miércoles, 4 de agosto de 2010
llanto
EL NACIONAL - Sábado 31 de Julio de 2010 Escenas/1
Miguel Gomes narra la depresión del país
"Lorena llora a las tres" ganó el Concurso de Cuentos de El Nacional porque representa, a través de la tristeza abrumadora de una mujer, el estado anímico de Venezuela
MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ
"Lorena llora a las tres" tiene la siniestra particularidad de metérsele en la carne al lector, que no podrá evitar identificar la sensación de menoscabo que impregna en los tiempos que corren a la sociedad venezolana con la triste descripción del deterioro de un matrimonio, mientras un hombre se cuestiona sobre las causas de la depresión de su esposa.
La pluma consagrada del autor venezolano de origen portugués Miguel Gomes firma la obra ganadora de la edición número 65 del Concurso de Cuentos de El Nacional, en la cual la voz franca y desconsolada del narrador se convierte en el verbo de la clase media que, en medio de cuitas íntimas y dilemas sociales, sobrevive en la Venezuela de la revolución bolivariana.
"Todo se va a la mierda, esta ciudad, este país, ese carajito [que me robó] con mi maletín (suerte que era el verde viejo, con las esquinas peladas, no el negro elegante que me regalaron los morochos en mi cumpleaños), todo por el desagüe, pero nosotros estamos bien, Lorena, ¿por qué te encierras a oscuras y te tapas hasta la nariz si tú y yo estamos bien, mi amor?", escribe Gomes en el cuento galardonado.
La narración tiene la marca de la díscola sordidez de Charles Bukowski, no sólo porque habla de una relación de pareja y un país que se vuelve mierda como la que el perro del cuento, Simón, va dejando por todas partes, sino porque también, como hace el autor estadounidense, expresa profundos dilemas morales de la manera más sencilla. Quizás por ello Gomes confiese que le costó mucho escribirlo y que desde que terminó, hace año y medio, no ha vuelto a sumergirse en sus ficciones.
"El cuento no lo escribí pensando en la sociedad, sino en la opresión que se siente cuando uno no puede ayudar a quienes quiere. Como los personajes se me aparecieron en un rincón de Caracas (porque, de hecho, no me lo propuse: primero oí un monólogo de un marido angustiado, luego el resto se fue armando), es natural que en una segunda o una tercera lectura el contexto empiece a dialogar con el estado de ánimo del protagonista. Pero eso ya es algo que toca al lector, no al escritor", aclara quien desde 1993 es profesor de la Universidad de Connecticut.
El vórtice de la depresión.
El relato de prosa vertiginosa sorprende por sus cualidades estilísticas y por las formas experimentales que Gomes no había exhibido con tanta fuerza en trabajos anteriores entre los que se encuentran las colecciones de cuentos Viudas, sirenas y libertinos (Equinoccio, 2008) y El hijo y la zorra (Random House Mondadori, 2009).
Un primer recorrido por el texto recuerda a la dinámica narrativa de José Saramago, porque obliga a la lectura en voz alta.
De "Lorena llora a las tres" puede decirse lo mismo que escribió Gomes sobre los cuentos de Krina Ber en un ensayo publicado por Papel Literario el 3 de julio: que su originalidad radica en su aporte a la contemporánea tradición de la prosa nacional, marcada por "la disolución, la decadencia o las patologías colectivas".
El cuento de Gomes está marcado por las sensaciones de decadencia y desintegración que refieren al mismo pesimismo que ostentan la mayoría de los narradores contemporáneos del país, cuyos textos pueden leerse a la luz de dos conceptos de Julia Kristeva: la abyección y la melancolía. El primero refiere aquello que la sociedad quiere negar y el otro a la sensación de descontento que genera el vacío de la ausencia. Es como si su autor jamás se hubiera ido del país: "Uno no se separa nunca, al menos anímicamente, de los lugares en que ha querido a alguien. En mis cuentos doy `voz’ escrita a tonos e inflexiones que siento en las conversaciones con mis amigos venezolanos, en la correspondencia, en los encuentros forzosamente breves. Alcancé a presenciar el Caracazo poco antes de irme a estudiar a Nueva York, y eso me marcó hasta el día de hoy. Fue como despertar luego de haber estado durmiendo varios años. Y acabamos sustituyendo un sueño por algo que tiene visos de pesadilla. Pero no pierdo la confianza en que va a concluir".
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