Luis Barragán
Necesario reflexionarlo, está concluyendo el período navideño más triste del que tenemos noticia. Nunca antes, procurando salvaguardar al hogar de toda contaminación, la tristeza había corrido tanto por nuestros caseríos, pueblos y ciudades. Empero, el asunto tiene sus bemoles.
Importa destacar la dificultad y hasta imposibilidad de repetir las viejas festividades sauditas, con la masiva importación de whisky y cohetones, sumergidos existencialmente en una juerga ilimitada. Contrariada la tradicional celebración que nos concedió también un sentido de identidad, jamás puede servir de referente aquella pasión dineraria que, de un modo u otro, nos tocó para versionar, adulterar, ahogar y extinguir en lo posible, un genuino y limpio motivo, sentimiento o convicción espiritual.
Sencillamente, extraviamos la dimensión religiosa del período en el que, por cierto, aun no siendo creyentes, confluíamos los venezolanos en procura de fraternidad, hermandad y unidad. El respeto, la tolerancia y la solidaridad también explicaban a un país que, por humilde que fuese el manjar, se sentaba alegre a la mesa para compartir una esperanza iluminadora.
Aceptemos que al régimen actual, algo más que un gobierno, se le hizo fácil tomar por asalto nuestros afanes decembrinos, aunque las consabidas limitaciones materiales ahora solivianten a los nostálgicos de las ya remotas épocas. Tratando con tenacidad de vaciarnos espiritualmente para fingir un respeto, una tolerancia y una solidaridad sólo acuñadas propagandística y publicitariamente, más allá del consumismo trivial, acabó con el propio consumo básico de alimentos y medicamentos, quebrando a un país que recibe noticias del sórdido y sedicente banquete de los privilegiados del poder, incluso, allende la mar.
Lección reciente, esta Navidad nos ha permitido recobrar un poco más su significación real, trascendente y humanizadora, expuesta su mayor riqueza en medio de nuestras dramáticas dificultades, pues, Jesús nació en un establo como el que, agigantado, explica a Venezuela. Importante reivindicación, seamos o no devotos, convirtámonos en constructores espirituales para rehacer la herencia que le dejaremos a las nuevas generaciones, comprometiéndolas con un porvenir diferente.
Ilustración: Pedro León Zapata, El Nacional (Caracas, 18/06/85).
26/12/2016:
No hay comentarios:
Publicar un comentario