miércoles, 3 de agosto de 2011

PREMIACIÓN


EL NACIONAL - Martes 02 de Agosto de 2011 Cultura/3
ENTREVISTA El escritor recibirá hoy, en el Celarg, el Premio de Novela Rómulo Gallegos
Ricardo Piglia: "Los géneros populares son los grandes críticos del capitalismo"
En la obra galardonada, Blanco nocturno , el autor argentino redimensiona la novela negra tradicional
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ

Una sonrisa ladeada sobre la mejilla izquierda cambia la expresión de Ricardo Piglia.

No se parece a ninguna de las muecas que hace mientras habla. El gesto encadena un recuerdo, del año 1967, cuando vio por primera vez un libro suyo publicado. Se trataba de La invasión, que modificaba y agregaba relatos a la colección Jaulario, con la que había ganado, meses antes, el Premio Casa de las Américas.

Tenía 27 años de edad. Era su primera obra publicada y aunque ya sabía que su destino se había unido irremediablemente a las letras, no se imaginaba que sería uno de los escritores argentinos más importantes de su tiempo. Tampoco es un asunto que le preocupe, porque en medio siglo dedicado a su vocación aprendió que la literatura se sustenta en un pacto honroso con el fracaso.

"Hay que considerarlo como un elemento de la propia experiencia. Uno fracasa mientras escribe, porque imagina que puede hacerlo mejor. La vida está conectada con momentos en que se necesita asimilar los fracasos. El culto del ganador es algo deleznable: esa especie de suficiencia del ganador que se construye como personaje y que la cultura trabaja, hasta el punto de que a veces los escritores son más famosos que sus libros", reflexiona el autor que llegó el domingo a Caracas para recibir hoy a las 7:00 pm, en el Celarg, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por Blanco nocturno.

La misma obra ganó el fin de semana el Premio Hammet de novela negra de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos y el Premio de la Crítica española 2010. Su cuarta novela ­después de Respiración artificial, La ciudad ausente y Plata quemada­ comienza con el extraño asesinato del mulato puertorriqueño Tony Durán, que hace sospechar al comisario Croce que detrás del crimen hay motivos más profundos que los aparentes y comienza a descubrir, con la ayuda del periodista Emilio Renzi, el verdadero conflicto principal de la historia.

En un giro que cambia la historia de la novela negra y termina de vincularla con la de tipo político, descubre los apuros de Luca Belladona ­hermano de las gemelas amantes de Durán­ que se empeñaba en mantenerse en su fábrica automotriz, cuando sus socios querían vender el terreno para construir un centro comercial.

Croce descubre que nunca podrá hallar al asesino, pues se enfrenta con un complot.

"Luchamos para restablecer las causas y deducir los efectos, pero nunca podemos conocer la red completa de las intrigas", escribe el autor en la novela. Esa idea de conspiración invisible otorga el título a la obra, en una escena que describe a Croce y Renzi mientras atraviesan el llano en automóvil con la lámpara captahuellas encendida: "De pronto vieron una liebre, paralizada de terror, blanca, quieta en el círculo iluminado, como una aparición en el medio de la oscuridad". Como esa liebre, Luca Belladona estaba atrapado en una telaraña que terminaría por anularlo.

--En Blanco nocturno, el individuo percibe a la sociedad como un complot, ¿cómo describe este argumento la historia reciente de su país? --Parece como si la noción de complot hubiera sustituido la de destino. Antes se decía, con resignación religiosa, que el destino manejaba una situación. Ahora hay una idea más o menos política de la existencia de algún tipo de manipulación invisible. Eso nos ha puesto un poco paranoicos, no en el sentido psiquiátrico, sino en uno filosófico que nos pone a buscar las causas secretas de las cosas, pues siempre pensamos que hay algo oculto.

--¿Esta situación no es un humor de la posmodernidad? --No comparto esa especie de relativismo generalizado que es asociado con la posmodernidad.

--En su novela, Croce y Renzi son desdoblamientos del arquetipo del investigador, ¿cree que el hermeneuta es el personaje central de la actualidad? --El personaje del gran razonador es uno de los más grandes construidos por la literatura contemporánea. Su creador fue Edgar Allan Poe en el cuento "Los crímenes de la calle Morgue". El detective Chevalier Auguste Dupin es una figura intermedia, no es del todo policía ni criminal, pero tiene algo de los dos. Es, al mismo tiempo, un gran hermeneuta crítico de los funcionamientos sociales y lector de los discursos sociales. Su aparición es un acontecimiento cultural porque ha generado muchas réplicas y mutaciones que todos admiramos. El género que surgió con Poe captó algo del imaginario colectivo actual que se reproduce en los libros, las películas y la televisión.

--Su novela policial trasciende el género para convertirse en una de tipo político, ¿cómo dialoga su novela con la tradición de literatura política en Argentina? --Paradójicamente, los géneros populares son los grandes críticos del capitalismo. Si uno busca en la literatura las grandes críticas que se han hecho al funcionamiento de la sociedad capitalista, desde la década de los años veinte hasta ahora, hay que hablar de dos géneros populares. Uno, la ciencia ficción, que ha criticado el proceso de deshumanización y el modo en que la técnica interviene en la vida cotidiana. Otro es el policial que, más allá de la conciencia concreta de los escritores sobre este particular, critica los procedimientos de corrupción y manipulación asociados a los sistemas políticos. Estos géneros populares han renovado la discusión sobre literatura y política, poniéndole otra voz a la literatura social, tradición esta última que en América Latina es antigua y que se hacía cargo de los temas cotidianos de la política. En este contexto, la literatura de Roberto Arlt se ocupaba de los procedimientos de funcionamiento de la sociedad y ésa es la tradición de la que me siento más cerca.

Fotografía: Alexandra Blanco

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