martes, 17 de agosto de 2010
avecinarse
En su homilía de hoy, el Padre Numa Molina (SJ) comentó sobre la tardía aprobación eclesiástica del dogma de María, aunque la celebración data de las más remotas comunidades cristianas. Al referirse a la primera lectura (Apocalípsis 11, 19; 12, 1-6, 10), contradijo la significación mediática que ha alcanzado el término, haciéndolo equivalente a lo catastrófico u horror. Sin embargo, entendamos que Juan, el autor, debió utilizar el género, desplegando un código simbólico que muy bien comprendieron las comunidades cristianas, mas no el Imperio (Romano). No pretende la carta asustar, sino anunciar el Reino de Dios. No hay que tener miedo frente a la solución: la esperanza en un Dios especial que nos ama intensamente.
Señalado el pasaje de Lucas, exalta a María, la nazaretana, que comparte con el vecindario y ofrece una manera de ver la vida, portadora del Espíritu que se reconoce humana, humilde, pero esclava y consecuente con el Señor. Acotemos Recuerda Molina el Magnificat, cántico final, que incluso fue prohibido en el Chile de Pinochet, pero que no pudo reprimir cuando Juan Pablo II visitó el sur y todas las personas presentes lo cantaron. Algo semejante pasaba en la Nicaragua de Somoza, en la que la “cédula” era la tarjeta con el Magnificat que llevaba escondido el campesino.
María no subió al espacio sideral, disparada por un cohete. Es madre, esposa del carpintero. Madre de Dios, pero también sometidas a las exigencias de la vida humana. Con vista a la interpretación lucana, preguntémonos cómo vivimos, si podemos llevar una vida como la María históricamente encarnada, profética, servicial, perseverante….
Ilustración:
Silvia Gleisner, El muro colorado, 80x80 cm, Óleo sobre tela, 2007
Etiquetas:
Lucas 1: 39-56,
Numa Molina,
Silvia Gleisner,
Virgen María
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