sábado, 9 de julio de 2016

UFOLOGÍA VENEZOLANA



El chavismo es un Ovni dentro de la tradición democrática venezolana

6 Julio, 2016

Enrique Meléndez / especial Noticiero Digital / 6 jul 2016.-El diputado Luis Barragán (Vente Venezuela) afirmó que la elación que tuvieron Rómulo Betancourt y Rafael Caldera permitió que el país aprendiera el lenguaje del entendimiento, de la tolerancia y del respeto hacia el adversario político – lenguaje que se perdió desde mediados de los años 90 hasta nuestros días.La afirmación la hizo en un foro organizado para celebrar el centenario del doctor Rafael Caldera.

Inició su intervención recordando que nuestra historia republicana tiene más de 150 años de guerra y escaramuzas civiles que contrastan con las décadas, que después de tanto esfuerzo y tanto sacrificio, los venezolanos inauguramos a partir de 1958.

“No era fácil superar esta larga tradición de desencuentros, de violencia y de agresión, como características esenciales de la vida política venezolana, y a partir de 1958 los venezolanos conocemos y profundizamos en una experiencia distinta de las luchas cívicas; una experiencia, un estilo, una manera de ver el mundo y las cosas; que contrastan con lo que fuimos en una buena parte del siglo XX, y desde luego, desde que fuimos República en el siglo XIX”.

Admitió como obvio que hubo violencia y rivalidades muy enconadas en el trienio adeco; cosa que se comprueba leyendo las actas de los diarios de debates de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946 y del Congreso Nacional, donde se nota sobre todo en el lenguaje, cuán lejos llegaba la diferencia entre AD y Copei y, especialmente, entre Rafael Caldera y la junta de gobierno de aquel entonces.

“Hay argumentos, hay profundidad de planteamientos, hay un respeto básico, elemental, fundamental; pero las vísperas de noviembre de 1948 los debates parlamentarios fueron muy enconados y difíciles, incluso, uno se imagina cuál fue el ambiente por aquel entonces en el Capitolio Federal”.

Barragán dijo que tampoco iba a ser fácil para el transcurrir de la naciente democracia representativa; una vez depuesto el régimen de Pérez Jiménez, ya que era muy difícil borrar de la noche a la mañana todas esas rivalidades del trienio del 45 al 48; de la misma manera se pensó lo intragable que sería una presidencia de Rómulo Betancourt a partir de 1959. Por eso, pocos apostaban por la convivencia de los dos líderes, pero ocurrió, inaugurando una nueva cultura política en Venezuela que mostró, con una distinta pedagogía, lo que se podía hacer los venezolanos al convivir pacífica, tolerante y respetuosamente.

“Ese entendimiento de Rafael Caldera y Rómulo Betancourt tuvo consecuencias importantes y, por lo general inadvertidas en el país; marcó una pauta, una manera distinta de hacer las cosas. No significaba ponerse de acuerdo detrás de bastidores y pasarle por encima a las instituciones, sino que se trataba de llegar a un acuerdo, y emplear sus canales institucionales para darle visibilidad, voz, carne y hueso a esa experiencia democrática”.

Dijo que había una Venezuela caracterizada por manejar las diferencias desde el ángulo del desencuentro personal; mas no político, una Venezuela donde las luchas violentas, agresivas, constituían la norma y que fue rota por este progresivo o cada vez más acelerado entendimiento entre las figuras fundamentales de la democracia naciente; que, por supuesto, aquéllos que apostaban por la violencia en una dirección u otra resultaron sorprendidos por esta modalidad distinta de hacer política en el país.

“Recordamos que antes del acuerdo del Pacto de Punto Fijo; creo que contemporáneo al advenimiento obrero-patronal, ya las juventudes políticas, reflejando la línea política de los principales partidos venezolanos, no sólo la representada por la Juventud Revolucionaria Copeyana que dirigía José de la Cruz Fuentes, sino también por la de AD, que dirigía Gumersindo Rodríguez, por la Juventud Comunista, que dirigía Héctor Rodríguez Bauza; la de Vanguardia Juvenil Urredista, que dirigía Víctor José Ochoa, habían suscrito un acuerdo donde llamaban a minimizar el canibalismo político; las intrigas interpartidistas y la violencia de calle entre partidos que sostenían las banderas democráticas”.

Hizo ver que esto quizás a nosotros nos parezca demasiado obvio; pero que para aquel entonces constituía toda una novedad; que allí también hubo un ejercicio pedagógico de la otrora Junta Patriótica pero que lo fundamental siguió siendo marcar una pauta distinta y llevar el conflicto existencial a lo que Juan Carlos Rey llama el conflicto agonal: no se era enemigo político sino adversario.

“Todo esto se sostuvo alrededor de cuatro décadas, incluso, para quienes atentaban contra esa experiencia democrática; como fueron los golpistas de derecha y los subversivos de la izquierda; que el mismo Domingo Alberto Rangel consideraba que eso no fue nunca una guerra de guerrillas, conceptualmente; pues nunca alcanzó el calibre y la importancia de una guerra de guerrillas de acuerdo a la teoría concebida por Mao Tse Tung, y, luego, mal desarrollada por Ernesto Guevara, a través del foquismo”.

Recordó Barragán que para defender el naciente sistema democrático hubo que tomar medidas fuertes; iniciativas muy duras porque no se trataba sólo del episodio del tren de El Encanto, sino que cuando uno revisa la prensa de la época se sorprende de cómo la violencia se había generalizada; ya que no era guerra de guerrillas sino que eran actos terroristas; que Caracas por noviembre de 1963 fue regada de tachuelas; en cualquier lado había personas que disparaban a mansalva; tratando de generar el caos para sabotear el proceso electoral de ese año.

Agregó que esas acciones modelaron de tal forma el sistema que, años más tarde, los movimientos perezjimeniztas lograron un cupo parlamentario así como un cupo en las municipalidades; habiendo patrocinado, no obstante, al principio de la década de 1960 de una manera u otra estos golpes de Estado, directa o indirectamente; promoviendo esta situación de desestabilización y de conspiración en el seno de las fuerzas armadas.

Barragán recordó el episodio del general Jesús María Castro León cuando intenta la invasión de los sesenta el 22 de julio de 1958, en un afán por alzarse como ministro de la Defensa, y toma el liceo Simón Bolívar de San Cristóbal (Táchira); pero, además, que al lado de estas situaciones también está el movimiento subversivo; sólo que, al mismo tiempo, bajo el gobierno de Raúl Leoni se toman las primeras medidas para el proceso de pacificación, medidas que quedan encauzadas como toda una política de Estado en el primer gobierno de Caldera.

Barragán pinta la fase presente al momento de llegar Caldera al poder; por un lado presiones militares, que denominó “la conspiración desde La Planicie”, donde quedaba el ministerio de la Defensa y esto porque se decía que el entonces ministro de la Defensa, Martín García Villasmil, lo estaba haciendo; por otro lado, corrientes rezagadas de la subversión que tomaron por atajo el movimiento de renovación universitaria, en especial, porque el MIR cifraba aún sus esperanzas de reiniciar el camino de la guerra de guerrillas a partir del movimiento estudianti – que también tuvo que enfrentar también Caldera.

“Pero es que tampoco los perezjimeniztas habían quedado conformes, sino que también pensaban que a la vuelta de la esquina estaba el poder, y que no se le había reconocido el número de parlamentarios que lograron por esos fenómenos tan extraños que se presentan como si se tratara de Ovnis”.

A ese respecto, recordó un intento de sabotaje a una sesión del antiguo Congreso Nacional que llevó a cabo un grupo de perezjimeniztas que logró infiltrarse en el palco del hemiciclo, y a la cual le hizo frente el entonces senador Vicente Emilio Sojo – y recordó al mastro Inocente Carreño, autor del himno de Acción Democrática – de modo que, a su parecer, los primeros años del gobierno de Caldera no fueron una cosa fácil.

“No obstante, logró desarrollar una política de pacificación. El país aprendió otro lenguaje de entendimiento, de comprensión, de tolerancia y de respeto. Esto es un aporte fundamental en la relación de Caldera con Rómulo Betancourt, y el cual debemos valorar y reivindicar”.

Seguidamente, dijo que lamentablemente ese lenguaje no se mantuvo, que marchamos al revés, se produjo un desaprendizaje, sobre todo, a partir de mediados de la década de 1990 cuando irrumpe la antipolítica feroz y profunda, que es lo que permite la llegada de Chávez al poder.

Abordó el tema del fenómeno del chavismo al que también calificó de Ovni de la tradición histórica venezolana, rara especie que de pronto se manifiesta; pues, a su modo de ver, esa manera de hacer política se revirtió con su irrupción, al punto de que las diferencias políticas se convirtieron en enconadas, dramáticas e injustas diferencias personales; atizadas, asimismo, desde el propio gobierno de Hugo Chávez desde donde se les prohibía a los parlamentarios contemporizar con sus homólogos de la oposición, y, por esta vía, reflexionó en torno a la tarea que tendrían por delante las nuevas generaciones de dirigentes políticos, a propósito del rescate de esa ética perdida.

Este punto, según sus palabras, le permitió referirse a otro ámbito de cosas, con motivo de las coincidencias entre Rafael Caldera y Rómulo Betancourt, y que era el relativo a la política petrolera; pues, a su juicio, así como había una violencia política de calle, también había una violencia política del petróleo, y esto, porque quien defendiese una determinada política petrolera, entonces podía ser acusado de vende patria, de traidor.

Ilustró su exposición trayendo a colación el caso de dos artículos que se publican en la década de 1960 en la prensa nacional; el uno firmado por Arturo Uslar Pietri, y quien aupaba un régimen de concesiones petroleras; el otro por Juan Nuño, entonces un intelectual marxista, incluso, fidelista, quien era partidario de la estatización inmediata de la industria petrolera.

Admitió Barragán que al final por este camino de la nacionalización se marchó, teniendo presente que éste formaba parte del criterio de Betancourt y Caldera en materia de política petrolera, es decir, de no otorgar más concesiones, y marchar hacia una estatización de la industria, sólo que en una forma gradual y pacífica, y, en ese sentido, se paseó por el escenario que dio lugar la discusión y aprobación de la ley de nacionalización petrolera a mediados de la década de 1970; las famosas manifestaciones estudiantiles que salían a las calles para protestar por el artículo 5, donde se le permitía al Estado la creación de empresas mixtas, pues los manifestantes querían que toda la industria fuera estatal.

Al reparar en lo que fue la política petrolera que llevaron a cabo los gobiernos durante los cuarenta años de la República civil, no dudó en calificarla de exitosa, sobre todo, porque los partidos políticos auspiciaron los técnicos especialistas en materia de hidrocarburos, como fue el caso de Juan Pablo Pérez Alfonso, Arturo Hernández Grisanti, Hugo Pérez La Salvia, Humberto Calderón Berti, Leonardo Montiel Ortega, Alvaro Silva Calderón, y que esto significó que el tema petrolero lo condujera gente entendida en la materia, a diferencia de la forma como ha procedido el gobierno de Hugo Chávez que se ha caracterizado más bien por la improvisación, y el desprecio por la meritocracia.

Para finalizar tocó el tema del papel que ejecutaron tanto Caldera como Betancourt en su condición de comandantes en jefe de las fuerzas armadas, y que, a su modo de ver, se cumplió en circunstancias y coyunturas diferentes, y que a pesar de eso la institución armada sentía respeto por sus respectivas personas; cuestión que le pareció que no se cumplía bajo el gobierno de Chávez; partiendo del hecho de que Chávez era un oficial que, por ejemplo, no había aprobado el curso de estado mayor, etcétera; sólo que a cambio de eso Chávez había visto en la renta petrolera un recurso para ganarse ese supuesto respeto, para entregar prebendas.

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