sábado, 10 de marzo de 2012

LÉASE EN CASO DE EMERGENCIA


EL NACIONAL - LUNES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2000 / OPINION
Trasunto de las cosas
Lo premilitar en un manual travieso
Jesús Rosas Marcano

Ha rodado bastante tinta sobre textos escolares inconvenientes. Destruirlos o quemarlos es una tarea innecesaria e inútil. El internet transporta por el mundo entero todos los contenidos posibles.

La historia de la chamusquina de libros se pierde en la noche de los tiempos. Desde cuando ``manos criminales no identificadas'' (entrada triunfal de César), en el año 46 aC quemaron la primorosa Biblioteca de Alejandría, fundada por Tolomeo Toter, es mucha la candela que ha vuelto a los libros ceniza y humo. El tiempo de Recaredo, las Biblias Ulfilanas, celosamente conservadas en Toledo, sufrieron la misma calamidad. Los cristianos atizaron en Córdoba la famosa biblioteca de los Almanzores.

Cromwel destruyó la Biblioteca de Oxford. Luis XIV incendió millares de volúmenes en Alsacia. Las tropas de Napoleón transformaron en soberbia pira la biblioteca de Zaragoza. Las tropas del kaiser Guillermo II chamuscaron la biblioteca de la Universidad de Lovaina, y los riachuelos vecinos arrastraron como mensajes náufragos centenares de pergaminos miniados.

Los patriotas franceses arruinaron la selectísima biblioteca Rainer María Rilke, frente al Parque de Luxemburgo, en París. Fray Torquemada y el Cardenal Cisneros anunciaron entusiastas hornallas en varias provincias españolas. Pío Baroja, sin ser inquisidor, cuando se iba de Madrid, quemó sus libros en la estación de Atocha, porque no le cabían en las maletas.

En Argentina se han quemado libros en todas las épocas. La ciudad y los perros de Vargas Llosa fue atizonada en el Liceo Militar de Lima.

Venezuela consigna igualmente fechas memorables de quemazón. Sabemos que el padre Echarri, vicario de la Iglesia de Maiquetía, puso en la parrillera, por orden del gobernador del Arzobispado de Caracas, José Vicente Maya, una vez confiscados, en diciembre de 1820, los libros de Tomás Lander. Entre sus libros se señalan el Diccionario Crítico Burlesco de Bartolomé Gallardo, y una obra titulada El Citador. El 28 de mayo de 1968, fue quemada la biblioteca de la Universidad del Zulia, triste acción que produjo consternación general.

En Chile quemaron 15 mil ejemplares de la obra de García Márquez, Miguel Littin, clandestino, en enero de 1987. El gobierno había repetido la acción de 1973, las piras públicas de textos marxistas en diferentes regiones del país. Por lo más reciente, todos sabemos el destino de Los Versos Satánicos de Salman Rushdie, sentenciado por fundamentalistas musulmanes.

Y al water c.
En el Centro Latinoamericano de Ciencias Sociales de la Unesco, en la universidad Helio Alonso de Río de Janeiro, reciclaron ocho mil volúmenes del Centro en papel higiénico. Sucede que Joao David Dos Santos recibió por penuria del Centro los millares de libros en compensación de salarios atrasados como gerente. Al exigirle la Universidad cien dólares al mes por depósito y custodia, decidió venderlos como desecho al peso. Recibió un global de 250 dólares, 10 por ciento del estimado de los libros.

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