Lanzamiento
de dados
Luis
Barragán
Maduro
Moros amenaza con radicalizarla, como si
fuese una revolución y, faltando poco, a sus seguidores les contentara la
vaina. Intenta verse a sí mismo como un
redentor amado por los pobres: díscola
mezcla de Fidel y Perón que se hace de
un gesto de Allende, siendo lo más lejos
a lo que llegó en uno de los cursos de apreciación deportiva de la obra de Marta
Harnecker.
Las
citas “emprestadas” y, por lo general,
mal leídas de autores desconocidos que dicen darle alguna prestancia a
sus peroratas públicas de largas horas, como las que salpicaron la
correspondencia oficial de Miraflores para la Asamblea Nacional, en los años
anteriores, advierten una anémica inquietud por el pensamiento. No es que la
dirigencia política deba caracterizarse por una exclusiva y consumada
preocupación intelectual, pero nunca antes se había visto tamaña orfandad,
incluyendo al sector marxista de una Venezuela que hizo, mal que bien, un
hábito del debate público y abierto.
Peroratas
que extiende, rellenas de vivencias
personales que las aspira anécdotas de gran trascendencia, imitando al
predecesor, sin importarle hacer el ridículo, pues, al fin y al cabo, lo
confesó en la propia Asamblea Nacional, con motivo del Esequibo, no distingue
conceptualmente entre un laudo y un tratado,
después de desempeñar por seis años la cancillería. De modo tal que no cuenta con las
herramientas necesarias para una interpretación de aliento sobre la crisis a
mediano y largo plazo que él y no otro, ha generado, arribando a soluciones que
dependen de los hechos de fuerza en diferentes escalas y escenarios,
manipulando el lenguaje de siempre.
¿No
hay alimentos ni medicamentos?, entonces, cada quien debe sobrevivir como pueda
cultivándolos y rezando las hierbas naturales; ¿proliferan los asaltos a mano
armada?, están las OLP para arrasar con justos y pecadores en sendas jornadas
de limpieza que ayudan a amedrentar políticamente a la población;¿aspiran a
reivindicar la ciudadanía a las puertas del CNE?, conforma los “escudos
humanos” que convierte a sus más menesterosos partidarios en agresores
autorizados, recompensados y festejados
por sus logros; ¿carecemos de divisas y – por supuesto - de materias primas?,
colocan las fábricas supervivientes en
el horizonte de una calamitosa ocupación
de efímeros efectos como espectáculo; ¿proliferan las epidemias y faltan los
equipos médicos?, convierte a los hospitales en trincheras de otros piquetes de
agresores que impidan el acceso a los medios de comunicación y otros curiosos; ¿resultan
ineficaces y contraproducentes sus medidas económicas?, las repite para
distraernos con una pretendida confrontación de poderes. Vale decir, ni
siquiera Nicolás imagina y se ubica en
una perspectiva que vaya más allá del muy circunstancial operativo de fuerza,
convertido el golpe de Estado en una paranoia que dice legitimar y santificar
sus diarios y literales golpes a la población, por resignada que parezca.
Maduro
Moros se quedó en el activista político y hasta en el espaldero personal que
fue, incapaz de pensar y de pensarse en algo que no siempre será el presente: no
habría problema alguno, excepto que cada decisión adoptada o que permite que sus
colaboradores adopten, tiene
consecuencias nefastas para millones de venezolanos. Ya es nuestra la convicción: el Paúl del
conocido cuento de Pedro Emilio Coll, no
tiene idea de sus actos, porque cree dirimirlos en un envalentonamiento de
oportunidad, sin orden ni concierto. Acotemos: total, ¿no fue
un “lechazo” histórico el desempeño de la alta magistratura?, ¿por qué no
seguir lanzando los dados?, ¿todos no
perderán al igual que él?
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