jueves, 5 de agosto de 2010

la crisis venezolana de los museos ... venezolanos


EL NACIONAL - Sábado 31 de Julio de 2010 Papel Literario/2
Sobre la crisis de los museos
Funcionario con ínfulas de artista
JULIO PACHECO RIVAS

Lo peor que puede ocurrirle a las artes visuales, desde el punto de vista del desarrollo de una gestión museística o del diseño de una política que regule la actividad, función y misión de los museos, es la llegada al poder de un funcionario con ínfulas de artista; de un individuo que pretenda manejar el arte, su forma de mostrarlo, su sentido, su valor y lectura históricos en tanto que elementos de expresión particulares; materiales para la ejecución de una obra, de un gran fresco personal.

Si a esta lamentable fatalidad unimos (se acumula en este personaje y signa su desempeño en la dirección de nuestros destinos culturales) una orientación política autoritarista, con una clara voluntad de cambiar a su provecho la lectura histórica de nuestro arte nacional, entonces, el cuadro, ese paisaje, literal y plásticamente hablando, no puede ser más desalentador: eso nos está ocurriendo.

Y claro, no se trata de un fenómeno aislado, exclusivo a nuestro medio. Es una vasta simetría. Como es arriba es abajo; como es a un lado es al otro. Nuestro país vive bajo ese signo.

Pero Farruco --hay que decirlo-- es particularmente letal: como sabe que no cuenta con un mínimo apoyo de los artistas; que no tiene siquiera el quórum necesario que le permita disponer, usar el arte nacional vivo, actuante, para el logro de su "diseño magistral", decide entonces, o pretende, anularlo mediante la confusión, asumiendo por arte cualquier ejercicio de embadurnamiento y amontonándolo todo en el primer container del cual se tuvo noticia en este gobierno: La Megaexposición.

Digo que actúa con ínfulas de artista al ejercer su poder, pero uno se queda con la impresión de que la inspiración no le llega y él se contenta entonces con dañar lo que encuentra a su paso mientras le viene la musa. Entretanto, el arte nacional emergente debe sobrevivir a la vorágine, inventando fórmulas de fortuna, en un país que disponía tan solo ayer de una infraestructura museística envidiable. Y la colección de arte nacional tiene un atraso de, al menos, nueve años que será, sin duda, solventado en el futuro, aunque quién sabe a qué precio.

Sería delicioso detenernos aquí, tras descargar la totalidad de ese cúmulo de culpa sobre el gorro, la capucha de Farruco, el verdugo. Sin embargo, debemos aceptar que el público comenzó a desertar de los museos desde mediados de los noventa. Era ya tema de preocupación en esos días la realidad de ese fenómeno.

Y por parte de los artistas, igualmente, comenzó a perfilarse una deserción, cierto desamor, cuando comenzamos a preferir desde entonces la posibilidad de una exposición personal o colectiva en los espacios del Consolidado (hoy Corpbanca) y luego en el TAC o Trasnocho Cultural.

El centro nos comenzó a oler mal, nos comenzó a dar miedo, y lo abandonamos.

Hoy, este ha devenido ya un tema de pánico o de paranoia: a cada quien de juzgar, escoger o definirlo.

Pero también hay una actitud opositora muy primaria, una actitud autodestructiva, autoflagelante, que busca demostrar nuestra rabia ejerciéndola sobre nosotros mismos, abandonando los museos, no visitándolos, no exponiendo.

El arte no se detiene, nadie podrá lograrlo. Inventa siempre nuevas formas de contacto con el público, y eso es lo que está ocurriendo. Nuevos espacios alternativos surgen, como la Organización Nelson Garrido, El Anexo en San Bernardino, el querido Ateneo o, incluso, tan galantes, como los sifrinos galpones de Los Chorros o Periférico del Este.

Se inventan muestras en espacios precarios, redimensionados con la carga sensible del arte y algunas ga ler ías asumen ta reas propias de los museos como por ejemplo la mínima y hermosa antológica de Yenni y Nan en la Galería Faría+Fábregas.

En eso estamos: es una real revolución la que hoy se produce en la relación del artista y su público a pesar de los obstáculos oficialistas; es la historia viva de nuestro andar a través de ésta pesadilla. Será recogida y mostrada en los museos, cuando vuelvan, en un futuro tal vez indeterminado, pero lo será.

La estamos escribiendo: debemos hacerlo bien.

Museos sin colecciones

SAGRARIO BERTI

E stamos reunidos para analizar las políticas impuestas por el Estado a los museos nacionales. Especialmente para discutir la decisión de Farruco Sesto, en sus últimas declaraciones a la prensa no oficial, cuando habló de desintegrar o despedazar las colecciones, pa ra concentra r todas las obras en un solo depósito. Los museos ya no serán responsables de sus colecciones, la administración de las mismas estará a cargo de la Fundación Museos Nacionales.

En principio, esto nos preocupa puesto que no sólo los museos pierden su especificidad, su especialidad e identidad, sino también porque las obras estarán almacenadas en un depósito que todavía no ofrece las condiciones adecuadas para la preservación y conservación de obras. Desde un punto de vista histórico, podría decirse que esta decisión equivale a un viaje a los siglos XVI y XVII, cuando en Europa aparecieron los abarrotados gabinetes de curiosidades. Esta política equivale a abolir más de doscientos años de tradición museística.

Me parecen especialmente preocupantes las consecuencias sobre los archivos y registros, responsables del historial de cada pieza. ¿Trasladarán las obras con sus expedientes? ¿O bien los documentos permanecerán en los centros de documentación de cada una de las nuevas salas de exposición, alejados de sus referentes? ¿Tendremos los investigadores que movilizarnos de un edificio a otro tratando de cotejar información? Esto es preocupante porque si es absurdo un museo sin colecciones, también lo es la existencia de colecciones sin expedientes, sin historia o memoria. Las obras poco significan por sí solas, desvinculadas de sus papeles de identidad. El archivo se ha convertido, en los últimos 20 años, en fuente de prácticas artísticas que repiensan, reinterpretan y reconfiguran el museo como medio y subvierten el discurso de la modernidad.

Voy a ilustrar el por qué de estas inquietudes.

I. En el archivo de los museos hay documentos que describen la procedencia de las obras, certifican su adquisición, donación o custodia, así como sus traslados por razones de investigación, conser vación o préstamo.

También incluye indicaciones de instalación y montaje de las piezas, recomendaciones para su preservación. Es el custodio de la biografía de cada pieza, de su memoria y trayectoria.

II. La metodología curatorial actual no tiene por único destino el promover una determinada lectura. El investigador contemporáneo sabe que el significado de las obras reside en ese amplio contexto que las define y que le permiten estimular actos interpretativos en el espectador y así capacitarlo para interactuar y abandonar el pasivo papel de simple consumidor de cultura.

III. En diez años se ha venido amputando y obstaculizando la práctica artística dentro de los museos. Se ha abandonado otra de las tendencias que distingue al arte contemporáneo, como son las intervenciones in situ, con su potencial de cuestionamiento y reinterpretación del museo como institución, y sus prácticas codificadas. Han escaseado las propuestas de construcción y deconstrucción de salas de exposición y no se les brinda a los artistas la oportunidad de ser activos asesores dentro de las instituciones. Ha desaparecido el objetivo de fracturar la rigidez decimonónica del discurso museal.

Las nuevas medidas anunciadas, de llegar a aplicarse, condenarían a los museos a la depauperación y a una regresión segura a formas primitivas y estériles de exhibición de obras. Primero: el despojamiento de sus colecciones transforma a los museos, de facto, en meros espacios expositivos.

Pero también porque entre las funciones que hacen de los museos organismos insustituibles destaca precisamente la de promover y estimular la investigación curatorial e historiográfica y ofrecer, tanto al artista como al público, la posibilidad de diversificar y enriquecer su concepción del arte.

A lo que nos enfrentamos es al proyecto de implantar un sistema que, además de rígido y excluyente, será incapaz de generar no sólo nuevas audiencias, sino que también impedirá la práctica artística cuestionadora.

Reporte del decaimiento
GRACIELA PANTIN

I. Antecedentes Desde inicios de la década de los setenta, el sistema cultural venezolano experimentó un interesante desarrollo.

Venezuela llegó a ser referencia internacional por la importancia del apoyo del Estado a su desarrollo cultural, por la pluralidad de sus instituciones y la riqueza de sus programaciones culturales.

II. Situación actual Es imposible ocultar el decaimiento letal sufrido por los museos nacionales en los últimos 11 años.

Entre las consecuencias de esta deplorable y crítica situación podemos señalar: la disminución de sus recursos presupuestarios, el abandono de sus edificaciones, la desatención a su personal y, sobre todo, la prelación del adoctrinamiento ideológico del régimen sobre los criterios artísticos.

La estocada decisiva se la impusieron cuando en 2005 crearon la Fundación Museos Nacionales, una supra estructura de gestión y administración que no sólo cercenó su autonomía administrativa y programática, sino también su identidad gráfica al suprimir sus logos y emblemas llevándolos a una torpe uniformidad.

Revisemos algunos datos que describen la situación interna de los museos que amenaza con conducirlos hacia su fatal destrucción:

a) De su presupuesto: Estos son asignados por los altos niveles del Ministerio, no elaborados a partir de los planes, necesidades y proyectos de las instituciones.

Sus montos son exiguos y se les está prohibido acudir a fuentes alternativas de aportes de financiamiento de otros entes gubernamentales y mucho menos del sector privado.

Paradójicamente se les exigen resultados cuantificables.

b) De su personal: Las insuficientes remuneraciones a los trabajadores y profesionales ha contribuido a una pérdida de los cargos fijos y su respectiva congelación, traduciéndose en un incremento de los contratados, lo cual genera alta rotación en el personal, desvíos de los esfuerzos de formación y capacitación y gran sentimiento de inestabilidad y desapego institucional.

Actualmente hay prohibición de ingresos y de ascensos. En la mayoría de los casos la selección del personal es arbitraria y no se respetan las recomendaciones de los especialistas internos.

c) De la planificación y producción de materiales de apoyo: La actividad expositiva es organizada sobre la marcha, no existe la programación planificada que permite el tiempo necesario para la investigación, documentación y apoyo mínimo que requiere el trabajo museístico.

d) De las colecciones, circulación restauración, conservación y seguros Los depósitos de los museos están en malas condiciones: filtraciones, goteras, ausencia de aire acondicionado. No han sido fumigados y, al exigirles abrir todos los días, acabaron con el requerido día libre reglamentario para su mantenimiento.

No hay talleres de restauración. Sólo quedan el del Cruz-Diez y el de la GAN en su vieja sede, que ya se está desmontando.

Hasta ahora, las colecciones están y viajan aseguradas, pero se omite el courrier responsable, como fue el caso de la Bienal de Venecia donde, sin embargo, sí viajaron las comitivas oficiales.

e) Del acceso y uso de las tecnologías digitales: No todos los museos poseen acceso a Internet, menos están dotados de intranet y sus equipos no están adaptados a las últimas tecnologías. Tengo entendido que los últimos fueron adquiridos en el 2008 y sólo para el uso de un pequeño grupo. Las impresoras pocas veces poseen tinta y las fotocopiadoras se dañan y no hay recursos para solicitar su mantenimiento.

III. Conclusión Esta somera descripción de las crisis que afectan a nuestros museos hoy nos hace pensar que estamos décadas atrás de los avances, ventajas y facilidades que dispone cualquier museo del mundo.

Es necesario despertar conciencia, i n for ma r y sensibilizar a la nación sobre esta gravísima crisis que viven nuestros museos nacionales.

Y, como dijo un conocido líder uruguayo, el puente entre hoy y el mañana será largo y difícil de cruzar.

Exigirá sacrificios, esfuerzos, pero se los debemos a nuestros hijos y nietos.

No creo que haya tarea mayor ante nosotros.

Fotografía:
Manuel Sardá (El Nacional, Caracas, 31/07/10)

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