martes, 31 de agosto de 2010

frente a la arrogancia


NOTITARDE, Valencia, 28 de Agosto de 2010
Humildad vs arrogancia (Lc. 14, 1.7-14)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio que se proclama en la Iglesia este domingo nos relata que Jesús fue a comer en casa de un jefe fariseo, mientras estaba allí observó cómo los invitados que iban llegando elegían los puestos de honor; por eso, Él pronuncia unas palabras con el fin de presentar dos actitudes que son claves en la vida de un hombre virtuoso y/o religioso y/o que profesa su fe en Dios. Por una parte, está la humildad, que se contrapone a la arrogancia o soberbia o lo que es lo mismo, el creerse más que los demás y el pensar que merece honores y reverencias. Por eso, Jesús dice la sentencia: "Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". La segunda actitud, es el amor desinteresado con el prójimo; especialmente con el más necesitado.
Jesús había logrado fama, era considerado un maestro judío, sin haber pasado ni estado en una escuela rabínica; su sabiduría, lenguaje y actitud eran reconocidas por todo el Pueblo de Israel: "Habla, como quien tiene autoridad". Tanto era así, que los jefes religiosos lo invitan a sus casas para escucharlo, para conocerlo, para estar al día con los acontecimientos y pretender querer descubrir si realmente este hombre que tenían delante de sus ojos era el Mesías esperado. A este grupo de personas también les habla El Señor, los exhorta, los enseña, con la autoridad de su propia vida. Por eso, la primera parte del evangelio de hoy es un consejo para todos los comensales, dicho en parábolas y donde los invita a la humildad. La segunda parte, es una sugerencia al anfitrión; invitándolo a la caridad, al servicio con los más necesitados; sin buscar nada más que cumplir la voluntad de Dios.
La enseñanza es clara para nosotros los cristianos de hoy; el discípulo-misionero, necesita vivir en humildad, no en arrogancia ni soberbia. La sencillez, una vida "llana", es exigencia clave frente al Reino de los cielos; al estilo propio de Nuestro Señor, Jesucristo; que siendo rico se hizo pobre; siendo Dios, se hizo hombre; siendo Rey, se hizo esclavo; siendo inocente, tomó el puesto del pecador; siendo el dueño de la vida, se sometió a la muerte en cruz y todo esto por amor a la humanidad, por salvar al hombre sumergido en el pecado y la condena eterna. En la humildad, el discípulo se hace uno con su divino Maestro, en la sencillez de cada día lo encuentra y es capaz de transparentar el verdadero rostro de Dios que viene al encuentro del hombre a brindarle su amor y salvación. Así mismo, como lo enseña la segunda parte del evangelio de hoy, donde Jesús instruye al fariseo que lo invitó a su casa; el discípulo-misionero, necesita vivir el amor desinteresado, sin cálculos, sin buscar recompensas o asegurando prebendas para el futuro. Dios es gratuidad, don, regalo; su amor es sin medida, de la misma manera necesitan vivir los que profesan su fe en Él. Por tanto, la vida del cristiano que sigue a Cristo, necesita ser una vida entregada en la humildad, en la sencillez y en un amor sin cálculos ni egoísmos; dando al otro de lo que se tiene, sin esperar recompensas.
Por supuesto, que en una sociedad materialista, consumista e individualista y competitiva como la nuestra, las actitudes que nos propone el evangelio de hoy, se hacen difíciles de vivir para aquellos que han entregado vida, alma y corazón a los bienes y honores de este mundo; en cambio, para los que saben trascender y entender que no sólo esto es necesario para la vida y dan el salto hacia la humildad, el desprendimiento, la libertad y la caridad. En efecto, el cristiano humilde y desprendido es aquel que sabe reconocer sus limitaciones, sus sombras y por eso, camina en la verdad de su propia vida, en la sencillez y comparte desinteresadamente y en generosidad con los demás; al estilo de Cristo, Nuestro Señor, que nos quiere libres, no esclavos de apariencias, de soberbias, de cálculos o consumismos. Necesitamos recordar que todo en la vida y nuestra propia vida es don y gracia, que somos criaturas, que somos "humus" o tierra (de donde se deriva la palabra humildad) y que no podemos creernos más que nadie, ni pretender ocupar el puesto de Dios.
IDA Y RETORNO: ¿Existen los ángeles? ¿Quiénes son los ángeles? ¿Podemos invocar a los ángeles? El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento mencionan o dan prueba de la existencia de los ángeles como criaturas de Dios; de naturaleza espiritual, encargados de llevar un mensaje o cumplir una misión en su nombre o anunciar una buena noticia; jamás ocupan su lugar o lo usurpan. Ellos están constantemente alabando a Dios, glorificando su nombre y no reciben la gloria para sí. Dios nos ha colocado un ángel guardián que tiene la misión de acompañarnos en nuestra vida y a quien podemos invocar cada día como amigo y compañero en el camino de nuestra existencia; desde que nacemos hasta nuestra muerte (Mt.18,10 ; Lc.16,22). Los ángeles, según Col. 1,16, se dividen en clases: Tronos, dominaciones, principados, potestades, ángeles, arcángeles, querubines

Ilustración:
Manuel Mampaso "Abstracto" / Óleo sobre tabla Medidas50x70
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NOTITARDE, Valencia, 28 de Agosto de 2010
Humildad vs arrogancia (Lc. 14, 1.7-14)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio que se proclama en la Iglesia este domingo nos relata que Jesús fue a comer en casa de un jefe fariseo, mientras estaba allí observó cómo los invitados que iban llegando elegían los puestos de honor; por eso, Él pronuncia unas palabras con el fin de presentar dos actitudes que son claves en la vida de un hombre virtuoso y/o religioso y/o que profesa su fe en Dios. Por una parte, está la humildad, que se contrapone a la arrogancia o soberbia o lo que es lo mismo, el creerse más que los demás y el pensar que merece honores y reverencias. Por eso, Jesús dice la sentencia: "Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". La segunda actitud, es el amor desinteresado con el prójimo; especialmente con el más necesitado.
Jesús había logrado fama, era considerado un maestro judío, sin haber pasado ni estado en una escuela rabínica; su sabiduría, lenguaje y actitud eran reconocidas por todo el Pueblo de Israel: "Habla, como quien tiene autoridad". Tanto era así, que los jefes religiosos lo invitan a sus casas para escucharlo, para conocerlo, para estar al día con los acontecimientos y pretender querer descubrir si realmente este hombre que tenían delante de sus ojos era el Mesías esperado. A este grupo de personas también les habla El Señor, los exhorta, los enseña, con la autoridad de su propia vida. Por eso, la primera parte del evangelio de hoy es un consejo para todos los comensales, dicho en parábolas y donde los invita a la humildad. La segunda parte, es una sugerencia al anfitrión; invitándolo a la caridad, al servicio con los más necesitados; sin buscar nada más que cumplir la voluntad de Dios.
La enseñanza es clara para nosotros los cristianos de hoy; el discípulo-misionero, necesita vivir en humildad, no en arrogancia ni soberbia. La sencillez, una vida "llana", es exigencia clave frente al Reino de los cielos; al estilo propio de Nuestro Señor, Jesucristo; que siendo rico se hizo pobre; siendo Dios, se hizo hombre; siendo Rey, se hizo esclavo; siendo inocente, tomó el puesto del pecador; siendo el dueño de la vida, se sometió a la muerte en cruz y todo esto por amor a la humanidad, por salvar al hombre sumergido en el pecado y la condena eterna. En la humildad, el discípulo se hace uno con su divino Maestro, en la sencillez de cada día lo encuentra y es capaz de transparentar el verdadero rostro de Dios que viene al encuentro del hombre a brindarle su amor y salvación. Así mismo, como lo enseña la segunda parte del evangelio de hoy, donde Jesús instruye al fariseo que lo invitó a su casa; el discípulo-misionero, necesita vivir el amor desinteresado, sin cálculos, sin buscar recompensas o asegurando prebendas para el futuro. Dios es gratuidad, don, regalo; su amor es sin medida, de la misma manera necesitan vivir los que profesan su fe en Él. Por tanto, la vida del cristiano que sigue a Cristo, necesita ser una vida entregada en la humildad, en la sencillez y en un amor sin cálculos ni egoísmos; dando al otro de lo que se tiene, sin esperar recompensas.
Por supuesto, que en una sociedad materialista, consumista e individualista y competitiva como la nuestra, las actitudes que nos propone el evangelio de hoy, se hacen difíciles de vivir para aquellos que han entregado vida, alma y corazón a los bienes y honores de este mundo; en cambio, para los que saben trascender y entender que no sólo esto es necesario para la vida y dan el salto hacia la humildad, el desprendimiento, la libertad y la caridad. En efecto, el cristiano humilde y desprendido es aquel que sabe reconocer sus limitaciones, sus sombras y por eso, camina en la verdad de su propia vida, en la sencillez y comparte desinteresadamente y en generosidad con los demás; al estilo de Cristo, Nuestro Señor, que nos quiere libres, no esclavos de apariencias, de soberbias, de cálculos o consumismos. Necesitamos recordar que todo en la vida y nuestra propia vida es don y gracia, que somos criaturas, que somos "humus" o tierra (de donde se deriva la palabra humildad) y que no podemos creernos más que nadie, ni pretender ocupar el puesto de Dios.
IDA Y RETORNO: ¿Existen los ángeles? ¿Quiénes son los ángeles? ¿Podemos invocar a los ángeles? El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento mencionan o dan prueba de la existencia de los ángeles como criaturas de Dios; de naturaleza espiritual, encargados de llevar un mensaje o cumplir una misión en su nombre o anunciar una buena noticia; jamás ocupan su lugar o lo usurpan. Ellos están constantemente alabando a Dios, glorificando su nombre y no reciben la gloria para sí. Dios nos ha colocado un ángel guardián que tiene la misión de acompañarnos en nuestra vida y a quien podemos invocar cada día como amigo y compañero en el camino de nuestra existencia; desde que nacemos hasta nuestra muerte (Mt.18,10 ; Lc.16,22). Los ángeles, según Col. 1,16, se dividen en clases: Tronos, dominaciones, principados, potestades, ángeles, arcángeles, querubines

Ilustración:
Manuel Mampaso "Abstracto" / Óleo sobre tabla Medidas50x70

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