La
regla de la excepción
Luis
Barragán
Por
siempre, el régimen se explicó como una emergencia. Desde un primer instante,
la tuvo por fundamento y, así culminase el proceso constituyente, la normalidad
le fue y es un dato intolerable.
La
propia Constitución le bastaba para afrontar las situaciones excepcionales,
dada la coexistencia de lo democrático y de los autoritario que la
informa. Situaciones muy difíciles y
comprometedoras, como el recordado paro petrolero, no ameritó del decreto de un
Estado de Excepción, indicio suficientemente fundado de las sobradas
competencias presidenciales que carecen de contrapeso.
Las
habilitaciones presidenciales, tardíamente resueltas a través de apresurados
decretos-leyes que bordearon los propios plazos concedidos, abarcando materias
originalmente no contempladas, expresaron más el afán caprichoso de una todavía
mayor acumulación de poder que el pudor jurídico de responder a las específicas
circunstancias. Los Estados de Excepción que ahora se imponen, los formalmente
declarados al lado de los impuestos por los hechos, quizá definitivamente
innominados, lejos de solventar la provisionalidad, la prolonga como una regla.
El
último decreto de la excepcionalidad obsesiva, jamás argumentado en sede
parlamentaria, como es debido, avalado abusivamente por los agradecidos
miembros del TSJ, constituye otra de las herramientas políticas de la
desesperación. Por cierto, distingue entre “Estado de Excepción” y “Emergencia
Económica”, como si la relación no fuese de género y modalidad: peligroso,
porque – al diferenciarlo nada accidentalmente – abre las puertas a la abierta
y arbitraria aplicación de uno, en sus otras y nunca nombradas modalidades, quedando el otro como algo
complementario y para lo cual, en el caso de la interposición de un recurso, se
dice, está ya lista la ponencia favorable.
Lo
peor es que, recrudecida la urgencia reiterada, pasamos de la crisis
humanitaria a un nivel superior: por ejemplo, el de seguridad y defensa de la
nación, pero no hay señales siquiera
modestas de una convocatoria del Consejo de Seguridad de la Nación que ha de
conformar el quórum con la participación del presidente de la Asamblea
Nacional. Sin embargo, se realizan sendos ejercicios como si ya las calles no
estuviesen militarizadas desde hace un buen tiempo y hubiésemos olvidado las
baterías antiaéreas que las poblaron desde la mismísima tentativa del anterior
revocatorio presidencial. Acotemos, con el perenne pretexto del hampa común
que, lejos de reducirse, creció y se ramificó.
Ilustraciones: detalles de una obra de Félix Rodríguez (exposición Biblioteca Nacional, Caracas, 11/03/2016).
Breve nota LB: Las ilustraciones corresponden a una obra de Félix Rodríguez, expuesta en las áreas de acceso del Foro Libertador (Caracas, 11/03/2016). Por una parte, quizá ya concluyó, la exposición obedece a las que frecuentemente se realizan en el lugar para exaltar el culto a la personalidad y, como vemos, elogiar los hechos militares de 1992. Sin dudas, un aporte testimonial de los funcionarios de la Biblioteca Nacional para forzar un imaginario social y una identidad de pueblo. Por otra, tuvimos tiempo sin acudir a la Biblioteca Nacional y, antes del consabido decreto de asueto, elegimos un viernes en la mañana, pues, debemos ser precavidos con el lugar. En esa oportunidad, fuímos puntualmente a consultar un par de títulos en atención al trabajo que desarrollábamos en torno a Alirio Ugarte Pelayo, en el contexto de nuestras "fugas" a los centros de consulta (nuesra dedicación parlamentaria es exclusiva). Antes, a principios de año, nos escapamos a "deshora", a la sede de la Biblioteca, en un par de ocasiones para leer y tomar fotografías (nueva modalidad de consulta) al tomo IV de "Historia contemporánea de Venezuela" de Francisco González Guinán (indagábamos sobre el asalto al Congreso de 1848, convertido el asunto en una lectura de todo el volumen hecho en clave periodística, al fin y al cabo, una colección de útiles crónicas).
23/05/2016
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