sábado, 6 de agosto de 2011

NOTA ACOTADA


EL NACIONAL - Sábado 06 de Agosto de 2011 Opinión/5
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
En torno a la muerte
FRANCISCO RODRÍGUEZ*

La muerte es cosa de mortales, valga la perogrullada; vale decir, de gente común y corriente como cualquiera de nosotros, no de los dioses del Olimpo o de héroes y semidioses, los cuales son eternos porque aunque mueran siempre vuelven a vivir, resucitan. Así, Jesús de Nazareth, Osiris-Horus; todos muertos y resucitados al tercer día. La muerte, ese hecho que no responde a ninguna razón humana sino a la propia razón de la vida, igual que ésta, no tiene ninguna explicación dentro de este contexto lógico. Simplemente constituye un terrible hecho de de-significación, de negación radical del significante que es la vida que nos deja solos y desnudos ante una situación tan terrible para el humano entendimiento como es la nada, el vacío total, dado el egocentrismo de la especie.

Por eso las religiones y los misticismos de todo tipo. Sin embargo, esto nos hace constatar el terrible hecho de darnos cuenta de que estamos solos ante la muerte. Incluso los dioses, héroes y semidioses, los cuales podrían estar más solos que los comunes mortales porque su existencia está sobresaturada de significaciones, propósitos, utopías y hombres nuevos por construir. Demasiado equipaje. Por eso y por otras razones, la muerte de Sigfrido de Wagner es tan patética.

(*) UDO/Bolívar

Amigo Francisco: Edgar Morin en su libro El hombre y la muerte (anda en su séptima edición) nos acerca a esta temática recurrente de la cultura occidental constatando los enigmas de este fenómeno en todo el transcurrir de nuestra historia. Como hemos sostenido recientemente, el debate un poco más terrenal referido a las dolencias del Presidente y sus implicaciones en el espacio público tiene dos componentes que deben ser procesados en equilibrio: la connotación personal ­intransferible­ que tiene esta cuestión de cara a la manera como se asume un proceso de sanación del cuerpo, por un lado; y los diversos entrecruzamientos de este mismo asunto en la gestión del Estado, por el otro. Me parece que la cuestión prioritaria debe estar centrada en la atención personal de este asunto de salud. Para ello es menester despejar de misterios y manejos erráticos todo lo que tiene que ver con el curso de este delicado asunto. Es preciso vencer la presión mediática y no caer en el juego de estar haciendo tratamientos por televisión. Tampoco es recomendable verse obligado a estar dando muestras constantes de fortaleza física y cosas parecidas. En este punto es necesario un manejo normal y sobrio en el que lo principal sea justamente el tratamiento efectivo de la enfermedad (sin ninguna concesión a los protocolos de palacio ni a las disciplinas burocráticas).

En el terreno propiamente político, se impone un esfuerzo redoblado de normalización de la gestión pública. Seguirán habiendo truculencias y manipulaciones de los sectores más desacreditados de la oposición.

Allí no hay mucho que pueda hacerse. También hay gente adversa al Gobierno que ha dado muestras de sensatez política, al evitar el juego sórdido con el tema de la enfermedad del Presidente. Ello indica que puede esperarse un cierto período de funcionamiento normal de la cuestión pública, sin zozobras ni timbres de sirenas.

La cuestión clave es que estos dos planos marchen en paralelo pero acompasados. Que los operadores cumplan cabalmente su función (en muchos casos es mejor que no expliquen porque enredan). Que el Presidente evalúe bien en qué cosas interviene sin interferir el proceso de su recuperación, que es prioritario. La dinámica cotidiana ejerce una enorme presión para involucrarse en cientos de cosas que parecerán urgentes (como siempre).

Es allí donde se impone una decisión férrea que no distraiga atención y energías a la cuestión vital: superar efectivamente el cuadro de la enfermedad.

Mientras tanto, el país se va acomodando a los nuevos datos de la situación; la agenda del tiempo que viene estará marcada por las distintas incidencias de este fenómeno extrapolítico. Dependiendo del curso de los acontecimientos directamente relacionados con la salud del Presidente, tendremos mapas situacionales completamente diferentes.

R. Lanz

Ilustración: Ingmar Bergman, escena de "El séptimo sello" (1956).

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