jueves, 1 de septiembre de 2011

ROJEDUMBRE


EL NACIONAL - Sábado 20 de Agosto de 2011 Papel Literario/2
En rojo, de Gisela
OSCAR MARCANO

Produce gran impresión la lectura de este laborioso trabajo de Gisela Kozak. Nos referimos, primero, a la paciencia que ha debido desplegar para hacer un profuso recuento --desde lo noticioso--, de la historia reciente del país y sus doce años de titanismo, hacia la ficción; segundo, a que es un libro de efecto creciente: la conclusión de un relato genera la ingente necesidad de devorar el que sigue, de saber de qué va, de observar cómo se va a acometer.

En la poética del deterioro Pocos buenos libros de cuento consiguen una respuesta similar. Con la mayoría de ellos ocurre que se termina un relato y uno se queda con él. Se puede cerrar el libro, pasar a otra cosa y retornar al siguiente en otro momento. Con En rojo resulta materialmente imposible erigir esta dinámica. Cuesta volver el rostro hacia otras lecturas, salvo a las que los propios textos obligan como complemento o extensión de su mandato.

Ello se debe a que la autora ha hilvanado un hondo mosaico de la historia reciente a partir de las pulsiones de nuestro imaginario, en el tráfago de la actualidad de estos años de mal llamada Quinta República, y los ha encadenado a nuestros padecimientos del alma. Desde la recreación de un día en la vida de aquel camarógrafo de VTV que, ante el acoso del primer mandatario, tuvo la osadía de reconocer que para él Aló presidente representaba sin más el redondeo de su salario, y fue reprendido chapuceramente por un gamonal que humilla a sus subalternos sin más, pasando por el drama de la "comandante" Manuitt, aquel subproducto del proceso que iba de edificio en edificio invadiendo y fomentando el terror, y que cometió el desafuero de conceptuarse a la par de otra de las heroínas de la revolución, hasta el trágico rito de un hipotético general que en la vigilia fantasea con un golpe de Estado, ensaya incluso su pieza de oratoria vestido de gala ante el espejo, y llora después porque no se va a atrever, porque su destino es ser otro yes man, otra prescindible ficha de la morralla sin épica que no hará historia, otra partícula sosa en el cardex del Minpopodefensa.

Aquí está el país caricatura, el país poliesteroso, el país mimético de La hojilla, que no registran las cuñas de Polar ni de Misión Negra Hipólita. Un país al que la élite venezolana volvió la espalda hace décadas, y que el poder reduccionista de hoy utiliza a mansalva. Un estado sombra y VIH positivo a cuyas respuestas temen tirios y troyanos. Un conglomerado del que se duda y del que se habla bajito, torciendo la boca, como al centro de Caracas, que ya constituye toda una incursión al antiguo testamento, pleno de cojos, tuertos y harapientos.

En este libro hay eso y más: desde la hermafrodita que se mira el miembro y le pregunta: "¿Te corto o no te corto?", hasta la vejez de quien apostó la vida a una creencia que degeneró en "verdad", y ahora la paga enfermo, miserable y en soledad.

Está la voz del transexual, del desempleado, del emigrante venezolano, categoría que ya comienza a oler mal en las calles de Miami, Tenerife o Buenos Aires. Está la mujer que como antídoto contra la pobreza se sirve de su embarazo, transporta unos dediles y es atrapada por la ley. Hay sueños de gloria y de indigentes. Se narra un famoso linchamiento. Surge gente con halitosis y gente que oye voces. El spleen del funcionario público, esa criatura humillada, sumiso por necesidad, que ha renunciado a su vida y se ha subordinado en cuerpo y alma a un patrón, y expresa "la esclavitud de callar en su trabajo, la renuncia a pensar en el futuro, la búsqueda deliberada de la propia ruina, la sujeción a un poder lejano y atroz que llena el aire mismo". Es paradójico y mórbido por demás, que ese funcionario experimente con el "nuevo" estado socialista redentor los sinsabores que Marx retrataba en sus Manuscritos de 1844 como síntomas de la enajenación capitalista.


En rojo nos reserva innumerables lecturas. Gisela Kozak lo ha armado con método. Con industrioso método. Cada texto se hilvana a un poema, un poema siempre de autor en castellano. Roba de ese poema el título y lo coloca como epígrafe alegórico junto a unos versos del mismo a manera de recitativo

Todo el bestiario caraqueño contenido en este frasquito escarlata: el perfecto casting de lo que Miguel Gómes factura como una "poética del deterioro" en la narrativa de lo venezolano contemporáneo, donde un atraso secular coexiste con los cándidos sueños de la quinceañera y el vestido de novia.

La Venezuela doméstica y real, a secas, desprovista de la esperanza de alcanzar lo que de ella han auspiciado sus más entusiastas propagandistas de uno y otro bando. De ahí su título, En rojo, escondido al final de uno de los cuentos, "Zanahoria rallada". Uno podría pensar que alude a la política y es así.

Pero lo que expresamente denota es el deber y el haber contables. El déficit fiscal de nuestra existencia.

La épica sucia En rojo nos reserva innumerables lecturas. Gisela Kozak lo ha armado con método. Con industrioso método. Cada texto se hilvana a un poema, un poema siempre de autor en castellano (Paz, Sor Juana Inés, Gonzalo Rojas, Lezama, Olga Orozco). Roba de ese poema el título y lo coloca como epígrafe alegórico junto a unos versos del mismo a manera de recitativo. De ahí en adelante se dedica a pescar imágenes claves de lo que ha ocurrido en el país en el marco de la actual administración.

Kozak en esto no tiene empachos. Quiere que se reconozca el presente. Que se bruña y muestre la historia. Se lo propone y lo logra. El circo roto es, por ejemplo, la maldición y el ridículo de Carmona, un Carmona que sueña con el comandante antes de su autoproclamación. Evidentes son las escenas cotidianas, las primeras planas, los bubones de la polarización, la violencia, los brochazos de dolor. Y, en medio de todo aquello, el alma humana flotando, como un anuncio clasificado, en un pozo de épica roñosa, escenificando la caída.

Son textos escritos del lado acá de la realidad, con una buena dosis de autoficción, herramienta común en la estética de los venezolanos que escriben hoy. En cada obra, decía Bellow, subsiste un autorretrato. Probablemente el caso más notorio de esta praxis lo constituya "Cementerio judío", un relato que se desenvuelve en la hermosa Praga, donde la autora paga ante la policía el diezmo de ser hija de checo sin saber hablar checo.

Las ficciones de este libro son preponderantes en un país que adolece, entre muchas, de una falencia: lee y relee la historia como un monstruo imposible de totalizar. En rojo es uno de esos textos próximos al abordaje de la Venezuela actual desde las posibilidades de la literatura, a sabiendas de que lo eterno subsiste en lo actual. Hay en él imágenes que escarnecen. Uno recuerda la Venezuela-hotel de Cabrujas.

Y termina evocando la grandilocuencia vacía de nuestras élites de siempre. La que explota y la que en su ignorancia dice liberar. La romántica y salvaje que fundó este país. Que fue militar y abjuró de lo civil, y que como un ritornelo se repite para no acabar de irse nunca. Está la económica. La más frívola de las élites de América Latina. Que vale lo máximo que logró producir cuando trabajó en el siglo XIX y estuvo en el negocio del café: un millón doscientos mil sacos.

Unaccrochable Desde el punto de vista formal, Gisela desafía. Se sale de la norma. La filosa Gertrud Stein, en la Autobiografía de Alice B. Toklas, le decía a Hemingway cuando éste le leía sus relatos, que eran unaccrochables. (Unaccrochable es un cuadro cuando no sabes donde colgarlo). Eso nos pasó al principio con los textos de En rojo. El comentario merece una digresión: En Prodavinci nos correspondió curar Domingos de ficción, un espacio en el que seleccionábamos un cuento para ofrecer a los lectores como testimonio de la narrativa breve que se está haciendo en Venezuela. Gisela nos envía tres textos para la muestra. Los leemos y le escribimos que vamos a sugerir que los incluyan en otra sección de Prodavinci, sencillamente porque los percibíamos como pequeñas crónicas, reflexiones políticas, etc.

Algunos saben que nos asiste una concepción acaso demasiado severa del cuento. Lo estimamos el género más conservador, más estructurado, con reglas de hierro. Gisela insiste: son cuentos. Los releemos e insiste la duda. Finalmente decidimos: la profesora es ella y no vamos a hacer de esto un punto de honor. De modo que los incluimos. Pero claro, no teníamos el conjunto. Teníamos tres fracciones del mosaico. Y esta es otra característica del libro: En rojo es un gran trabajo en mayólica que se va revelando cuando sus partes se juntan.

Una suerte de collage realista.

Un compendio de cortos que conforman un gran documental de dramas mínimos, parciales, escritos en lenguaje llano, que al final se revelan como un testimonial.


Las fi cciones de este libro son preponderantes en un país que adolece, entre muchas, de una falencia: lee y relee la historia como un monstruo imposible de totalizar. En rojo es uno de esos textos próximos al abordaje de la Venezuela actual desde las posibilidades de la literatura, a sabiendas de que lo eterno subsiste en lo actual

Cada uno de ellos constituye una variable de la sorpresa. Textos desenfadados y libres, hechos de vigor y convicción. Su tono se va evidenciando en el conjunto y es en la composición donde se cristaliza la voz y ganan.

Son, en suma, la reseña ficcional de la substancia venezolana del aquí y el ahora, en la línea del calendario cortazariano pero sin la irrupción fantástica, porque lo hiperbólico de una nación loca, inmadura, autofágica, supera cualquier magnitud de lo que Roger Caillois describía como hecho fantástico: una expresión que se define a partir del contraste con lo real, en la confusión, en la duda que suscita la brecha entre las leyes naturales y la irrupción de un evento inconcebible, enigmático, inusitado. Porque ¿qué pasa cuando la realidad toda lo es? ¿Qué pasa cuando nadie se asombra ante lo injustificable, lo incomprensible, lo atrabiliario? La respuesta es sencilla: cuando esto pasa, se está en Venezuela, donde la realidad visita como lección de desengaño, como un ajuste de cuentas y nadie se percata.

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