lunes, 23 de mayo de 2016

Y DE UNA FARRAGOSA CURSILERÍA



La militarización de la política

Luis Barragán

La crisis social y económica trastocada en humanitaria, ya pisa los terrenos de la seguridad y defensa. Por una parte, irresponsablemente llegamos al nada envidiable estadio, por la evidente incapacidad gubernamental de aplicar las medidas más sensatas y de contar con un enfoque realista de las circunstancias que reiteran el fracaso de un modelo; y, por la otra, tenemos el deliberado esfuerzo de Maduro Moros para plantear la situación en los términos de una inaudita guerra civil que lo conduce al más grosero chantaje: nos resignamos a morir de hambre, o de todos modos lo haremos a través de un conflicto de consecuencias inimaginables.

Dato importante para el ascenso al poder en 1999, la antipolítica ha tenido como correlato la necropolítica, explotada hasta la saciedad por un régimen que todavía intentar inflar el culto a una personalidad cada vez más olvida, ajena a nuestra propia identidad de pueblo, como quiso y sus especialistas pretendieron sembrar en el imaginario social. Limitados por una realidad insobornable, ahora intentan responder tozudamente con los hechos de fuerza, militarizando cada vez más  el lenguaje.

No existe el más mínimo esfuerzo de comprender el dato económico, ni la evidencia social y, así, la inflación, la insólita cifra mensual de muertes violentas, las epidemias, el desabastecimiento o cualesquiera otras materias que se elijan, tienen por  justificación  la conspiración del enemigo preferiblemente interno, porque el tal imperio a veces luce indiferente y hasta indolente, que amerita de una nada virtual desaparición de los deslealmente competidos adversarios. La propia “guerra económica”, un artefacto verbal que lo releva de la consideración del drama humano que nos aqueja, lleva a Maduro Moros a adoptar decisiones que únicamente se explican por el empleo abusivo de la Fuerza Armada, pues, a cascazo limpio cederá la inflación.

La política militarizada que teme del debate sobrio y abierto en la instancia parlamentaria que se hizo naturalmente para el verbo y la razón, fundada en la contraposición de amigo y enemigo, identificando con éste al más tímido disidente, se afinca en una relación vertical de todos los actores, el fiel cumplimiento del dogma en boga, el uso de la fuerza para zanjar las diferencias. En la cúspide, está el improvisado e inseguro Maduro Moros que se entiende frente a un gran teatro de operaciones y, dado su talante autoritario,  concibe las soluciones en términos de movilización, logística y maniobra táctica, mas no en el orden de las estrategias que otros concebirán y aconsejarán: creemos, nunca fue un dirigente político de alta competencia, puede decirse, sino un activista con una muy buena estrella y, siguiendo el símil, sus peroratas dibujan más al envalentonado infante de marina que al oficial de estado mayor.

El lenguaje y la política de la civilidad le son extraños a quienes, por cosas del destino, alcanzaron un buen día la colina, no otra que el Estado, y para defender la posición dictamina con la elegancia de la que es capaz: si me joden, se joden todos. Por cierto, a propósito de la sentencia inevitable de Pepe Mujica, no por casualidad, emulando quizá una escena de la “Venezuela heroica” de Eduardo Blanco, se dice loco de amor por Chávez Frías, inconsciente prisionero Nicolás de la más farragosa cursilería.

Ilustración: José Lara (exposición Biblioteca Nacional, Caracas, 11/03/2016). 

23/05/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario