Luis Barragán
"Recordó
la súbita sensación de inseguridad al
notar
que sus pies resbalaban, que el suelo se
movía
y ese ruidito ronco y amenazador que subía
de
las entrañas de la tierra. A su alrededor la
gente
seguía conversando y caminando como si
nada
pasara"
MVL
[TR:
109]
Puede
decirse, desde siempre supimos de Mario Vargas Llosa. Y es que tan familiarizado estuvo el país con
la obra de un novelista que, aún muy
joven, a pesar de las diferencias
políticas e ideológicas con el premiador, le fue reconocida en la primera
edición del Internacional Rómulo Gallegos, en 1967; además, en lo personal, lo
leímos tan precozmente que esperamos a la secundaria para ordenar una
comprensión prontamente traducida en una definitiva afición por sus textos.
Apenas
editado, no hubo librería que no ostentara sus títulos en las vidrieras. Por
ello, enoja el contraste, pues, ni siquiera en una copia ilegal, como también
lo cotizó el mercado negro hasta mediados del presente siglo, encontramos uno de los 180 mil ejemplares que
dan cuenta del primer tiraje, simultáneo en veinte países, de “Tiempos recios”
[Alfaguara, 2019]; por cierto, perdida ya la noción de una edición príncipe, como la
comercialización misma del libro, organizada y estable, en Venezuela:
prácticamente, no hay librerías, ni los esplendores digitales que digan
desautorizarlas.
Por
lo pronto, la obra luce como una
prolongación de “La fiesta del Chivo” [Alfaguara, 2000], no sólo por las
incursiones de Rafael Leónidas Trujillo que destacó a su agente ejemplar,
Johnny Abbes García, en Guatemala, sino
por una suerte de racionalidad burocrática que llamó nuestra atención en la reseña
respectiva para Letralia (21/08/00: https://letralia.com/94/ar01-094.htm).
En un caso, por entero capricho
del generalísimo o el simple deseo de extender su influencia, quizá creyendo
exportable un exitoso modelo de dictadura; y, en otro, por los límites que ella
impone al saqueo del erario público, con el celoso y muy riguroso acceso a las
arcas, dependiendo sus servidores de la concesión graciosa que los prohombres
del régimen se permitan.
Tendido
el puente weberiano entre una y otra
obra, por ejemplo, en “Tiempos recios”, Marta es una amante bajo manutención exclusiva de Castillo Armas, jamás viajera al
exterior, que acepta la frecuente
donación de una modesta cantidad de dinero del agente de la CIA que la sabe
desconocedora de las graves intimidades del gobierno [172, 183]; o, Abbes García, quien apenas
logra reunir un puñado de dólares para un momento de definitiva emergencia,
insuficiente el saldo de sus ganancias delictivas y que, únicamente, por un
excepcional favor del que se antojó Trujillo, tiene una cuenta cifrada en Suiza
[295 ss., 318], cuyo monto no le
alcanzará luego para mantener a la familia, quizá sin el tiempo y el talento
necesarios para multiplicarlo gracias a las actividades lícitas y aseguradoras para un
posterior retiro. Estas circunstancias contrastan con el abierto y descarado
latrocinio de las dictaduras contemporáneas en América Latina, diferentes a las
clásicas, que, más allá del patrimonialismo característico, hacen de su
vocación totalitaria toda experiencia criminal en sus más variadas,
sorprendentes e indecibles expresiones, dejando una rendija abierta a la
novedad o actualización de un género novelístico pendiente.
En
la casa del padre ofendido, el de Marta, traicionado por un amigo cercano con
el que se reconcilió a las puertas de la
muerte, se acostumbró un juego sabatino y familiar que “nadie conoce, que ya
nadie juega” [283]. Varias veces enunciado, jamás lo describe Vargas Llosa en
“Tiempos recios”, a menos que tengamos por rocambur la propia trama sagazmente urdida, prometiendo
– ya – toda una generosa ventana.
Digamos,
Guillermo Cabrera Infante trazó el
itinerario emocional, social y político de los orígenes de la dictadura
castrista que encuentra, con Leonardo Padura, un mapa vital de su normalización, dando pistas para compararla, otro ejemplo, con el
testimonio literario legado por Milan Kundera respecto al socialismo real de otras y lejanas latitudes. Valga la acotación, hasta hace poco nos
hubiese sorprendido que los cubanos se habituaran a los sismos recurrentes de
un sistema que espiritualmente los ha ultimado, pero debemos aceptar que, lenta
e inadvertidamente, ya ocurre entre los venezolanos.
El
autor la dice una típica novela de las dictaduras, porque – sencillamente – las
vivió, dejando huellas, pero inconscientemente apunta a sus modalidades más recientes,
las que desinhibidamente juran que
nacieron para permanecer más allá de sus fundadores, distinguiéndola de la
militante denuncia de Augusto Roa Bastos (·Yo el supremo”, 1974), el tejido
parsimonioso de Arturo Uslar Pietri (“Oficio de difuntos”, 1976), el lirismo de
la realidad de Gabriel García Márquez
(“El otoño del patriarca”, 1975), o el tallado sincrético de Alejo Carpentier
(“El recurso del método”, 1974) que, no por casualidad, reporta el heroísmo del
estudiante, un espécimen antes
exaltado y ahora condenado por La Habana. Como vemos, novelas marcadoras que
aparecieron en una década de la América Latina plagada de dictaduras militares
autodefinidas como salvacionistas y transitorias.
“Tiempos
recios” esboza el cuadro de retroceso hacia la
tribu y el ridículo [125], intenta una épica de la confrontación entre los
cadetes y lo milicianos lumpemproletarizados [XXXI], o advierte la aparición
precursora del tráfico de cocaína [226
s.], fenómenos muy de este siglo que ya no están exclusivamente centrados en el
dictador de turno, sino en los regímenes, realidades y estilos de vida que
generan y pugnan por normalizarse. Ya no
tratamos de propuestas autoritarias en curso, sino de las francamente
totalitarias que pretenden legitimar su propia descomposición, despojándose de
una ética de la crueldad, en el que “todos nos estamos jugando la vida sólo por
estar en este país” [217].
Reproducción:
RAS (1961) "2
personajes de la semana". Élite, Caracas, nr.1841 del 07/01/1961. El dictador
de República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo. Respecto a éste, comenta que
"los dictadores totalitarios tienen una gran ventaja: que pueden maniobrar
hacia todas las direcciones, sin que nadie se lo tome en cuenta". Por
entonces, señala, coincide con Fidel Castro en sus ataques al imperialismo
norteamericano, Betancourt y Venezuela.
30/11/2019:
https://letralia.com/lecturas/2019/11/30/tiempos-recios-de-mario-vargas-llosa/
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