viernes, 13 de agosto de 2010

soberanía alimentaria


EL NACIONAL - JUEVES 12 DE AGOSTO DE 2010 OPINIÓN/7
El mercado de los alimentos
D. F. MAZA ZAVALA

En los 12 meses comprendidos entre julio de 2009 y julio de 2010 la cesta básica alimentaria para una familia de 5 miembros aumentó de precio 42%. Si se tiene en cuenta que los alimentos representan más de 40% del presupuesto de consumo de las familias de menores ingresos podrá interpretarse la carga que para ese sector de consumidores significa el alza de precios en una proporción tan elevada. Para adquirir la cesta alimentaria básica se requieren más de dos salarios mínimos; otros bienes y servicios indispensables para un nivel elemental de vida quedan prácticamente fuera del alcance del poder adquisitivo popular. Probablemente el consumidor tiene varias alternativas: o bien sustituye alimentos de mayor precio por otros más baratos a expensas de su situación nutricional, o bien reduce su ingesta de alimentos para dar lugar a otros consumos indispensables, a sacrificio de su salud y bienestar. En todo caso, el reajuste es nefasto y el déficit de presupuesto pesa de distintos modos en la estabilidad de la familia pobre. Peor, por supuesto, es el caso de las familias que no perciben ningún ingreso porque sus miembros están desempleados o no tienen acceso al beneficio de pensiones y subsidios oficiales. El abastecimiento del mercado en alimentos se ha convertido en un problema de difícil solución. Existen diferentes canales de distribución al mayoreo y al detal, desde los mercados tradicionales, como el de Coche y Quinta Crespo, hasta la bodeguita de barrio; están los supermercados, los mercados populares, los expendios de Mercal y Pdval, los vendedores ambulantes, toda una gama de modalidades de distribución con sensibles diferencias de precios. Parte de las mercancías ofrecidas está subsidiada, lo que implica un costo para el Gobierno, que el consumidor deberá pagarlo indirectamente pues se reduce la inversión en salud, educación, seguridad, vivienda, entre otras necesidades sociales. Es indudable que la demanda de alimentos ha aumentado significativamente por varias razones: crecimiento de la población, principalmente la urbana, aumento de los ingresos monetarios de amplios grupos sociales, mientras que la oferta de alimentos no aumenta proporcionalmente: la consecuencia es la inflación. Tan importante como el alza de precios es la escasez y la ausencia de productos alimenticios. La producción interna de alimentos se ha contraído por motivos que son del dominio común. La importación se ha complicado porque los organismos oficiales encargados de ello son incompetentes; importar alimentos no es lo mismo que importar pantalones. El desperdicio de una cantidad considerable de alimentos comprados en el exterior no sólo implica un costo en divisas irrecuperable, sino también un déficit en el abastecimiento del mercado. Funcionan mal las aduanas centralizadas, no hay suficiente capacidad de almacenaje en frío y al natural, no hay un plan de abastecimiento. La tradicional eficiencia gerencial de Pdvsa en este caso ha fallado. El abastecimiento de alimentos solo podrá garantizarse mediante la propia producción; es decir, con una agricultura estable y que elabore los productos del campo. La importación de alimentos sólo puede ser complementaria, pero no sustitutiva de la producción interna. El mercado internacional de alimentos no es seguro porque pueden afectarlo diferentes contingencias. No basta con tener disponibilidad de divisas. La seguridad alimentaria consiste en disponer oportuna y suficientemente de los alimentos básicos que componen la dieta normal del consumidor, a precios accesibles para la mayoría. En la situación actual se está lejos de lograr esa seguridad.

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