Problemario
político: enunciados para una coyuntura concreta (o del episodio exponencial)
Luis Barragán J. (*)
1.- Sentido común
académico
Tiempos de una sentida
sobresimplificación de los problemas,
reducidos a las interesadas versiones de los acontecimientos, vicisitudes y planteamientos,
obviamente el fenómeno político pierde o dice perder toda la complejidad que le es inherente. Es el caso venezolano, muy a pesar del drama
sin precedentes que sufre en un siglo que pugna todavía por serlo.
Hemos acumulado una
experiencia que solemos confundir y hasta extraviar, según las circunstancias
impuestas por el poder establecido. Ello
obliga, por muy inútil que lo creamos, a reivindicar y reordenar constantemente
el debate, precisando sus mejores perspectivas para alcanzar el sentido común
necesario.
Así, la academia tiene
pendiente un extraordinario aporte a la discusión pública, revalidando las máximas de experiencia que, cada vez
más, exigen de una interpretación profunda, solvente y eficaz para
contrarrestar el empobrecimiento cultural del medio político al compararlo con
décadas (muy) anteriores, aunque aquélla – reconozcámoslo – tiene una relación
equívoca con el parlamento que tampoco logra comprenderla a cabalidad.
Luego, es posible e indispensable
acceder al sentido común académico para validar adecuadamente la interrelación
deseada [1].
2.- Estado de Excepción
Permanente
El llamado socialismo del
siglo XXI se expresa y realiza a través de un (sub) sistema político que, por
accidentado que fuese su desenvolvimiento, no deja de serlo tras convenir, por
su arbitrariedad e, incluso, temeridad de los productos o resultados, la
realización misma de un Estado de Excepción Permanente. Las demandas y expectativas, planteamientos y
acontecimientos, (sobre) saturan al (sub) sistema y es dado distinguir entre
aquellos insumos reales que el poder establecido muy frecuentemente posterga,
acumulándolos explosivamente, y los artificiales que le sirven para un juego
perverso de supervivencia, ganados para
el eufemismo y la manipulación mediática.
La clásica noción de crisis,
entendida como la menor posibilidad de los recursos y las oportunidades
disponibles para responder a los problemas planteados, está clara y francamente
desbordada. Tratamos de la inédita catástrofe humanitaria, la morbosa represión
selectiva y generalizada, la censura y el bloqueo informativo, unidas a todo un
proyecto continental como el del Foro de Sao Paulo.
En buena medida, existe una
simulación de la polémica pública que corre pareja a su creciente
desespeciaización. Valga señalar una correspondencia de casos que así lo
ilustran, por no mencionar las redes digitales, pues, hoy, no hay equivalentes
a los viejos medios impresos que desarrollaban sendas secciones en materia
política, económica, cultural o deportiva y, compareciendo los sucesos a la
primera plana, daba ocasión para pulsar la opinión de los más entendidos; o,
invocando un ejemplo cercano al interés general, sin mencionar la propia
crónica parlamentaria, ahora escasa, las
celebérrimas y concurridas páginas rojas abrían
las puertas a los artículos y a las entrevistas de penalistas y
criminólogos con los que estuvo familiarizada la opinión pública, dándole una
mayor hondura a la discusión que los expertos no solían monopolizar en torno a
la inseguridad personal y al delito [2].
3.- (Ultra) rentismo
político
El (sub) sistema político
moldea y es moldeado por otros (sub) sistemas que lo confluyen, sirviéndoles de
un inadvertido soporte, pues, tendemos a
privilegiar únicamente la escena y el escenario sensacionalistas del
poder. Por lo que respecta al ámbito cultural, siendo profusa la literatura al
respecto, el rentismo o, en propiedad, rentismo político constituye una
herencia para la cual no se asoman
alternativas de supervivencia [3]; la anomia negativa, sostenida sin aparentes
límites, conduce inexorablemente a la anarquía y disolución social [4]; el
monopolio mediático directo de la dictadura, con las nefastas consecuencias
generadas, puede dar paso a una influencia indirecta para cuando ella salga,
garantizando una prolongación de la consabida prédica [5]. Valga la acotación,
ilustrando la calidad del debate, quizá no tenga parangón en el mundo la (cotizada)
programación de las televisoras estatales orientadas a la descalificación e
intimidación moral de la dirigencia opositora, fundada en la información
suministrada por los servicios de (contra) inteligencia.
La más importante y doble
paradoja, la tenemos en el ámbito económico, pues, el régimen ha hecho el
contramilagro de quebrar a la potencia petrolera que fuimos y, a la vez,
realizar un rentismo sin la suficiente renta para sostenerlo, radicalizando el
populismo, así como – pregonando el anticapitalismo – denunciaba a una sociedad
consumista huérfana de bienes para consumir. Sabido los resultados dolosos y
fatales de su desempeño macroeconómico, ocultando y alterando las cifras,
fuesen o no sensibles a la opinión pública, jamás hubo discusión pública
alguna, con las honrosas excepciones del caso, en torno a la propuesta del
socialismo, del socialismo bolivariano o rentístico [6].
Debemos sumar el inmenso
deterioro del hábitat, de la calidad de vida y el violentado derecho a la vida
misma, fruto de la represión sistemática, de la delincuencia descaradamente
impune y extralimitada, como a la precariedad evidente de la salud y de los
servicios que están llamados a garantizarla, no sin considerar el poderoso
impacto psicológico de las migraciones externa e interna. Todavía operan los
restos de la antigua representación o imaginario social asociado a las bondades
petroleras que no terminan de ceder a las de una patentemente incumplida
promesa revolucionaria, en constante tránsito de la conocida narrativa cubana
de los ’60 del ‘XX, bajo el asedio y la resistencia anti-imperialista, algo propio
de la guerra fría, y la que reporta un decidido pensamiento mágico-religioso,
orientado a nuestra “tribalización” que contrasta y choca con las aspiraciones
a la modernidad [7].
4.- Desvalvulado (sub)
sistema
Al sesgo conveniente o
interesado de los insumos, unimos la constante violación de las mínimas reglas
del (sub) sistema político; vale decir, de la Constitución de la República y de
las leyes que, a lo sumo, acostumbra a reinterpretar – cual órgano
constituyente o legislativo – el aparato judicial del régimen, obstaculizando,
tergiversando o impidiendo la debida interacción de los actores
representativos. Sobrando las evidencias, a la competencia desleal al interior del (sub)
sistema, por una parte, patente con la mediatización del Consejo Nacional Electoral (CNE) que ha sido
capaz de perfeccionar los comicios (plebiscitarios) semi-competitivos hasta
hacerlos nada competitivos, se une, por otra, la disparatada tesis del “desacato” de la
Asamblea Nacional, cerrando las válvulas institucionales al procesamiento de
las demandas; o, alterando el régimen presupuestario, los recursos materiales
disponibles quedan bajo el completo arbitrio de una dictadura, por lo demás,
patrimonialista.
Hay experiencias políticas
perdidas que, incluso, permiten tropezar por siempre con la misma piedra,
contribuyendo algunos sectores de la oposición a una pérdida o confusión de la
memoria, valga apuntar, la que no hemos cultivado tradicionalmente por décadas.
Las más elementales referencias políticas saben de un extravío inaceptable, en
sintonía con una crisis de los partidos
y gremios, como agencias de (de) socialización política [8].
Crecientemente escasos los
materiales, distorsionados y agotados los simbólicos, los recursos
institucionales, aquellos que hacen que las autoridades – o los aspirantes a
serlo – se movilicen y decidan sobre los objetivos más amplios, apenas se
mantienen en pie desvalvulizando al
(sub) sistema, enfatizando la crisis
existencial del Estado devenido Estado Criminal. Éste, no sólo testifica la inexorable descomposición del poder
político, estimulando decididamente las migraciones, sino que pierde el control
interno del territorio, abandonando los históricos reclamos, como el del Esequibo, sino que lo subasta a los
intereses geopolíticos también extra-continentales, vaciado de sentido la
pregonada integridad territorial [9].
5.- (Sub) sistema
(para) político
El (sub) sistema político
remite al Estado (de Excepción Permanente); es decir, a las instituciones, actores y procesos, juzgados por su
legitimidad de origen, desempeño, simbólico y resultados. En las actuales
circunstancias, por múltiples que sean las instancias políticas y
sociales, por su papel y peso
específico, nos lleva – de un lado – a la Asamblea Nacional, electa en
diciembre de 2015, pretendidamente desconocida por la dictadura que ha ordenado
a su minoría parlamentaria reincorporarse,
aunque violente la Constitución,
y – del otro – a la Fuerza Armada Nacional (FAN), realizadora de la denominada militaridad y del Estado Cuartel [10].
Quizá de mayor interés, el
(sub) sistema parapolítico versa en torno a las instituciones actores, situaciones
y procesos al interior de los partidos políticos y entidades de la sociedad
civil organizada realmente decisivos [11], o que pudieran serlo, de la
oposición y de la dictadura.
Naturalmente, ambas expresiones
no son todo lo compactas y blindadamente unitarias, marcadas por tendencias que
pueden degenerar en roscas y mafias, aunque el ejercicio mismo del poder impone
la unidad por la inicial vía del presupuesto público y, está por verse, ante
las consabidas sanciones individuales de carácter internacional que afectan a
sus miembros, fueren o no visiblemente prominentes.
En todo caso, oposición y
dictadura comparten el embrujo de la
política como espectáculo, frecuentemente denominada antipolítica que determinó
el ascenso de Chávez Fría, originada en la supuesta separación del destino
personal respecto al colectivo para una población que, después, supo de la
dramática conjunción bajo el signo de la catástrofe humanitaria, arrepentida
del desinterés que suscitó la vida política de acuerdo a los prejuicios
dominantes, e ilusionada por la
inagotable renta petrolera. A la postre, en el transcurso de la presente
centuria, produjo la decapitación de la llamada clase política experimentada e
ilustrada, a favor de otra improvisada y, si cabe el término, post-moderna, que
bien puede contrastarse mediante la paciente lectura de los Diarios de Debates del Congreso de la
República de antaño y de la Asamblea Nacional de hogaño [12].
6.- Mínima racionalidad
La dinámica del (sub
sistema) político del socialismo del siglo XXI, por sus intenciones,
pretensiones y hechos, cuenta con una mínima racionalidad o explicación, aunque
supongamos del cumplimiento de ciclos completamente absurdos, que los son para un sistema abierto,
mas no para los cerrados que aspiran a su lento o repentino reemplazo. En medio de una vorágine de pareceres,
opiniones o interpretaciones, recurrentemente superficiales, tendemos a creer
que la dislocación institucional está subordinada al azar y, por ello,
apreciamos o valoramos los llamados al
caro ejercicio de la sensatez que no es otro que el del sentido común o, mejor,
sentido común académico [13].
Conjugando el discurso
oficial, sectores de la oposición nos dicen polarizados política y socialmente,
aun luciendo obvia la existencia de una
inmensa mayoría cívica, pacífica y desarmada frente a la ínfima minoría en el
poder, pero extraordinariamente armada e inescrupulosa que dejó suficiente
testimonios represivo en 2014 y 2017.
Por encima de las coartadas discursivas, corre insobornable la realidad
que se manifiesta con la galopante desinstitucionalización de la política y de lo político, la
lumpemproletarización del país que apuesta por una anarquía o disolución social
que diga justificar la violencia y el inmovilismo ciudadano derivado de un
sistemático terrorismo psicológico.
De concebirlo como un
legítimo dispositivo para el consenso y la transición, hemos insistido que el
parlamento ha de ser más parlamento para darle sentido y orientación al esfuerzo compartido de oposición. No
obstante, cumplido un importante papel, la Asamblea Nacional se ha
caracterizado por la falta de profundidad de muchos de sus debates, por no
citar sus omisiones, demostrada por el
Orden del Día de los meses que corren, amén de la arbitraria adopción de
decisiones que la comprometen con sendos diálogos en Oslo, Barbados y sus
derivados, antecedidos por República Dominicana, o designaciones inconsultas
respecto a las fuerzas o corrientes que la integran.
7.- Oportunidades
ganadas y perdidas
Prolongada la coyuntura
política, en la medida que es menos parlamento, la gana la dictadura y la
pierde la Asamblea Nacional. Porque ésta no ha discutido suficiente y
convincentemente a su interior, afectando su fuerza pedagógica, y tampoco ha
rendido cuenta la dirigencia promotora de los diálogos en cuestión, sacrificando
una necesarísima coherencia y hondura del compromiso común que la ciudadanía le
reclama con terquedad.
Valga el ejemplo, por una
parte, respecto a la invocación del artículo 233 constitucional y de la
reinserción en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que
tardaron semanas y meses en asumirse, finalmente, sin dar ocasión a la
discusión, faltando al Reglamento Interior y de Debates. Ciertamente, se impuso
a la postre la razón dando holgadas oportunidades para un ataque despiadado, sobre
todo en las redes digitales, contra ambas iniciativas, suponiéndolas y
asumiéndolas como un ataque al mismo Juan Guaidó. Por supuesto, irremediablemente
aceptadas y aprobadas, pronto callaron los polemistas de la banalidad,
quedando pendiente la estigmatización de aquellos que promueven la aplicación
del artículo 187, numeral 11 constitucional y del principio universal de la
Responsabilidad de Proteger (R2P), gracias al interesado desorden de una
controversia que permite las más disímiles maniobras que, además, violentan el
propio Estatuto para la Transición.
Y, por otra, en relación a
las herramientas parlamentarias en desuso, por el acento puesto en proyectos de leyes menos urgentes que no significa
subestimar su importancia, como la Orgánica del Sistema Eléctrico, u ordinarias
como la de Semillas, con sacrificio de
las más urgidas, a nuestro modesto juicio, planteadas con suficiente
antelación, como la de Defensa de las Inmunidades Parlamentarias o la de
Defensa de la Autonomía Universitaria, padecemos las consecuencias de no prever medidas para lo que estaba suficientemente anunciado en
ambos campos. En el peor de los casos,
ha sido nuestra prédica, la sola consideración de los proyectos de marras, u
otros pendientes, actualiza el diagnóstico de los problemas, moviliza a la
ciudadanía, le concede banderas novedosas y facilita el consenso para echar el
piso jurídico a una futura transición democrática.
8.- De los límites
sistémicos
Los resultados o productos
de cada ciclo de interminable y desgastante repetición, se traducen en
percepciones cada vez más confusas e, incorporadas las variables externas, en
sesgos, tensiones y sobretensiones, peligrosamente extralimitadas. Por la sola repetición,
tratamos de un propósito deliberado y permanente del poder establecido que
agudiza la violencia hasta amenazar o intentar crear las condiciones para el
chantaje con una guerra civil o internacional, tentación ésta nada descartable
[14].
Planteadas las soluciones
fatales por un poder chantajista, nos
atrapa un importante dilema, pues, de un lado,
apostando a las meras habilidades políticas, predecible, la gradualidad
significa para el sector de la oposición que la defiende a todo trance,
garantizar la paz, sufragar a todo evento,
e incurrir en el electoralismo o plebiscitación [15].
Empero, los resultados de la consulta popular del 16 de julio de 2017,
pautando un camino, fueron burlados por aquellos partidos opositores, por sí
mismos o por interpuestos, que concurrieron
a los comicios regionales, municipales y, más tarde, presidenciales,
juramentándose – además – los escasamente elegidos ante la fraudulenta
constituyente de la cual insistentemente renegaron durante la campaña
electoral, cuando la promesa y el anuncio tempranos fueron de un triunfo irresistible, masivo y arrollador.
Del otro, procurando la ruptura inmediata, también de
impredecibles consecuencias, la protesta abierta, decidida, sostenida y
programática, labrada por el coraje, es la opción apropiada ante un régimen que
nunca retrocede en sus propósitos. De sólidos antecedentes históricos [16],
aunque superior por su alcance, ritmo e intensidad, la protesta escenificada
en 2014, sin dudas, fue la que abrió las puertas de la victoria opositora en
los comicios parlamentarios al año siguiente, notariada, por cierto, una contundente condición
mayoritaria que negaban los partidos que concurrieron al diálogo de Miraflores,
paradójicamente beneficiados por las urnas electrónicas, error irrepetible de la dictadura que
incurrió en un extraordinario y visible fraude con la tal constituyente en
2017; y la protesta de 2017, con semejantes características, todavía busca el
cauce adecuado, aunque – tempranamente – los diálogos para abortar, como en
efecto sucedió, el proceso revocatorio del mandato presidencial, y los posteriores de Santo Domingo y Oslo, no
logran desactivar el descontento de la ciudadanía que ha ganado una dignidad y
una identidad en sintonía con el momento histórico, por lo demás, varias veces
postergado.
9.- La perspectiva de
los contrastes
Convengamos, en las vísperas
de esta centuria, los venezolanos creyeron
ciegamente en la promesa y el compromiso que se dijo histórico de la
fórmula presidencial triunfante, a objeto de solventar los problemas que entendieron como los más
acuciantes, algunos muy llamativos, como el de la corrupción, otros
traspapelados, como el modelo y la estrategia de desarrollo, bajo el imperio de
los generalizados estigmas antipuntofijistas.
Voceros del – por entonces – nuevo oficialismo, enunciaron algunas materias
que, huelga comentar, hoy están cuentan con una infinita y calamitosa gravedad,
como la económica y fiscal, puntualizando sobre el agotamiento de la tesorería,
deuda externa, aparato productivo, desempleo, administración de justicia,
inseguridad personal e “infierno carcelario” [17].
Por entonces, los grandes retos radicaban en un estancamiento de la modernización, cuyo
modelo estaba agotado; los perjuicios del rentismo político, colocando el
acento en la conciliación de las élites y el petróleo; la creciente
desinstitucionalización política, trillando el camino de la ingobernabiidad; o
los riesgos de la ilegitimidad, poniendo en trance la hegemonía de determinados
sectores sociales [18]. Demasiado patente, hoy hemos retrocedido a la barbarie, pretendida la militarización de
la sociedad que va quedando, acaso, nostálgica de un siglo XX cada vez más
remoto; quebrada la potencia petrolera que fuimos, la misma constitucionalización
de PDVSA, antes emblemática en el concierto de las transnacionales, sólo
corrobora una ficción de las realidades;
la anarquía social, la diáspora y la tiranía, explican una situación
otrora inimaginable para las generaciones
más antiguas; sólo los intereses geopolíticos extra-continentales, explican y
sostienen a la dictadura socialista que, desde el período de su hábil
enmascaramiento democrático, invocó y concursó en nombre de la multipolaridad,
deseando alejarnos de los valores occidentales. Sin embargo, algo más que la
nostalgia, ha sobrevivido una básica cultura a favor de la libertad, a pesar de
los sistemáticos ataques recibidos, que explica suficientemente la
posibilidad de una inminente transición
democrática.
La construcción de un Estado
Criminal, facilitadas las relaciones delictivas de una sociedad encaminada a la
mera supervivencia, la delación mutua y la campal ignorancia, no puede
levantarse en el voluntarismo guevarista que hemos importado desde la dictadura
habanera, porque son tan visibles, extravagantes y sórdidos los estilo de vida
y las riquezas mal habidas de los prohombres del régimen, objetados e
individualmente sancionados en el ámbito foráneo, siendo muy numerosos los
candidatos a la Corte Penal Internacional. Situación que es incomparable a las
denuncias de antaño, en torno a los
casos más sonados de corrupción administrativa, que no es superable - hogaño – con un sencillo llamado a la
gobernanza y a la gobernabilidad.
10.- Responsabilidad
histórica
Cometeríamos un error de
suponer que lo hoy ocurrido, en un plano, lleva a la simple continuidad del capítulo frustrado de la Venezuela que despidió la anterior
centuria, procurando hallar o evitar un
diferente modelo y estrategia de desarrollo, en la eterna búsqueda de una democracia
de avanzada, por ejemplo [19]. Sufrimos los episodios propios de una
dictadura del socialismo del siglo XXI, además, ultrarrentista y parasitada por
potencias extranjeras, empleadora de una narrativa extemporánea que, faltando
poco, vistos los repetidos Planes de la Patria inconstitucionalmente impuestos,
tiene por ilusión la de contar con un artefacto nuclear, como Corea del Norte,
o extremar las penurias de la población, como Cuba, para erguirse como potencia (militar) y mantenerse en pie a través del chantaje en las
encrespadas aguas internacionales que exigen de timoneles más aptos.
En otro plano, a la actual
coyuntura debe responder un liderazgo político y social cónsono con los
desafíos contemporáneos, esencialmente de ruptura con las viejas nociones y
prácticas del oficio que tampoco se agota en la llamada video-política, por citar un caso. Más de las veces, sus maniobras
y tácticas, interesadamente o no, parecen propios de un normal desenvolvimiento
democrático, afín a las manipulaciones y al oportunismo de partidos – además –
manifiesta e interiormente antidemocráticos, prolongando la vida útil de una
dictadura que las estimula y facilita.
Luego, aceptada la
complejidad de la coyuntura, lejos de caricaturizarla, debe entenderse como un pivote para afrontar los desafíos de una
literal salvación de la República que exige más de la política moderna que de
la denominada post-modernidad. Salvación
y reconstrucción éticamente exigente, en correspondencia con la inmensa
responsabilidad histórica que reporta.
11.- Superación de un
dilema
En consecuencia, toda
coyuntura lleva una carga histórica que ha de sintetizar, traducida a una
postura ética que jamás podrá restarle una respuesta práctica e inmediata que
hable de su eficacia, y la actual apunta a la urgida salida del régimen , al
papel de la oposición representada en la Asamblea Nacional y a la reinserción
en el TIAR, azotados por el asedio terminal a las universidades públicas y
autónomas, adelantándonos al problema presupuestario. Multiplicados los episodios, es necesario
superar el dilema de la gradualidad y la ruptura, a favor de ésta haciendo caso
del mandato de electorado en 2015, renovado mediante la consulta popular de
2017.
Nadie, en su sano juicio,
puede negar la posibilidad de las negociaciones con la dictadura, pero se ha
creído en la validez de todo diálogo incondicional que, en lugar de acordar los
términos de la rápida salida del régimen, reiteradamente le ha concedido una
tregua para cobrar una mayor fuerza e ímpetus en momentos de franca debilidad y
desmoralización. Angostas las calles y
autopistas para la masiva, pacífica y espontánea protesta de reivindicación
ciudadana, con claras intenciones programáticas, no hay posibilidad alguna de
convivencia o cohabitación con el
régimen que la ha reprimido criminalmente, por lo que el reto del liderazgo
opositor está en esforzarse por una irremediable solución peligrosa o arriesgada, considerando que, en todo caso,
aun entendiéndose, no escapa de la persecución desleal de la contraparte negociadora, según lo juzgue conveniente por
su consecutivo chantaje, estimulando el colaboracionismo; hace mal en tratar de
capitalizar o monopolizar el descontento generalizado, dispuesto a transarse
por unos comicios que auguren un porcentaje disminuido de curules para imponerse al interior de la
oposición misma; y, cohesionada socialmente la población, como no ocurre en
otras latitudes, descartada la ilusa polarización que rindió ciertos dividendos
políticos en años anteriores, estamos lejos de una guerra civil en su más
exacta dimensión.
Recurriendo al sentido común
académico, es necesario reparar en los procesos universales de diálogo que ha
dado término a gravísimos conflictos en Centroamérica o en Europa Oriental,
pues, concebido e implementado transparentemente el dispositivo, fueron varios
los requisitos que lo hicieron viables, definitivamente ausentes por lo que
respecta a Venezuela, en relación al nombramiento de mediadores imparciales, de
reconocido prestigio internacional; la representatividad real de las partes
negociadoras, sujetas a una rendición de cuentas; o la publicidad del proceso y de sus
parámetros, reñida con la confidencialidad de los aparentemente súbito
encuentros celebrados acá. Por lo demás,
estamos obligados a conformar una
Comisión de la Verdad, distantes de las caprichosas y reiteradas manipulaciones
del régimen, desde 2002, ensayando con mecanismos que la simulan, pues, siendo
conservador, al menos, el informe de
Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, apunta al establecimiento de las responsabilidades del caso. Acotemos, por muy estudiada que haya sido la
materia, tales procesos universales ocupan muy poco espacio en la opinión
pública venezolana, incluido a los especialistas que muy antes concurrían
también a la tribuna, afianzándose la
percepción, idea o conceptualización del diálogo según el interés de la partes
que lo concursan y definen.
12.- Del dispositivo de
consenso y transición
Suficientemente advertidos,
República Dominicana y Noruega, tejieron un itinerario que cuestiona el papel
de la Asamblea Nacional, obligada instancia para todo consenso que debe partir
de la oposición misma, conformada naturalmente por diferentes corrientes
políticas, para garantizar una adecuada transición democrática. En el primer caso, se dio un debate que
permitió plantear claramente las objeciones hechas al encuentro en la isla
caribeña, como no se dio en el segundo,
respecto a la cita europea y sus derivados, subrayando que, en ambos, a
pesar de la obvia relevancia política del asunto, no ha habido la
correspondiente y deseable evaluación o rendición de cuenta, tratándose – por
lo demás – de un cuerpo colegiado que ha asumido funciones de gobierno
provisional, a través de su presidente, seguro objeto de estudio de los constitucionalistas que
esperan por un desenlace.
La conformación de la agenda
de discusión, en lo que va de año, cada vez más ganada para la amplitud,
generalización o abstracción de los temas que lleva a una limitación de los
oradores, sacrificando los asuntos más específicos y puntuales, permite esbozar
la dinámica de una Asamblea Nacional reducida al hemiciclo de trabajo los días martes de sesión ordinaria, pues, el
resto de la sede legislativa está bajo
absoluto control de una unidad militar que, en última instancia, responde al
Comandante en Jefe, permitiendo igualmente la agresión física y el secuestro de
los diputados por grupos paramilitares afectos al régimen. El Orden del Día,
inconsulto, dibuja una dinámica parlamentaria necesaria de corregir, por las
propuestas de Acuerdo que apenas se conocen al plantearlas en la tribuna, las
aplazables iniciativas legislativas que dejan de lado otras más urgidas, la
designación sorpresiva de funcionarios en el exterior con la sola conformidad
de los cuatro partidos dominantes, o la
arbitraria limitación de los oradores, por lo que, en resguardo del mínimo de
racionalidad deseable, fuerza a una consideración del derecho parlamentario,
faltando poco, asumido como una
disciplina de ningún valor para los cultores de un conveniente (hiper) realismo
político.
Inevitable, el parlamento ha
cumplido un papel fundamental de articulación opositora, concibiendo un
Estatuto para la Transición, aunque abusivamente emparentado con el Frente
Amplio, restándole la debida acreditación institucional. La sola reincorporación anunciada de los
diputados del oficialismo, quienes abandonaron sus funciones por más de dos
años y contravienen en numerosos casos el artículo 191 constitucional, sin que
la cámara los hubiese calificado, como deberá hacerlo, plantea una difícil
coyuntura que lesionará el irreductible pluralismo del cuerpo a favor de
posturas sectarias y prefabricadas, indeseables para la propia transición.
13.- De los episodios
exponenciales
El planteamiento mismo de la
reinserción venezolana del TIAR, corrobora las observaciones hechas al
parlamento que tardó nueve semanas para su definitiva aprobación, sin que diera
ocasión para el ejercicio pedagógico de una discusión necesaria, pues, prosperó
toda suerte de cuestionamientos,
frecuentemente baladíes, en las redes sociales, asumiéndolo como un ataque al
liderazgo emergente de Juan Guaidó, o versionándolo como una guerra
convencional de proporciones apocalípticas.
Por la presencia de grupos terroristas y de fuerzas regulares
extranjeras en el país, comprobado el uso desproporcionado de la fuerza por una
dictadura irritada por el más mínimo gesto de disidencia, no podemos solos y,
además, desde 2012, en la intemperie, Venezuela es ajena a todo mecanismo
colectivo de seguridad hemisférica.
Repleto también de
consecuencias, tardando veinte años en lanzar el dardo definitivo, el régimen
ha ordenado un plazo de seis meses para que las universidades públicas y
autónomas realicen sus elecciones bajo la égida del Consejo Nacional de
Universidades (CNU), ampliando interesadamente las comunidades universitarias,
aunque autoridades, gremios docentes y estudiantiles, con honrosas excepciones,
escurrieron el caso por mucho tiempo,
muy a pesar de la medida que, tarde o temprano, se impondría en clara
violación del artículo 109 constitucional y de la Ley de Universidades. La sola aproximación a las universidades como
potencial movimiento o fuerza social, explica la paciente operación judicial
que ha culminado con el fallo de la Sala Constitucional del ilegítimo Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) de fecha 27/08/2019, avecinadas a una coyuntura peligrosa que
también pudiera extraordinariamente aportar a la salida del régimen.
Frecuentemente, solemos
subestimar las oportunidades que se ofrecen, por ejemplo, con el cercano período establecido por la Constitución para la presentación y discusión del Proyecto de
Ley de Presupuesto Público, so pretexto de la doctrina jurisprudencial que se
dio a sí misma la dictadura, confiándolo caprichosamente a la tal
constituyente. Por sensacionalistas que sean algunos eventos, la oposición no
debe abandonar la denuncia en torno a la violación de las normas
constitucionales y legales que rigen la materia, dándole densidad de banderas a
una movilización en reclamo tanto de las cifras reales de la economía, como del destino privilegiado que acuerde el
régimen a los escasos recursos disponibles en detrimento de amplísimos sectores
capaces de ejercer la llamada contraloría social a las presuntas inversiones
hechas o que están por hacerse, favoreciendo la adquisición de armamentos:
igualmente, concluimos, hay límites sistémicos en la dimensión parapolítica de
las entidades que concursan en el escenario político y social.
NOTAS
[1] EASTON, refiriéndose a la vida política de acuerdo al
sentido común, nos remite al “tema
central de un problema político [centrado] tanto [en] el tipo de medida política que está en juego,
como [en] los medios usados para influir
en ella”. Vid. EASTON, David (1953) “Política moderna. Un estudio sobre la
situación de la ciencia política”, Editorial Letras, México, 1968: 132.
Cfr. BARRAGÁN J., Luis (2017) “De la construcción parlamentaria del sentido
común”, Revista Electrónica de Investigación y Asesoría Jurídica,
Asamblea Nacional, Caracas, nr. 8;
disponible, en:
[2] El asunto nos lleva a la dimensión social de las
representaciones sociales. Vid. CASADO G., Elisa. “La teoría de las representaciones
sociales”; en: CASADO, Elisa – CALONGE, Sary (2001) “Conocimiento social y sentido común”,
Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, Caracas: 57 –
105.
[3] Hay una lógica rentista que se traduce en la actual pugna
de subsistencia y predominio de las
mafias organizadas para capturar las divisas petroleras y realizar las de otras
fuentes de origen delictivo, e, incluso, internacional. Entendemos por rentismo
político, “la vertebración de los procesos sociales y políticos [que] pasa por
acuerdos fundamentales en torno a cómo distribuir una renta – generada por
pocos – definir prioridades, establecer objetivos, estimar el grado de acceso
de los diversos sectores sociales a la misma”. Vid. SALAMANCA, Luis (1997) “Crisis
de la modernización y crisis de la democracia en Venezuela”, UCV –
ILDIS, Caracas: 91.- Luego, inferimos, el paradigma ya no tiene por actores a
partidos políticos, gremios sociales, u otras expresiones organizadas de la
sociedad, sino al crimen organizado que, variado, accede o intenta acceder al
poder establecido, adquiriendo otros significados y consecuencias con la
quiebra de la propia industria petrolera.
[4] El mito político asociado a la renta, en un país que se
jura infinitamente rico, orienta al fanatismo y, en definitiva, al vacío de
liderazgo. Luce interesante revisar: ROMERO, Aníbal (1997) “Disolución
social y pronóstico político”, Panapo, Caracas: 199-218.
[5] Consideremos la adquisición de antiguos y poderosos
conglomerados por compradores de una identidad desconocida por la opinión
pública, abiertamente favorables a la dictadura. CAÑIZÁLEZ cree que tratamos de una compra
preventiva: “Si bien hay inversiones, algunas de ellas por montos considerables
[…] la finalidad no es comercial. Quienes compran medios de comunicación en la
Venezuela chavista se están blindando para cuando ya no estén en el poder”.
Vid. CAÑIZÁLEZ, Andrés. “Los medios de comunicación social en
Venezuela. El siglo XX como ícono de su desarrollo empresarial”; en:
SPIRITTO, Fernando –STRAKA, Tomás [Coordinadores] (2019) “La economía venezolana en el
siglo XX. Perspectiva sectorial”, IEPFT –KAS, Caracas: 327.
[6] Entre propios y extraños, nunca hubo el interés cierto de arriesgar una polémica
sobre la materia, acaso, es nuestra hipótesis, por las carencias teóricas,
doctrinarias o ideológicas del liderazgo dominante. A modo de ilustración, GUERRA, conocedor del
marxismo, ha reiterado un cuestionamiento
del socialismo asumiendo una relativa
perspectiva liberal hasta intentar el desmontaje de su carácter
bolivariano, a juzgar el último de sus títulos,
síntesis de los precedentes. Vid.
GUERRA, José (2019) “El
mito del socialismo bolivariano. Crónica de un fracaso que arruinó a Venezuela”,
Dahbar Editores, Caracas. Poca o ninguna atención se le dispensó al
ministro GIORDANI, quien – confesamente
– admitió la anomalía de “encontrarnos ante la situación de un tipo de
socialismo rentístico mientras duren los requerimientos de ese medio de
producción no producido como es el petróleo”, a la espera de un Modelo
Productivo Socialista que “será de un mediano plazo, sólo que para llegar allí
se requiere recorrer un cierto trecho que debe comenzar desde ahora mismo”.
Cfr. . GIORDANI C., Jorge A. (2009) “La transición venezolana al socialismo”,
Vadell Hermanos, Caracas – Valencia: 83,
86. Nada nuevo, siguiendo a OLIVEROS y
ÁLVAREZ: “ … Durante la bonanza petrolera, el chavismo logró construir un modelo
que, sostenido por la expansión constante del gasto público, consiguió apoyo en
amplios sectores de la sociedad”, siendo su “marca de fábrica”, aunque “desde
finales de 2012, junto con la caída de los precios petroleros muestra que ese
modelo caducó, llegó a su fin”. Cfr. OLIVEROS, Asdrúbal – ÁLVAREZ, Carlos
Miguel. “Venezuela: un balance del socialismo del siglo XXI”; en:
SPIRITTO, Fernando [Coordinador] (2017) “La nueva economía venezolana. Propuestas
ante el colapso del socialismo rentista”, Editorial Alfa, Caracas: 86.
Por consiguiente, la tercera paradoja, una suerte de ultraísmo rentista explica
al socialismo que intenta sobrevivir sociológicamente del eco de los antiguos
esplendores de la renta.
[7] Entendida la modernidad, como una aspiración a mejores
niveles de servicios públicos, educación, trabajo digno, ocio y
entretenimiento, seguridad y garantías alimentarias. Vid. PERERA, Miguel Ángel
(2012) “Venezuela ¿nación o tribu? La herencia de Chávez”, Consejo de
Desarrollo Científico y Humanístico, UCV, Caracas: 286. ELLNER, por cierto, se
quejaba del análisis político centrado por mucho tiempo en las personalidades,
estilos e instituciones políticas a “expensas del conflicto socioeconómico y
otros asuntos fundamentales”. Cfr. ELLNER, Steve (2011) “El fenómeno Chávez: sus orígenes e impacto”,
Fondo Editorial Tropykos – Centro Nacional de Libro, Caracas: 177. Sostenemos
que el (sub) sistema político del socialismo del siglo XXI ha implosionado en
términos socioeconómicos y su supervivencia ha de depender de la eficacia del
movimiento chavista como expresión de un culto a la personalidad de
significativos y torpes desarrollos. Cfr. SÁNCHEZ, Pablo Sergio. “Bolívar
vive, la lucha sigue. La religión política bolivariana del movimiento chavista”;
en: BUTTO, Luis Alberto – OLIVAR, José Alberto [Directores] (2018) “Entre
el ardid y la epopeya”, Negro Sobre Blanco, Caracas: 151-176.
[8] Curiosamente, los radicales de ayer, incluso, otrora
simpatizantes o literalmente alzados en armas, en el ejercicio del poder,
fustigan y descalifican a los que hoy
estereotipan como opositores radicales, por muy pacíficos que sean en su
desempeño y exigencias cívicas, traduciéndose en una “cultura conservadora
forjada desde la derrota [que] ha permeado con mucha fuerza el ambiente
político”, tiñendo de insensatez el debate público. Vid. BLANCO, Carlos (2017)
“Síndrome
del ex radical”; en: E Nacional, Caracas, 27/09.
[9] En su conocido ejercicio de imaginación, HERRERA LUQUE
supuso que la desintegración territorial venezolana obraría, además, por cuenta
de las fuerzas conjuradas del fascismo internacional. En nuestro ejercicio de
realidad, el presente habla de una conspiración alentada por el Foro de Sao
Paulo. Vid. HERRERA LUQUE, Francisco (1992) “1998”, Grijalbo
Mondadori, Caracas.
[10] OLIVAR, por una parte, observa el pacto de redistribución
interna del poder establecido, por lo demás, nada casual, coincidente con un año de numerosas,
consecutivas y espontáneas protestas, como 2014, protocolizado a través del
discurso pronunciado por el general Vladimir Padrino López en la Asamblea
Nacional. Y es que, tampoco casual, ocupa todavía el ministerio de la Defensa.
Éste, al hacer uso de la tribuna parlamentaria, advirtió que el llamado a desconocer a Maduro Moros
equivaldría a una ofensa y afrenta a la corporación castrense, destacando el
uso de la hipérbole para “transmitir a los adeptos la sensación de estar
enfrentando una situación que exige grandes sacrificios equiparables a las
glorias del pasado remoto”. Y, por la otra, puede aseverarse que la militaridad constituye una exacerbación
de la herencia cultural, pues, procurando militarizar a la sociedad, su nota
distintiva, “es axiomátca la visión patrimonialista y clientelar que esboza la
almiranta Meléndez, al atribuir al poder militar, la condición no de custodios,
sino de regentes del aparato estatal”. Vid. OLIVAR, José Alberto. “El
discurso de orden del 5 de Julio de 2014, la FANB toma la tribuna”; en:
BUTTÓ, Luis Alberto – OLIVAR, José Alberto [Coordinadores] (2016) “El
Estado Cuartel en Venezuela: Radiografía de un proyecto autoritario”,
Negro Sobre Blanco, Caracas: 153; y ---------- “La militaridad, prospecto
ideológico del Estado Cuartel en Venezuela” en: BUTTÓ – OLIVAR [Directores] “Entre el ardid …”: 269.
[11] EASTON alude a los
“sistemas políticos internos de grupos y subgrupos […] para la vida política de
la unidad”. Vid. EASTON, David (1965) “Esquema para el análisis político”,
Amorrurto Editores, Buenos, Aires, 1973: 82.
[12] Partiendo de una novela que cubre varios períodos históricos
del país, TORRES es una tentación para
especular sobre el presente venezolano, su vida y liderazgo político: “Mi
hermano fue un fin de raza. Un personaje que cabalgó en la transición del país
rural al país urbano. Yo no, yo fui decididamente un muchacho urbano, un
televidente, un profesional de la democracia, un posible agente del desarrollo
que se auguraba a la caída de Pérez Jiménez. En fin, mis mitos fueron
otros”. Vid. TORRES, Ana Teresa (1999) “Los últimos espectadores del Acorazado
Potemkin”, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas: 86.
[13] Importa citar dos recientes y complementarios artículos de
opinión: PÉREZ MORALES, Ovidio (2019) “Lógica del socialismo del siglo XXI”,
en: El Nacional, Caracas, 12/09; y HERRERA, José Rafael (2019) “El
efecto Burnout”, idem.
[14] Siguiendo a EASTON, podemos incurrir en la ingenuidad de
pensar confiadamente que “sólo
fundándose el conocimiento de lo
ocurrido o de la situación actual con respecto a la demanda o apoyo, podían dar aquellas [autoridades] una respuesta que
reajuste, modifique corrija decisiones
anteriores, inclusive la abstención de tomar una decisión”. Vid. Easton,
D. “Esquema …”:177. Siéndolo básicamente, el (sub) sistema
político del socialismo del siglo XXI atenta contra sí mismo, buscando cerrarse
cada vez más y segregar cualesquiera disidencias. Por ello, le concedemos una
mayor relevancia a su dimensión parapolítica, pues, inevitable, prosigue la
conflictividad escondida en una retórica revolucionaria, no sin generar una
cierta inflación verbal que toma distancia de las realidades insoslayables.
Significa validar las preguntas formuladas por EASTON sobre la naturaleza real
de las influencias que el (sub) sistema recibe y procesa, su operacionalidad,
la experiencia acumulada para administrar las tensiones, las modalidades de
retroalimentación, las expectativas modernizadoras y democráticas, la misma
capacidad del sistema para sobrevivir. Cfr. EASTON, David. “Categorías
para el análisis sistémico de la política”; en: EASTON, David
[Compilador] (1966) “Enfoques sobre teoría política”,
Amorrurtu Editoes, Buenos Aires, 1973: 231.
[15] Observa SALAMANCA que, frente a las elecciones democráticas
convencionales, las autoridades temporales y sustituibles, se ha impuesto el carácter
plebiscitario, “concebidas por la clase gobernante como un medio de aclamación
y ratificación de mano de un líder personalista y mesiánico”. Vid. SALAMANCA,
Luis (2012) “¿Por qué vota la gente?”, Editorial Alfa, Carcas: 174.
[16] Indica SALAMANCA que la protesta deviene movimiento social,
más allá de lo sintomático, adquiriendo un carácter programático en lo político
y social, expresando el sentimiento colectivo por el cambio, alcanzando niveles
determinados de organización y permanencia, concediendo una identidad, para
llenar un vacío. Vid. SALAMANCA, Luis (2011) “Protesta contra la tiranía: El
nacimiento del movimiento ciudadano en Venezuela entre 1935 y 1937”,
UCV, Caracas: 53 s., 355 s., 364.
[17] Vid. GARCÍA PONCE, Guillermo (1999) “El doble legado y sus
consecuencias”, en: El Universal, Caracas, 16/03. Integrante del
departamento, el autor de marras suscribió – años antes - un estudio,
a nuestro juicio, simplista, reiterativo y también panfletario,
afianzado más por la crónica circunstancial que por un esfuerzo de mayor
aliento histórico. Respecto a la opinión mayoritaria del pueblo, lo funmental
fue que “Chávez arriesgó su vida y su carrera contra un enemigo común: un
gobierno corrompido, culpable del deterioro de sus condiciones de vida, de la
pobreza, el desempleo y el hambre”, confirmando el mesiansmo del barinés. Cfr.
Departamento de Investigación de la Actualidad Política (1994) “Las
nuevas tendencias políticas el venezolano”, Fondo Editorial Venezolano,
Caracas: 93, 102. Un rápido vistazo a
las décadas de los ’80 y `90 del ´XX, advertirá una multiplicación e
intensificación de la discusión pública generada, a modo de ilustración, por los sectores académicos, comisiones como
la presidencial para la Reforma del Estado o la parlamentaria para la Reforma
Constitucional, entre otras iniciativas de poderosos sectores de la economía
privada, conocidos como los grupos Roraima y Santa Lucía. Además del consabido
grupo de los Notables, afianzados más por el veredicto moral, los de un
inconfundible origen en la izquierda marxista de los ’60, indiferentes a los
debates que provocó la derrota política y militar no aceptada y, mucho menos,
asimilada, persistió una perspectiva anacrónica para el análisis que fue más terquedad o fijación, dibujada por el protagonista de la novela de
TORRES: “ – No importa. Debemos verla de nuevo. Es indispensable para nuestra
seguridad interior saber que el acorazado Potemkin existe”. Cfr. TORRES, A. T. Op.
Cit.: 292.
[18] Apelando a SALAMANCA,
concluía que lo vivido era “la desorientación y la desintegración social
producto del estancamiento de la vía venezolana a la modernización […] sin que haya podido dar con una en forma
consistente”. Vid. SALAMANCA, L. “Crisis
de la …”: 255.
[19] Llama la atención
que, al iniciarse el mandato de Chávez Frías, SALAMANCA advirtiera que los “apoyos se pierden por decisiones
equivocadas, por un lenguaje desproporcionado
y por no satisfacer las expectativas creadas”, además del juego de los
factores de poder. Observados los superpoderes presidenciales y la formación
militar del barinés, creyó que podía “deshilacharse” la trama de apoyos, para
asegurar la existencia de condiciones
democráticas para hacer una revolución.
Cfr. SALAMANCA, Luis (1999) “Los peligros de Chavez”, en: El
Universal, Caracas, 27/03. Luego, entendemos, aplazados ilimitadamente los
problemas fundamentales, las formas se impusieron por encima del fondo,
centrándose en el abuso discursivo del poder, la supuesta responsabilidad de
terceros en el reiterado fracaso gubernamental
y la enfermiza inflación de las expectativas para la definitiva
militarización de la política y de los propios acontecimientos públicos.
(*) Diputado a la Asamblea Nacional por el estado Aragua (2011-2016 / 2016-2021). Ponencia para el IV Seminario Nacional de Políticas y Gestión Cultural, Maestría de Políticas y Gestión Cultural, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela. Caracas, 19 de septiembre de 2019.- Publicado posteriormente en: https://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/35656-barragan-l
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