EL NACIONAL, Caracas, 23 de julio de 2016
Lo que esconden ciertos seudónimos
Sergio Dahbar
El próximo 29 de julio comienza a exhibirse en cines comerciales de Inglaterra el documental Author: The JT Le Roy Story, del cineasta Jeff Feuerzeig. Es el esfuerzo de un realizador por iluminar una zona oscura del corazón humano: la búsqueda de éxito a cualquier precio. No es el primer trabajo cinematográfico sobre esta historia, tampoco será el último.
El caso J. T. Leroy es un síntoma contemporáneo. En 1999 editoriales importantes descubrieron a un autor con dos potentes razones en sus alforjas: nervio narrativo y un pasado de esos que si no son ciertos merecerían haber existido. Infancia de abusos, droga, sida, sexo, manicomio, brutalidad, que construyeron a un joven andrógino, atravesado por el misterio y la timidez. Un muñeco que todo editor quisiera moldear en sus manos.
J. T. Leroy publicó tres libros, incluso en español: Sarah, El corazón es mentiroso y El final de Harold, todos en Literatura Mondadori. Un periodista, de esos que todo medio tiene, clasificó a Leroy como el nuevo William Burroughs, o si se quiere la reencarnación de Flannery O'Connor, aunque con la modernidad de un juguete reconvertido en animal propio del programa de Oprah.
La chispa se había encendido: celebridades comenzaron a declarar su admiración. Deborah Harry, Lou Reed, Nancy Sinatra, Matthew Modine, Gus Van Sant, Rosario Dawson, John Waters, Michael Stipe, Carrie Fisher, Winona Ryder, Courtney Love, Tom Waits. ¿Que más, pues?
En un artículo sin desperdicios publicado por la prensa británica (The Guardian, Steve Rose, que venía investigando el caso) recuerda algunos rasgos de J. T. Leroy en la presentación de una película basada en El corazón es mentiroso, realizada por Asia Argento y presentada en el London Lesbian and Gay Festival de 2005. “Una leve figura afeminada con un sombrero de fieltro rojo, grandes gafas de sol y una peluca rubia. Parecía un imitador de Michael Jackson”.
A finales de 2005 todo se vino abajo. Una investigación de The New York Times demostró que J. T. Leroy no existía. Era un fraude literario. La verdadera autora de esta puesta en escena se llamaba Laura Albert, de 50 años. El director de cine Jeff Feuerzeig pasó ocho días entrevistándola. Y dos años entre sus archivos. Ella coleccionaba obsesivamente todo: agendas, cuadernos, garabatos, recibos de teléfono, álbumes de fotos, mensajes en contestador automático de celebridades.
Fuente:
http://www.el-nacional.com/sergio_dahbar/esconden-ciertos-seudonimos_0_889111173.html
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