Sobre la vagancia parlamentaria
Luis Barragán
La impuntualidad es frecuente en
todo parlamento y, más aún, en el nuestro que refleja al país que la ha
acostumbrado. Empero, existe – puede llamarse así – la institución del tiempo
razonable de espera para intentar la instalación de un cuerpo que es múltiple,
exponente de las más variadas vicisitudes que, por cierto, incluye las
dificultades económicas que afronta la bancada opositora que tiene ya meses sin
recibir salario alguno, en contraste con la despreocupada bancada oficialista
que cuenta con las propinas gubernamentales.
Hay diputados oficialistas que
buscan un rol que estelarizar y, así, por ejemplo, Francisco Torrealba, antiguo
dirigente sindical del transporte subterráneo en Caracas, cree haber hallado el
suyo. Apenas es constatada la falta de
quórum en la cámara que obliga a la reconvocatoria para media hora más tarde,
encabeza a los suyos a objeto de denunciar a la prensa – sobre todo a la
pública - la empedernida vagancia de la mayoría parlamentaria, todo un pretexto
que les permite irse de palacio: pasa regularmente que, al transcurrir la media
hora, una nueva verificación apunta a la existencia del efectivo quórum,
generando la sesión plenaria correspondiente, por lo que quedará uno que otro
oficialista en el hemiciclo pendiente de solicitar una verificación de la
asistencia para torpedear el trabajo, como atenuante del ridículo papel hecho.
No repara el diputado Torrealba
en algunas circunstancias mediatas e inmediatas, pues, por una parte, lo sabe
muy bien ya que perteneció a la Asamblea Nacional en el pasado período, el
oficialismo sesionaba una sola vez a la semana y podía pasar más de un mes,
ocupado en los menesteres partidistas, sin que se reuniera la Asamblea Nacional,
ni sus comisiones permanentes.
Demasiadas veces, tuvimos que esperar por más de dos o cinco horas hasta
que se le ocurriese instalar el cuerpo, llenándonos de una paciencia infinita
para evitar la sorpresa de desagradables decisiones, apenas convocadas las sesiones con algunas
horas de antelación: nada se decía de un tiempo de espera, recordando quizá las
veces que William Lara, otrora presidente, reclamó la tardanza e inasistencia
de los suyos.
Y nada dice, por otra parte, el
diputado en cuestión, respecto a la reiterada ausencia de principales como
Cilia Flores, Diosdado Cabello, Darío Vivas o Pedro Carreño, añadida la del
jefe o subjefe nominal de una bancada de nombre prosopopéyico, según el canon.
Predominando los suplentes, hay oportunidades en las que optan todos por
marcharse para evitar el riesgo de alguna decisión que los comprometa, pues, a
muy pocos les agarran el teléfono en Miraflores para la urgente consulta.
En todo caso, las estadísticas
hablarán del desempeño legislativo de un oficialismo que siempre ha rehusado
del parlamento, deseándolo como la oficina subalterna que antes fue. Y, mientras tanto, valen las voces
altisonantes, la descalificación o el desprecio bullicioso hacia los vagos que
sesionan a la vez que los denunciantes
huyen preventivamente para evitar el aprieto de ejercer – precisamente – la
diputación.
Fotografía: Tomada de la red, carteles puestos en la bancada oficialista de la Asamblea Nacional.
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