martes, 17 de agosto de 2010
gomesismo
EL NACIONAL - Sábado 14 de Agosto de 2010 Papel Literario/4
Vuelta a la narrativa gomesiana
DIAJANIDA HERNÁNDEZ G.
Quien se haya asomado al volumen de cuentos Viudos, sirenas y libertinos (Editorial Equinoccio, 2008), de Miguel Gomes; quien los haya saboreado; quien haya recorrido ese mundo contenido en cientos de páginas de papel y ahora se acerque al más reciente libro de cuentos de este autor, El hijo y la zorra (Mondadori, 2010), puede sentir que volvió a un mundo conocido, que está regresando a una casa familiar. Ese mundo cuidadosamente amoblado, complejo y fino en al arte de narrar de Viudos, sirenas y libertinos dialoga con el construido en El hijo y la zorra, pero ahora con una pequeña vuelta de tuerca, con ese escalón que sube con cada libro Miguel Gomes, quien título tras título va perfeccionando su técnica y va complejizando su mirada de la realidad.
La reciente publicación alarga la malla del ciclo narrativo de Gomes, para usar sus propios términos.
En esta nueva colección de relatos Gomes presenta siete piezas en las que vuelve a los temas que ya podríamos anotar como propios de su escritura. Unos están presentes con más fuerza que otros, pero todos están allí para reconfirmar el catálogo del imaginario ficcional gomesiano. Nuevamente el autor nos acerca a la cotidianidad y su dura mecánica; a las complejas relaciones familiares; al cuerpo y a cómo las personas nos relacionamos con él; a la soledad; a las prácticas intelectuales y a ese humor particular y áspero que llama al lector. No se crea que estamos ante un volumen que repite, no, lo que más sorprende de Gomes es su capacidad para ir subiendo el nivel de su narrativa, para dar giros sin abandonar los tópicos que le interesan.
El hijo y la zorra narra historias que no podría decir que son felices pero que tampoco les queda la etiqueta de infelices. Están en un punto medio, ese que toca con precisión de cirujano las vetas de la realidad. Son historias que cuentan asuntos cotidianos, de lo singular del cotidiano, de lo difícil del día a día, con personajes que dan la sensación de vivir por una extraña inercia, que enfrentan un día a día lioso y difícil. En medio de ese ambiente la mecánica cotidiana se traba, se sobresalta o se acelera y se producen los momentos que Gomes recrea con su pluma. Son tramas singulares, que sorprenden pero que no permiten dudar de su factibilidad.
Lenguaje preciso, descripciones minuciosas, pinceladas de humor inteligente y, como dije antes, áspero; atmosferas bien armadas; diálogos pertinentes, imágenes potentes, intertextualidad, finales que apuntan al vacío a ese juego con la indefinición (que no es tal), personajes elaborados, los elementos del universo narrativo de Gomes están cuidados con esmero para regalarle al lector un rato grato, en ese mundo que no es ajeno y por el que puede caminar con propiedad.
Lectura de vía libre.
EL NACIONAL - Sábado 14 de Agosto de 2010 Papel Literario/4
Virginia Riquelme
Espiral gomesiano
Cada vez con más frecuencia el nombre de Miguel Gomes suena más y más fuerte. Publicaciones consecuentes de sus ensayos y de sus relatos, así como el reciente premio de Concurso Anual de Cuentos de El Nacional hacen que este venezolano vaya construyendo una carrera sólida que lo ha convertido en mención obligatorio cuando se habla de narrativa venezolana actual.
De este modo, la reciente publicación de El hijo y la zorra viene a engrosar la obra que exclusivamente en cuento viene haciendo Gomes. Leer el conjunto de los siete relatos que integran el volumen ("La espera", "El mundo del silencio", "Cuento que da cáncer", "Berlín 2001", "La novia del plata", "Bernardo" y "El hijo y la zorra") es tarea grata, pues estos cuentos vienen a confirmar una idea que ya se dibujaba claramente en su publicación anterior, Viudas, sirenas y libertinos (Equinoccio, 2008): Miguel Gomes no publica colecciones de cuentos sino cuentiarios, son conjuntos orgánicos, con interreferencialidad, pero donde cada cuento posee cuerpo propio. Estos y todos los cuentos de Gomes tienen resonancia, a la vez que una concepción estelística y formal perfectamente trazada. Tal concepción tiene que ver con lo que el mismo Gomes ha llamado "ciclos narrativos". Son ciclos en la medida en que todos los cuentos del conjunto establecen vínculos entre personajes, escenarios comunes, "interés por el cuerpo y el erotismo, por la condición migrante y por las prácticas intelectuales y académicas, la exploración de la soledad de los hombres, el humor inteligente y cómplice y la atención al lenguaje" (Como acota Carlos Pacheco en la presentación a Viudas, sirenas y libertinos, página 8). El mismo Gomes ha afirmado que existen elementos textuales, no sólo en sus relatos sino en los de otros escritores, que "no unen literalmente el conjunto de cuentos, pero permiten al lector hacerlo si lo desea".
De ahí que, llegar a los relatos de El hijo y la zorra es, de alguna manera, continuar con un camino que se había abandonado por un momento y ahora puede retomarse.
En este sentido, estamos ante relatos que bien pueden leerse individualmente fuera del volumen, pues su unidad de sentido es completa y no necesitamos de la referencialidad del ciclo narrativo en su totalidad para entender y conocer las historias que se cuentan en cada texto. Pero, el conjunto, leído de principio, da una percepción mayor de un mundo complejo donde podemos obtener una visión más completa del universo gomesiano; los personajes que pasan de un cuento a otro, de un libro a otro, se transforman, pero no porque el narrador los replantee o porque se diga más o menos de ellos, sino porque son vistos por un nuevo personaje: conocemos más del primero porque tenemos la visión de otro.
Es preciso observar la obra de Gomes en conjunto, ver paso a paso cómo se erige un mundo narrativo que de manera arbórea va desplegando relatos sin separarse de su eje.
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