Dictadura
avisada
Luis
Barragán
Hace
más de dos años atrás, estuvimos entre quienes advertimos, denunciándolo, que
presenciábamos y sufríamos una dictadura. Otros la negaron tozudamente, recurriendo
a las definiciones más simples que les permitieran concurrir a los medios de
comunicación – sobre todo audiovisuales – sobrevivientes a los latigazos de la
censura y del bloqueo, incluyendo las citas electorales pendientes.
En
lugar de interrogar al régimen, apuntando a sus contradicciones, los acomplejó que
autorizara la actuación en algunos espacios que
nos dejase al azar de ciertas libertades necesarias para una muy mínima
legitimación, pues, un símil del que gustaba Ortega y Gasset, la moneda falsa
no circula sin la verdadera. Por supuesto, hubo – por decirlo de alguna manera
– una severa deficiencia respecto a la interpretación de las realidades, como
si los gobiernos de un Juan Vicente Gómez o un Marcos Pérez Jiménez, se
hubiesen declarado formalmente dictaduras para tenerlos por tales y la historiografía
así no los hubiese ponderado por la sobrada elocuencia de los hechos.
Además,
tiempo atrás, nos identificamos con los que alertaron sobre la crisis
humanitaria que se nos venía encima, la nacionalidad de Maduro Moros, el
colapso eléctrico, la incineración de fármacos importados desde Cuba, las
consecuencias de la tragedia de Amuay o la nada circunstancial, como directa y
feroz represión ejercida con morbo. Por supuesto, trabajar en los aludidos
espacios, los que quedaban y de los que, de un modo u otro, caracterizaron
también al gomecismo o al perezjimenismo, comportaba y comporta, un riesgo
inmenso, teniendo por tribuna principal e inexorable la calle, porque no se
podía esperar un comportamiento del gobierno con fiel cumplimiento de lo
indicado en el manual de urbanidad y buenas costumbres de Manuel Carreño.
El
caso no está en recriminarlo, ahora que claman a los cielos y rasgan las
vestiduras ante las evidencias, sino en recordar y afrontar la situación con
entereza, ya que la sola invocación de la Carta Democrática Interamericana
tiene importantes consecuencias. Sin embargo, un dato por siempre fundamental,
significa preservar la unidad de lo diverso, propio del esfuerzo opositor, a
través de una conducción política confiable y efectivamente concursada por
todos.
Hacemos
nuestra la sentencia: dictadura avisada
no mata ciudadanos y si los mata …No es tiempo de reproches y, mucho menos,
retaliaciones (la historia más adelante se encargará), sino de actuar juntos
frente a esta dictadura del nuevo siglo.
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