lunes, 16 de agosto de 2010
bibliófagos
Crónicas de un comprador compulsivo
Federico Vegas
Todo viaje es una lectura. Hacia el final de la jornada uno suspira como cuando está por terminar un buen libro: “¡Falta tan poco!”. Un buen viaje y un buen libro son experiencias que, como decía José Balza del sexo, queremos que sean para siempre, pero deben terminar. El parecido se intensifica cuando uno de los propósitos del viaje es descubrir nuevas lecturas. Hay tanto misterio en buscar lo que se ignora, lo jamás visto o sentido.
Yo quisiera en mis viajes poder entrar inocentemente en librerías que visito por primera vez, casi ser un niño que acaba de aprender a leer; lamentablemente, un apetito voraz y bien cultivado suele venir con unos kilos de más. Ya tengo tiempo en este oficio de comprador compulsivo de libros y queda poco espacio en mis estantes; además, he perdido empuje y voracidad.
Quizás lo que busco en las librerías es recrear ese furor juvenil por absorberlo todo, el delirio de las primeras seducciones, de la absoluta curiosidad. Ahora no es tan fácil vivir aquellas fantásticas sorpresas. Pero suceden. No importa lo glotones que seamos o apertrechada que se encuentre nuestra biblioteca, siempre sentiremos un leve mareo ante una librería magnífica.
Espero que este afán sea un mal incurable. Quiero pensar que esta compulsión proviene de un vicio, no del simple placer de leer. La palabra “placer” se ha vuelto tan blanda, tan poco convincente. En estos tiempos de hedonismos, el placer ha pasado a ser un requisito tan indispensable como inadvertido: a nada invita y nada sugiere. Si se quiere extender a futuros lectores una invitación con verdadero gancho, habría que sugerirles “El vicio de leer”.
“Vicio” es una palabra con mayor densidad, más capaz de definir una genuina actitud. Hubo un tiempo cuando significaba “lozanía y frondosidad excesiva”. Hasta que la expansión del reino del placer fue arrinconando el vicio al baúl de las malas costumbres. Entonces las definiciones ya no implicaron exceso sino defectos de simple y pura naturaleza, hasta llegar a los definitivos: “mala calidad, defecto o daño físico en las cosas”. De lo “demasiado bueno”, se convirtió en lo esencialmente malo.
Cuando revisamos “vicioso”, encontramos también sospechosas dualidades. Si bien unas veces se refiere a quien “padece o causa error y defecto”, también puede referirse, según el DRAE, a una persona “abundante, provista y deliciosa” y hasta “vigoroso y fuerte, especialmente para producir”, que es justamente lo que buscamos al acariciar el vicio de leer.
En esta tendencia agrupamos a los viciosos que permanecen estíticos los días que no llega el periódico, a aquellos capaces de comprar el mismo libro dos veces, de leer en una cola de autopista o en un ascensor, de valorar a la presbicia como un mecanismo de aislamiento, de considerar que el Quijote, más que un libro, es un refugio, un paisaje y una costumbre.
El caso es que estoy en Barcelona por una semana y el vicio de comprar libros, —más fuerte, y fácil de complacer, que el de leerlos o escribirlos— se me ha exacerbado. Mis amigos libreros me han dicho que aquí cuestan menos. Esto es apenas una referencia, pues un libro vale en función de cuánto lo vas a disfrutar. Aquí entra en escena el angelito bueno y me exige prudencia: “no te excedas, compra sólo lo que puedas comenzar y terminar”. No le hago caso y compro para un mítico lector docto e insaciable. Veo el costo del libro y disfruto de mi suerte cuando es poco y de mi valiente insensatez cuando es demasiado. En casos extremos me animo diciendo: “¡Por todas las corbatas que jamás compraré!”. Así aplaco la tentación a lo Wilde: cometiéndola. Cuando sobrepaso la cuota de dólares de Cadivi tengo que usar un método más drástico: “Nunca iré a la India, ni a China, ni a Egipto. Iré solo a Barcelona, jamás a Madrid. Sólo a Venecia, jamás a Roma”. Con estos grandilocuentes limitaciones compenso los desmanes en mis dos ciudades favoritas
Sigue...
Fuente: http://prodavinci.com/2010/08/15/cronicas-de-un-comprador-compulsivo/print/
Imagen: La Gran Pulperia del Libro Venezolano
El Sr. Castellanos. Entrada al laberinto.
Archivo Personal. 2008
MFS
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