lunes, 8 de agosto de 2011

Y TITIRITAMOS DESDE LEJOS


El Nacional - Domingo 03 de Agosto de 2003 B/17
“La astronomía es el estudio de la obra de Dios”
El barquisimetano Humberto Campins Camejo conquistó el reino de la NASA, conoció a Neil Amstrong e inmortalizó su propio nombre en el infinito cosmos
CLAUDIA FURIATI PÁEZ

La cruzada astronómica de Humberto Campins Camejo comenzó a los cinco años de edad, entonces no decía que quería ser astronauta sino tener un helicóptero para ir a Marte. Esta inquietud infantil se traduciría en su participación, con tan sólo siete años, en la Sociedad Astronómica de Venezuela que funcionaba en la plaza Lara de Barquisimeto. Allí, bajo la tutela de las hermanas Silveira, conoció lo básico de la astronomía.

Ya en Caracas, siguió las sugerencias de su padre de hacer un básico en la Universidad Simón Bolívar, lo que le permitió adquirir estándares de excelencia que le abrirían otras puertas: una beca del Conicit para estudiar Astronomía en Estados Unidos, con tan sólo 18 años de edad. Obtiene la licenciatura en Física y Astronomía en Universidad de Kansas (1977) y posteriormente el PhD. en la Universidad de Arizona (1982).

Estando allí presencia el paso del cometa West, fenómeno que le permite profundizar estudios sobre la composición del núcleo de estos objetos celestes.

Esto hizo posible que Campins dibujara su propia estela de triunfos profesionales: posdoctorado en la Universidad de Maryland (1984) financiado por la NASA, y una ascendente carrera académica y de investigación entre las universidades de Tucson, Arizona y Central de Florida (UCF) donde desarrolló un proyecto de la NASA para todo el estado. Actualmente, dirige el Centro de Ciencias Planetarias de la UCF, donde creará la licenciatura y el posgrado en el mismo campo; también es director del Observatorio Robinson de Orlando.

Su aporte al estudio de los cometas trascendió la frontera sideral, el asteroide 3327 fue bautizado por Edward Bowell con el nombre “Campins” en su honor (1987).

—¿Cuáles fueron las primeras señales que descifró del Universo?
—En 1965, durante una noche clara, desde una hacienda en Sarare (Lara), pude ver uno de los espectáculos más bellos de la historia astronómica: el cometa Ikeya-Seki. Su cola comenzaba a salir cuatro horas antes que su cabeza, la que finalmente se dejó ver al despuntar el alba. Tenía 10 años de edad, y fue entonces cuando despertó mi interés por estudiar los cometas.

—¿En qué momento tuvo contacto con uno de esos grandes observatorios?
—En 1977, siendo estudiante de posgrado en Tucson, Arizona, tuve la oportunidad de visitar el observatorio de Kitt Peak, famoso por albergar el mayor número de telescopios del mundo para ese momento. Entonces, mi interés de estudio se centró en las ciencias planetarias y me fui a la Universidad de Arizona. Allí contaba con los recursos para procesar los datos que había tomado del cometa West durante su paso por la tierra en 1976. Analizamos la fragmentación que sufrió su núcleo, especialmente la composición del polvo de cada uno de sus pedazos.

Fue mi tesis de posgrado, publicada bajo el patrocinio de la NASA.

—¿Cuándo profundizó su “idilio” con la NASA?
—En la Universidad de Maryland trabajé de forma estrecha con el Centro Goldan de la NASA.

Allí, tuve acceso a poderosos telescopios que transportan naves espaciales manejadas de forma remota, como el Internacional Ultraviolet Explorer. Es entonces cuando concibo mi propio proyecto, el cual fue respaldado por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos (equivalente al Conicit).

Y, al principio, fue el cometa

Humberto Campins explica que su interés por excavar en la densidad y la estructura de los cometas es por la amenaza, aunque leve, que encierran cada vez que se aproximan a la órbita terrestre (cada 3 a 10 millones de años).

—Una de esas ocasiones en que cometas o asteroides colisionaron sobre la superficie terrestre sucedió hace 65 millones de años, y provocó la extinción de las dos terceras partes de las especies, incluyendo a los dinosaurios. Por ello, aunque la nosotros como no corremos tal peligro, el hombre como especie sí, por lo que la humanidad debe prepararse para tal eventualidad.

Tenemos idea de como desviar un asteroide, por ser rocoso, pero no un cometa, dado que su estructura podría desmoronarse al tratar de hacerlo, convirtiendo en amenaza a cada uno de sus trozos.

—¿También vincula la composición del núcleo del cometa con elementos que pudieron originar el agua y la materia orgánica en la Tierra?
—Sí, porque más de la mitad de la masa de un cometa es agua densa (hidrógeno pesado o deuterio) y el resto es polvo (silicatos y materia orgánica no viva). Buscamos determinar si los cometas contribuyeron en la formación de los mares y océanos terrestres una vez que impactaron la superficie. Al chocar, se cree que se atomizaron en millones de partículas de denso hidrógeno, y que posteriormente se recompusieron en los mares, ríos y lagos.

Dios es el orden cósmico

— Viniendo de una familia profundamente católica ¿cómo asocia la creación divina con su explicación del origen de la vida?
—Para mi no hay ningún tipo de conflicto. La religión y la ciencia tienen su lugar en la vida de cada quien. Existe conflicto cuando una de ellas sobrepasa los límites de la otra. He trabajado con colegas jesuitas del Observatorio del Vaticano y no hemos tenido diferencias.

Para mí, Dios es el orden que tiene el Universo, es la condición que presenta el cosmos de unidad y energía entre todos sus elementos.

Creo que la astronomía es el estudio de la obra de Dios.

—¿Y en cuanto a la astrología?
—La astrología se ha mantenido como una disciplina netamente empírica. No es una ciencia. Respeto a los astrólogos que la asumen de forma seria, pero son minoría.

La mayoría de ellos se presta a la charlatanería.

— Hablando de literatura y realidad, ¿existe el asteroide de El Principito (B612) ?
—¡Existe! porque un colega descubrió entre Marte y Júpiter un asteroide con una luna y le puso el nombre de su autor, Atoine de Saint-Exupéry.

A los 11 años, tuvo el privilegio de conocer a Neil Amstrong, antes de su conquista lunar, en una reunión de la Asociación Venezolana del Avance de las Ciencias, en Caracas.

La patria desde el cosmos

—¿Conoce otros colegas venezolanos con buena estrella en el exterior?
—Hay varios venezolanos en Estados Unidos haciendo trabajos relacionados con el Espacio, algunos directamente con la NASA.

Conozco a Sabatino Sofia, profesor del Departamento de Astronomía de la Universidad de Yale. Además, está el Centro de Investigaciones de Astronomía, de la Universidad de los Andes, que mantiene un convenio con las universidades de Indiana y Yale, el cual les ha permitido hacer importantes descubrimientos cósmicos.

— Desde la perspectiva de un venezolano que ha pasado más de tres décadas fuera del país, ¿cómo lo percibe?
—Con mucha preocupación, no sólo porque el país está afectado, sino porque también lo están las instituciones que se ocupan de las ciencias. La ausencia de una política de Estado para las ciencias hace que el país sea condenado a un peor futuro.

—¿Qué mensaje envía a aquellos venezolanos talentosos que ven el exilio voluntario como única salida?
—Que no se desanimen. Soy optimista, creo que como Nación superaremos esta crisis. Y si necesariamente tienen que irse, les diría que no pierdan el contacto con la patria y sus raíces.

Impacto profundo

Su tutor en Maryland, Michel A’ Hearn, a quien ayudó en las observaciones sobre el cometa Halley en 1986, le pidió nuevamente apoyo para un proyecto de la NASA tan futurista como cualquier film de ciencia ficción acerca de objetos celestes a punto de colisionar con la Tierra. De hecho, su nombre es de película: Deep impact. Consiste en disparar un proyectil de cobre desde una nave espacial al cometa Tempel 1, el cual estará pasando cerca de la Tierra en julio de 2005. De ser exitosa, la destrucción de su núcleo permitirá a los investigadores descifrar, en vivo y directo, códigos de vida primigenia.

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