martes, 10 de agosto de 2010

de uno y otro lado, el proceso cubano


Medidor de todas las cosas: la historia la absorberá
Luis Barragán


Una rápida revisión de la prensa venezolana de entonces, revela el entusiasmo y la devoción que provocó el parto de la revolución cubana entre nosotros. No hubo acontecimiento semejante en el mundo entero que produjera tamaña demostración de fe en los protagonistas del derrumbe del batistato, en el descenso de una montaña que tampoco se explicaba sin el concurso de todas las corrientes democráticas de la ciudad.

Surgió el mito definitivo de nuestras redenciones en este lado del planeta, con tal fuerza que la menor de las dudas, el más modesto gesto de disidencia, alguna diferencia de interpretación, significaba hacerse inmediatamente enemigo de toda la humanidad. E, incluso, muy bien lo ilustra el extraordinario medio de expresión de un grupo de académicos que, en nota editorial suscrita poco después de la Primera Declaración de La Habana, refería: “Una de las muchas virtudes de la Revolución Cubana reside en su valor de criterio para calibrar la posición política de quienes a ella se acercan” (Caracas, nr. 3 de sep-oct de 1960; comité de redacción: Orlando Albornoz, Germán Carrera Damas, Gustavo Carrera, Rafael Di Prisco, Pedro Duno, Marisa Kohn de Baker, Juan Nuño, Antonio Pasquali y Federico Riu).

Tardará varias décadas la implosión de la Unión Soviética y de la Europa Oriental, revelándonos al final toda la realidad de un proyecto descompuesto, pero el régimen cubano soportará el acontecimiento, gracias a una inmensa destreza diplomática unida a su victimización, por obra del bloqueo estadounidense. Eternizado como promesa, el régimen y sus personeros, despuntando un siglo diferente, halló también en la renta petrolera venezolana su mejor póliza de supervivencia, recobrando o – mejor – simulando la esperanza que alguna vez representó.

Reimpuesta como medida de todas las cosas, baremo de lo que es y no es humano, de lo patriótico y apátrida, la aún llamada revolución cubana ejerce una influencia que va más allá de un episodio romántico, comprometiendo nuestra seguridad y defensa en áreas vitales que muy ejemplifican los organismos especializados en nuestra identificación y extranjería, la importación masiva de alimentos o la mismísima remodelación del casco histórico de Caracas. Para La Habana, el mantenimiento de Chávez en el poder constituye una poderosa razón de Estado, aunque pudiera resultar el beneficiario final con la desaparición física o política de ambos Castro, no siendo tan descabellada la idea de una definitiva integración de ambos países añadido el “territorio liberado” por las FARC.

Aquella Cuba que, por ejemplo, celebrara tanto nuestro Aquiles Nazca, supuestamente autocrítica, erigida como escuela moral antes que política del continente, escala de toda bondad y maldad, devino grotesca caricatura que – en el fondo – teme al chavezato que la absorberá, tanto como de la deserción masiva de los médicos o deportistas que ha colocado en todos los rincones de Venezuela. Acaso, lo único que sirve (y les sirve), es para distinguir quién está con el gobierno y quién con la oposición, aunque los más fervorosos fidelistas del patio prefieren acudir y acuden a una clínica privada, en lugar de los módulos y centros atendidos por cubanos cuando suenan las campanas de una emergencia (y ni siquiera, eso…).

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2010/08/medidor-de-todas-las-cosas-la-historia-la-absorbera/
ión
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=681148
Ilustración:

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