lunes, 10 de enero de 2011

páginas rojas





EL NACIONAL - Domingo 09 de Enero de 2011 Siete Días/7
Breve historia del Libro rojo
SIMÓN ALBERTO CONSALVI

1936 fue uno de los grandes años de la historia venezolana. Lo precedieron 35 años de dictadura andina, bajo los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Aun cuando se prestó a divergencias, la afirmación de Mariano Picón Salas de que Venezuela había ingresado al siglo XX con 35 años de retraso no carecía de cierto fundamento.

1936 se consagró por la riqueza del debate político, por la decisión popular de no darles tregua a los remanentes del antiguo régimen y por avanzar hacia la democracia, en medio de enormes dificultades. Una de las armas más efectistas para reprimir a los sectores democráticos fue el fantasma del comunismo. Acusar de comunista a un joven político no implicaba sólo sacarlo del juego, sino también sentenciarlo al castigo.

El comunismo como propaganda había sido prohibido por la Constitución de 1931, la última del general Gómez. Pero en la reforma constitucional del 36, aquella prohibición tomó características mucho más severas y se convirtió en un instrumento discrecional de represión e intolerancia. De modo que los "traidores a la patria" ahora podían ser castigados con el destierro por el término de un año, lo que, en el fondo, equivalía a la inhabilitación política. La presencia en el país de quienes profesaran la tal doctrina era una amenaza para el Estado, la religión y la familia.

En agosto, el cotarro político fue sacudido por la noticia de la aparición de un libro sin pie de imprenta titulado La verdad de las actividades comunistas en Venezuela, inmediatamente identificado como Libro rojo.

El editor resultó ser el Servicio Secreto de Investigaciones, o sea, la policía política del régimen. Había sido impreso de manera impecable en la Litografía del Comercio de don Pío Schlageter.

Unos periódicos se escandalizaron, otros se regocijaron. El semanario Fantoches lo consideró "biblia de la infamia", en tanto el diario La Esfera lo reprodujo en entregas sucesivas respaldando su contenido con notas editoriales que pintaban Venezuela como un país al borde del abismo.

Nadie escapó entre los sectores democráticos de cargar con el sambenito, en especial aquellos que habían regresado al país a la muerte de Gómez. Pero, ¿de qué trataba en última instancia aquel extraño y temible libro que mostraba las fotos de los denunciados? Su fuente principal fueron los papeles de los jóvenes del 28 exiliados en Barranquilla. Estaban a cargo de Raúl Leoni, quien los puso a buen recaudo en el Palace Hotel en el momento de regresar a Venezuela con precipitación, muerto el dictador. Un espía que por allí andaba les puso el ojo y los trajo a Caracas. Otros eran documentos interceptados por la Prefectura del Departamento Libertador, o las pesquisas del espionaje de Gómez todavía en funcionamiento. Entre estos, papeles sobre los orígenes, en este caso sí, del Partido Comunista.

Cuando en 1937, tiempo después de la aparición del Libro rojo, el presidente López Contreras decide expulsar del país a 47 líderes populares, la acusación no será otra que la de "comunistas perturbadores de la paz pública". Buen número de ellos estaban en las páginas del catálogo rojo.

De modo y manera que el Gobierno exprimió el libro como una naranja. Los sectores más conservadores, concertados alrededor de La Esfera, nunca cesaron en la campaña.

"Comunistas", en una palabra y según los cánones de la "biblia de la infamia", resultarían todos aquellos que abogasen por la reforma de la Constitución y la elección directa y secreta del presidente; los que postularen la reforma educacional, como Luis Beltrán Prieto; los que criticasen a las todopoderosas compañías petroleras, como Rómulo Betancourt; los que condenasen la censura de prensa, o los trabajadores que invocaran el derecho de huelga.

Entre los papeles que suscitaron mayor interés se contaron los robados a los desterrados. Allí copiaban cartas de Rómulo Betancourt, Isaac J.

Pardo, Mariano Picón Salas, Raúl Leoni, Valmore Rodríguez, Salvador de la Plaza, entre otros. Gente de ideas plurales que entonces procuraban "una doctrina para Venezuela". Paradójicamente, difundió un documento clandestino como el Plan de Barranquilla.

El presidente Eleazar López Contreras fue el gran inspirador del Libro rojo. Una década después, cuando en 1947 libraba sus batallas contra la Junta Revolucionaria de Gobierno, y se vio precisado a confesar ante Estados Unidos que conspiraba contra el régimen venezolano pero sin violar las leyes norteamericanas (su nombre había sido mencionado en documentos decomisados allá), el general adjuntó a su declaración un ejemplar del Libro rojo para demostrarles a los estrategas de Washington que los revolucionarios de octubre "eran comunistas". Esta declaración del ex presidente fue encontrada por la historiadora Margarita López Maya en los archivos de Estados Unidos.

Muchas (y cómicas) fueron las vueltas y revueltas del Libro rojo.

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