sábado, 8 de enero de 2011

¿todavía inédito?





EL NACIONAL, Caracas, 17 de Mayo de 1998. Papel Literario
PAPEL LITERARIO
Nuño inédito
Juan Nuño se distinguió siempre por la originalidad de sus ideas y el modo de mostrar siempre el vértice exacto de la contradicción. Su consecuente presencia en los debates públicos le convirtió en uno de nuestros principales polemistas. Siendo español de nacimiento, Nuño asumió a Venezuela como suelo propio al punto de afirmar que no podría vivir fuera de Caracas, que nunca se iría del país, pues aquí se encontraban sus afectos. Los textos que siguen -representativos de su lenguaje y de su pensamiento complejo- fueron escritos poco antes de su muerte, en mayo de 1995. Hoy, al ser publicados por primera vez, damos cuenta de la vigencia de sus ideas
Juan Nuño

Latinoamérica

Si no para un balance, al menos para una fotografía instantánea, quinientos años es una buena ocasión.

Latinoamérica, Iberoamérica o como quiera denominarse a esta parte del continente americano colonizada otrora por los imperios español y portugués, vuelve a encontrarse tan dividida como lo estuvo en un principio remoto. La verdad es que ni siquiera en épocas de la Colonia se logró la unidad, pues cuando menos hubo siempre dos áreas o provincias o zonas de desigual desarrollo y extensión. Ahora, vuelven a ser numerosas y a disgregarse más, pues México, la antigua Nueva España, se está acercando estrechamente al Norte sajón, y en el Sur, Chile y los países del Río de la Plata hace tiempo que buscaron su andadura según modelos europeos. En el batiburrillo del Caribe, dominado por el concepto de "factoría" o momentáneo enclave abierto en la selva con ánimo de explotarlo y luego marcharse, un país, la Cuba socialista, intentó otra experiencia exótica, la soviética, pero a consecuencia del derrumbe del Imperio de los nuevos zares, se ha quedado en el más desolado aire de un incómodo limbo, con la carga de un caudillo hispánico, viejo y atrabiliario. Por si el desconcierto general fuera poco, el Perú, centro en su día del extenso Tahuantinsuyo, se encuentra desgarrado entre dos intentos opuestos de penetración asiática: o el terrible modelo camboyano del genocidio enloquecido de todo un pueblo o el imposible sueño tecnológico de una Corea del Sur o un Taiwán a la sombra del Japón protector y dominante.

A la Latinoamérica de hoy sólo la unen sus rasgos negativos, los cuales son tres: una creciente pauperización, una descapitalización perfectamente colonial y una inagotable inflación idelológica.

Latinoamérica se empobrece a ojos vista: ya son 180 millones de pobres, esto es, el 40 por ciento de su población, de los cuales más de la mitad, 100 millones, son niños. Junto con la pauperización avasallante, la mortalidad infantil galopante: un promedio de 60 por 1000 defunciones, salvo en Cuba y en Jamaica, que sólo tienen un 14 por 1000 (el promedio norteamericano es de 13 por 1000).

Latinoamérica se descapitaliza por la doble acción de su deuda y las fugas continuas de capital. En total, debe casi medio billón (460.000 millones) de dólares, habiendo aumentado la deuda global del Continente en un 20 por ciento en los últimos dos años. Al mismo tiempo, otros 200.000 millones de dólares han volado fuera hacia las arcas de bancos extranjeros. La ingenua historiografía colonialista suele presentar al período colonial como el tiempo rapaz en que las potencias conquistadoras (España, Portugal) esquilmaban a los pobres países americanos despojándolos de sus riquezas minerales, sobre todo, el oro y la plata. ¿En qué han cambiado las cosas después de las independencias? Las elites gobernantes siguen haciendo lo mismo incansablemente: Sacan el oro, la plata, el petróleo y los dólares hacia la seguridad de otros países.

En Latinoamérica, cada vez es mayor la brecha ideológica entre lo que se dice y la realidad. Bellos discursos, huecas palabras, encendida retórica, golpes de pecho constitucionalistas en defensa de las supuestas libertades. La realidad es muy otra: desde las desapariciones de la guerra sucia del Sur hasta los asesinatos de Guatemala y El Salvador pasando por la eliminación progresiva y sostenida de las etnias indígenas practicada sistemáticamente por los descendientes de los nobles y aguerridos criollos que crearon las nuevas patrias. Latinoamérica es un continente de horrores, crímenes y atropellos sin límite.

Hay que repetirlo: no es un balance, apenas una instantánea. Se confirma el dictum de Borges, pero valedero para toda la región: ser latinoamericano es verdaderamente un "acto de fe".

Ni Marx ni Jesús

Tal fue el título de una de las mejores obras de Jean-François Revel, allá por los espléndidos 60. La idea era simple: ni el totalitarismo comunista ni la intransigencia religiosa. Revel no lo decía, pero no era difícil adivinarlo: el marxismo era la última religión judeo cristiana, otra herejía más, salida del mismo tronco. Por aquellas fechas, un rabino americano, Richard L. Rubinstein, publica otro libro de denuncia: The Cunning of History, (La astucia de la historia) en clara alusión hegeliana. No dejaba de ser notable que fuera un rabino quien echara la culpa al monoteísmo de todos los totalitarismos que ha padecido el mundo. Si se comienza con ideas abstractas (¿hay algo más abstracto que la nación de un Dios, único, solo, sin atributos materiales, separado del mundo?), se termina adorando abstracciones dañinas, como Estado, raza y otras no menos peligrosas. En los 60, quienes se oponían al totalitarismo marxista, al ser consecuentes, entendieron que también tenían que atacar la raíz de esa perversión; la religión monoteísta, en cualquiera de su triple presentación. Pero mucho antes que un Revel o un Rubinstein, Bertrand Russell, al final de los 20, había dejado establecido claramente por qué no era ni podía ser ni comunista ni cristiano.

Habiendo casi desaparecido el marxismo, ¿qué actitud tomar con el molde del que éste saliera? No se trata de una elucubración forzada. Lo que todavía nos parecen dominios separados se le presentarán al visitante marciano que es el historiador del futuro como caras de la misma moneda. El mérito de los Russell, Revel & Cía., es haberlo visto así, cuando todavía las brumas impiden distinguir contornos y percatarnos de las profundas indentidades subyacentes en ambas posiciones. Verdad única, exigencia de sacrificio, intolerancia, sentido sectario, poder material, proselitismo, organización jerárquica, autoridad indiscutida, todo les une y configura. No es casual que tanto la Iglesia como el naciente comunismo, a fines del pasado siglo, lucharán de frente con el liberalismo y la democracia. La diferencia viene dada por la mayor capacidad asimilativa de la religión. Ha sabido plegarse a la mayoría, de momento, y ahora se encuentra estimulada por la perspectiva de ocupar el espacio dejado a la caída del marxismo. Si en los países excomunistas surgen fuertes movimientos religiosos, eso sólo probaría que siguen intactos los reflejos intolerantes y excluyentes. Fuera de la órbita marxista, no deja de ser sintomático que hayan sido los países de raigambre católica los más proclives al terrorismo individual o del Estado, cuando no ambos: Irlanda, Argentina, Italia y, en España, el País Vasco. Verdadera cara del auténtico cristianismo: combativo, intransigente y destructor. Los templos de la India no corrieron en manos islámicas mejor suerte que la que padecieron los templos precolombinos a manos de los evangelizadores. El drama del comunismo es que, en tanto fenómeno religioso, llegó algo tarde: un poco antes en la Historia y a estas horas sería otra respetable religión occidental. En realidad, con su caída, sólo se está asistiendo al declinar de una forma de monoteísmo.

El fondo del problema no es la ideología, sino la religión. En cierto modo, Revel se equivocó al poner en el mismo plano a los personajes. La clave es: sin Jesús no habría Marx. Y sin Moisés, ni Jesús ni Mahoma ni Marx.

Fotografía: entre la remoción de los libros en casa (LB)

No hay comentarios:

Publicar un comentario