La indispensable comprensión del caos económico
Luis Barragán
Los principios más elementales de la economía doméstica aplican a la economía nacional, salvando las obvias diferencias que comprometen la suerte de más de treinta millones de justos y pecadores venezolanos. Trabajar, obtener ingresos legítimos y suficientes, no gastar más de lo que se tiene u ahorrar todo lo posible, explica la supervivencia de una familia y de todo un país.
En la vida personal hacemos las diligencias necesarias para – al menos - evitar la pobreza y la indigencia, procurando aquellas oportunidades que autoricen a elevar las condiciones que contribuyan a realizarnos, aunque los mejores propósitos, más de las veces, no los materializamos porque la desorientación, la ineptitud e, igualmente, la deliberada voluntad de acumular y preservar los injustos privilegios del poder establecido, añadida la censura y la represión, así lo consagran. Bonancibles, toda una definición, dependientes de la subasta cíclica del mercado internacional del petróleo, llegamos a los días en los que se reducen cada vez más las ocasiones para apostar, quebrada nuestra industria en medio del auge de otras fuentes – además – ecocidas, forzándonos a apuntar, denunciar y superar a un régimen que hizo del trabajo una faceta secundaria y prescindible, literalmente nos robó y todavía roba las divisas que pertenecen a todos y, faltando poco, nos endeudó descomunalmente, condenándonos a la burda sobrevivencia en un mundo que nos deja inexorablemente atrás.
Desde un primer instante, el gobierno- largo gobierno - nos tomó por asalto confiscando los gigantescos ingresos petroleros, castigándonos con tributos jamás correspondidos, devorando las reservas internacionales, esmerándose en las utilidades cambiarias y excediéndose en los empréstitos, hasta llegar a la antes impensable temeridad de autopresupuestarse, tardando – además – en publicar las cifras que dirá ejecutar, y de jugar con el propio papel moneda. Pareciera que nuestra novísima identidad patria se explica a través de una ruidosa lavadora de rodillos que muy bien puede estar flanqueada por la barata motocicleta china del mototaxista y la más cara de un escolta, bajo las rejas inauditas de los pranes, encopetada por las acentuadas siglas del 4-F, avisando del Narco-Estado que ya somos.
Ciertamente, la materia económica es compleja y, tal como ocurre en otros ámbitos, suelen adquirir los problemas una dinámica tal que logran solaparse, aparentando soluciones. Sin embargo, complicándola aún más el lenguaje de los especialistas que se asoman al balcón de la opinión pública, por más tormentosas que sean sus facetas y afiladas sus circunstancias, es posible y necesario entenderlas desde nuestra personal vivencia y familiar experiencia.
Es posible y necesario apelar a la sensatez, aceptando nuestras responsabilidades y, con muchísima mayor justificación, descubriendo las de un régimen que se esfuerza en disimular y hasta embellecer la dura y reiterada sentencia condenatoria, saturada de pólvora propagandística y publicitaria. Y demandar una respuesta – la transición democrática – desde los valores y principios que son capaces de guiarnos por los caminos más obscurecidos, reivindicando el trabajo honesto, tesonero, disciplinado, libre y productivo que ha de permitirnos llevar el pan a la casa y a todo un país, rechazando las dádivas que más temprano que tarde, llevan a la mendicidad.
Pieza: Liliana Porter.
No hay comentarios:
Publicar un comentario