domingo, 11 de diciembre de 2016

¿UN CAÑÓN GIRATORIO?



Crimen y aldea monotemática

Luis Barragán

De acuerdo a las agencias internacionales de noticias, la diaria situación de violencia y narcotráfico en México,  adquiere cada vez una mayor gravedad.  Venezuela le compite y supera en  relación a la tasa anual de homicidios, aunque – importante diferencia – acá se diluye el debate con asombrosa rapidez.

Recientemente, el propio secretario mexicano de Defensa, general Salvador Cienfuegos, por cierto, desacostumbrado a los micrófonos, emitió unas declaraciones que levantaron la natural y necesaria polémica: “Esto no se resuelve a balazos”, siendo partidario del regreso de los soldados a sus cuarteles. Distinguiendo entre las tareas estrictamente militares y las policiales, en nuestro país todavía se confunden y ocurren hechos como el de la consabida masacre de Barlovento, negado el gobierno a la revisión y rectificación del modelo y dispositivo que ha empleado dizque para combatir el hampa común.

Marcando  el precedente de un iluminado, en una oportunidad Chávez Frías ordenó que cada buseta de transportación pública llevase a un efectivo de la Guardia Nacional para evitar los acostumbrados asaltos, aunque – todo un recurso de distracción – caricaturizó groseramente el problema e, imposible de atacarlo de tamaña manera, dejó un legado agudizado hasta lo indecible.  Y, de acuerdo a un criterio generalmente aceptado, nunca supo, ni sabrá su sucesor,  diferenciar  entre el tiro militar y el policial, por lo que las tristemente célebres OLP, en la que concursa la Fuerza Armada, no dan resultado alguno, remitiéndonos a una dimensión del asunto que encuentra absolutamente incapaz al gobierno de abordar y pretextar.

Por lo menos, un alto funcionario gubernamental coloca el acento en la prensa azteca, irradiando la preocupación a todos los sectores del país,  mientras que la (auto) censura, entre otros de los mecanismos en uso, impide el menor cuestionamiento del régimen venezolano, por más que ostente un récord nada envidiable de muertes callejeras por año. Destruida la institucionalidad misma del Estado que ha de velar por nuestra seguridad personal,  ha permitido la creación de sendos intereses mafiosos que pugnan por su consolidación, impidiendo cualesquiera discusiones que sobrepasen el simple escándalo de un evento que espera por otro, banalizando el drama.

En contraste con los viejos acontecimientos y épocas, en la aldea monotemática en la que nos convirtió, el gobierno no tolera ni tiene los especialistas que se atrevan a una aproximación al delito, desde la perspectiva de nuestro masivo y radical empobrecimiento, deterioro de los cuerpos de seguridad, la insufrible militarización o el descarado crimen organizado, por citar algunos de los aspectos ventilados comúnmente por los expertos. La versión oficial privilegia la satanización de sus cuestionantes y, no por casualidad, una estética del funcionario que, ya irremediable, brinda su interpretación disfrazado cual caballero medioeval con la armadura de estos tiempos: una marcialidad obscena que no se compadece con la muy particular guerra civil que el Estado, con su dolosa o culposa indiferencia, literalmente celebra suponiendo a todos escuálidos y, mejor, escuálidos desarmados, redondeándoles al enemigo ideal.

Referencias:
Fotografía: LB. No se trata de un cañón giratorio, mote - por cierto - dado a Fraga Iribarne en un viejo libro de entrevistas; ni una versión ultramoderna de dudoso diseño, disparador de balas y de rayos láser simultáneamente. La confusión puede resultar comprensible al confundirse propiamente las funciones policiales y militares. La gráfica se refiere a la mezcladora de cemento ubicada a las puertas de la vieja sede de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), objeto de una ya prolongada remodelación. 

12/12/2016:

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