sábado, 7 de mayo de 2016

Y LO HACEN EN NOMBRE DE MARX



Ni siquiera da la hora

Luis Barragán

Nicolás Maduro es el beneficiario y fruto de la mejor hora que vivió el llamado socialismo del siglo XXI, con los más altos ingresos petroleros que hemos tenido en toda nuestra historia. Y es que, cuando apretaban las circunstancias, a realazo limpio su predecesor solventaba las más inmediatas dificultades, sin que respondiese estructuralmente a los problemas.

Ya, en el ejercicio directo del poder, no tiene nada que dar a cambio de apoyo y, lo poco que queda, lo lleva al más vulgar y confeso chantaje. Jamás mandatario alguno lo había admitido públicamente, por lo menos, con la sinceridad y desenfado que también se le agradece, pues, ideando para ello  el carnet partidista y una tarjeta de misiones socialistas destinados ambos  a beneficiar a los que comprobadamente le siguen y obedecen. Sin embargo, tampoco alcanzarán porque la escasez y la propia crisis humanitaria no constituyen un episodio meramente circunstancial.

Dudamos demasiado en la capacidad técnica y administrativa del régimen para repartir lo poco entre los suyos, porque si algo ha democratizado es la penuria, la miseria y abandono: maduristas y no maduristas, sufrimos por igual todas las consecuencias del nefasto modelo en curso, y el hambre y la enfermedad no se detienen  ante un carnet o una tarjeta. Por lo demás, por aquello del que parte y reparte le toca la mejor parte, comprobado el guiso como otra de las características históricas del régimen, la pobreza también se convirtió en un negocio para quienes dijeron y dicen atacarla con los bolsillos llenos.

Este gobierno ya no tiene nada que dar, ni siquiera la hora que retrasa o adelanta en treinta minutos, a menos que sus urgencias digan autorizarlo para cavar aún más en la tumba común, ya que afanosa, pero infructuosamente, ha buscado endeudarse aún más: simplemente, harto conocido, es riesgoso para cualquier banco o país prestarnos más dinero, tanto que ni PDVSA misma logra ranquearse como la mejor garantía.  Eso sí, lo único que le sobra al gobierno es el insulto, la descalificación personal, la procacidad, pero no luce muy prometedor en este campo, pues, absolutamente predecible, de escasa imaginación y famélico repertorio verbal, sólo le resta explotar el angosto campo de las interjecciones.

De un monumental fracaso histórico, al gobierno solo le contentaría gobernar para sus más comprobados partidarios en cuanto a beneficios se refiere. Un detalle: no le alcanza la cobija para los suyos-suyitos y esto a pesar de reducirse cada vez más la legión – otrora inmensa – de sus adherentes.

02/05/2016
Ilustración: Fernando Vicente.

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