisis¨ con toda responsabilidad y atención, como cuando nos tocó hacerlo junto con el Comandante Chávez a raíz de lo ocurrido en el año 2008, cuando los precios de los hidrocarburos bajaron de unos 140 dólares el barril a mitad de ese año a menos de 40 a finales del mismo año.[1]

A dos años de nuestra salida del gobierno bolivariano continuamos lo que ha sido nuestra conducta de vida en pro de una sociedad socialista, desde nuestros tiempos de estudiante en la Universidad Central de Venezuela frente a la dictadura militar de Pérez Jiménez, y, luego, durante las cuatro décadas de los gobiernos de Acción Democrática y COPEI. Ha sido una trayectoria permanente, a través de la cual nos encontramos siempre decididos a seguir enfrentando a los adversarios de este proceso, como lo decíamos en un artículo anterior titulado ¨Son los mismos o peores¨ publicado en Aporrea el 14 de abril de este año 2016, en http://www.aporrea.org/actualidad/a226244.html.

Allí se afirmaba lo siguiente, que ahora ratificamos plenamente:

¨Igualmente es importante señalar en esta coyuntura, que asumiendo de manera firme e irrenunciable nuestra posición crítica por la depuración, el perfeccionamiento y fortalecimiento del proceso revolucionario, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia nos prestaremos a ninguna componenda, maniobra, atajo, alianzas indirectas o en la sombra contra el actual gobierno legítimo y el desarrollo del proceso de transformación política y social en el marco de la legalidad democrática de derecho y de justicia que establece la Constitución Bolivariana¨.

Gobierno bolivariano que debe asumir la crisis, como igualmente lo decíamos en otro artículo del 14 de mayo de este mismo año, en Aporrea, http://www.aporrea.org/ideologia/a227804.html.

Con el agravamiento de la crisis de hegemonía y la ausencia de una direccionalidad adecuada para enfrentarla por parte del propio gobierno bolivariano, y de las organizaciones políticas y sociales que siguen apoyando el proceso revolucionario bolivariano, dicha anomia será cada vez más profunda y dolorosa. Es hora de reaccionar prontamente y defender lo avanzado, radicalizando el proceso y hablándole claro al país, antes de que sea demasiado tarde. Esto se está convirtiendo ya en un clamor popular con cada vez más voces que requieren y solicitan una modificación tanto en la conducta del gobierno como de parte de sus alianzas a nivel del pueblo y de su Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Es necesario actuar antes de que la situación se haga más dramática e irreversible.

[1] Jorge A. Giordani C. Encuentros y desencuentros en una construcción bolivariana. (Caracas. Vadell Hermanos Editores. 2014).

Fuente:
https://www.aporrea.org/tiburon/a228885.html
Fotografías:
Audífonos en forma de bala: http://thecitylovesyou.com/urban/audifonos-bala
Casquillos de bala en forma de cruz: https://www.etsy.com/listing/130711031/bullet-casing-cross-pendant-necklace 

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