martes, 17 de agosto de 2010
poliedral
EL NACIONAL - Lunes 16 de Agosto de 2010 Opinión/7
Libros: Giorgio Agamben
NELSON RIVERA
Ya en 1975 Giorgio Agamben había publicado Aby Warburg y la ciencia sin nombre, caracterización del método warburguiano: desplazamiento de la valoración estilística y estética como eje de la historia del arte por los componentes iconográficos y programáticos de la obra de arte. La indagación en el planeta Warburg, "más la imagen que la obra de arte", recorría allá algunas de las palancas que son centrales en este recién publicado Ninfas (Editorial Pre-Textos, España, 2010).
Poliedro: la estructura del ensayo de Agamben constituye una aproximación a través de distintas caras, a la iconología del intervalo y a una de sus formas manifiestas: la ninfa, perfilada en Paracelso, Boccaccio y el mismo Warburg. Lo diré brevemente: la elegancia y el procedimiento del modo como Agamben introduce y teje los hilos de su reflexión pasan aquí con sosiego, sin que la erudición abrume al lector.
Imágenes cargadas de tiempo: tal sería el fundamento que sitúa la figura de la ninfa. Agamben habla de saturación cairológica: en la danza, por ejemplo, en cada instante las imágenes anticipan su futuro y recuerdan su gesto precedente. El lugar del que baila, del que se desplaza, no está en el cuerpo ni en el movimiento, está en la memoria.
La esencia de la danza sería entonces el tiempo: originalidad y repetición siempre simultáneas.
De Warburg: la idea de que en la brusca parada está no sólo el movimiento, sino también la memoria. De Walter Benjamin: su concepto de imagen dialéctica ("No es que el pasado arroje su luz sobre el presente o el presente su luz sobre el pasado, sino que la imagen es aquello en que lo que ha sido se une de modo fulmíneo con el ahora en una constelación"). Esa imagen dialéctica es "oscilación no resuelta" entre extrañamiento y nuevo sentido, ni A ni B, ambivalencia no polarizada, tierra de nadie entre mito y razón, claro y oscuro, consciente e inconsciente, es decir, lo contrario de la memoria histórica. Una genealogía de la ninfa remite a Paracelso. Otra, la ninfa como objeto de amor, a Boccaccio (Venus sería la más destacada entre las ninfas, al menos hasta su muerte). La ninfa remite a esa ambivalencia no polarizada de la que habla Warburg. Así como el hombre es imagen de Dios, la ninfa es imagen de lo humano. Criatura sin alma (pueden morir) existe fuera del ámbito de la salvación, a menos que engendre el hijo de un hombre, hecho que le otorga condición humana. Por lo tanto, la ninfa puede constituir una función de los límites: entre el amante y la amada, entre sujeto y objeto, entre lo sensible y lo inteligible.
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