martes, 17 de agosto de 2010

de travesías


EL NACIONAL - Domingo 15 de Agosto de 2010 Opinión/9
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sin debate no hay nada
"Mi libertad es sintonía ­que no es identidad ni uniformidad­ de mi deseo con el deseo de otros, un deseo que no surge de la carencia, sino de la afirmación de ser, de una plusvalía de deseo".
Enzo Del Bufalo: Notas de babilonia, p. 752
RIGOBERTO LANZ

Para mucha gente zambullida en el frenesí de "la práctica" la discusión puede aparecer como un estorbo, sobre manera, aquellos debates que ponen en cuestión las creencias más rupestres y los consuelos ideológicos que dejan dormir tranquilos a tantos funcionarios que no entienden casi nada.

Pero debatir es otra cosa, no se trata de la majadería de llevar la contraria, ni de la manía de dejar constancia de opiniones. Los debates existen porque la vida es ella misma una compleja trama de contradicciones, porque somos diferentes (afortunadamente), porque la uniformidad de visiones es siempre sospechosa.

Alienar un punto de vista por cálculos pragmáticos ha sido la desgracia de todo aparato.

Adosarse a la línea oficial ha sido históricamente el expediente de los oportunistas. Hipotecar la autonomía crítica del pensamiento ha sido desgraciadamente la fatalidad de la izquierda burocrática en todo mundo. La primera regla de oro para derrotar el pragmatismo ciego es habilitar espacios de debate, crear condiciones apropiadas para que las discusiones fluyan (hay muchos debates falsos). Normalmente los aparatos de poder son alérgicos a cualquier debate serio. Por eso hay que ganar la batalla primaria de contar con espacios para el debate, el clima y las condiciones para que no se escamoteen las discusiones que importan. Ello acredita los más disímiles esfuerzos por abrir ventanas que aireen la polémica, que faciliten el libre juego de tendencias intelectuales, que propicien la libre circulación de las ideas, en fin, que den vida a la diversidad ético-epistémica que es consustancial a la idea misma de emancipación radical.

Donde no se debate reinan los automatismos despóticos de espíritus cosificados. Donde no hay discusión lo que prima es la lógica del poder burocrático: el practicismo, el tareismo, el seguidismo, la vida instruccional de todos los aparatos del viejo Estado, etc.

Una cultura del debate nace de otras fuentes y de otra sensibilidad. Para que haya debate de ideas es menester tener ideas. Allí comienzan los problemas: no abundan los militantes bien formados, los ciudadanos cultos, la gente con apropiados equipamientos intelectuales como para hacerse presentes en los debates que marcan rumbos. En su lugar, a causa de la ramplonería reinante, se propicia la lógica del coro, el consignismo y las recetas ideológicas simples, la igualación por abajo y la consiguiente masificación de los lemas oficiales.

La ausencia de debates serios equivale a la liquidación anticipada de todo chance de cambio cultural (el verdadero lugar de los cambios revolucionarios). Prácticas y discursos envueltos en sonoridades "revolucionarias" van y vienen con gran facilidad. No hay voluntad de fraude en esta inquietante paradoja, lo que hay es la fatalidad de un proceso que no ha puesto suficiente empeño para encarar la tarea mayor de la formación de la gente, de la elevación del nivel intelectual, de la complejización de los problemas que enriquece las opciones. El facilismo de compactar la mediocridad en coros bulliciosos es un espejismo que rentabiliza políticamente pero que pospone lo que es esencial: nada remplaza una sólida formación intelectual.

Mientras tanto hay que cargar con lo que hay, abrirse paso en la adversidad de las incomprensiones, no ceder a los chantajes del pragmatismo, ninguna concesión al paradigma de la simplicidad. Hay que animar esta "aburrida travesía" (así la llama el amigo Javier Biardeau) tensando los lugares comunes, haciendo las preguntas inconvenientes, poniendo en evidencia lo que la fuerza bruta escamotea sistemáticamente.

"A tres manos" es justamente ese intento de promoción del debate por encima de las grillas y las camorras. Con la energía y la pasión con las que vibra cada cual, en los estilos y maneras que imprime cada colega a su manera de pensar.

Depende de nosotros la fecundidad y la trascendencia de lo que aquí discutimos.

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