Cola bajo un súbito aguacero
Luis Barragán
Apenas iniciando el bachillerato,
supimos y nos indignó la caída de Salvador Allende en la que participó – harto
comprobado – la CIA. Empero, muy posteriormente, también logramos comprobar que
la escasez, el desabastecimiento y la ruindad se debió al propio régimen que
ejerció la violencia, diluyéndose el escepticismo ingenuo tras los informes que
circulaban, especialmente los contenidos en la revista de los democristianos
chilenos llamada “Política y Espíritu”.
Los chilenos vivieron por tres
años, lo que alcanza a casi veinte en la Venezuela del siglo XXI que tanto nos
incomoda. Y, con todo el fracaso y la inmensa irracionalidad de las consignas,
el marxismo más anacrónico todavía campea en el continente.
Inevitable reflexión que dice
sostenernos con paciencia en una larguísima cola sabatina para intentar – sólo
eso – adquirir los insumos básicos que arbitrariamente raciona el régimen, sin
molestarle el vibrante tráfico delictivo de los que dicen proporcionar los
CLAP. Lo que ocurre en nuestro país, no es fruto de la “mala leche”, sino de la
imposición de un proyecto continental de muy amargas consecuencias.
Encima de la nutrida y
desordenada cola, nos cayó un sorpresivo aguacero del que no se podía huir,
luego de las varias horas tratando de preservar el puesto. Los bachequeros de
oficio, piezas de sendas mafias que cubren el flanco (pues, el otro corresponde
a los capos en los trámites más jugosos), lucen más protegidos frente al
constante asedio de los delincuentes: cada cola urbana, por lo menos, es un
motivo para el hampa espontánea, o el sector que ha quedado fuera del reparto,y
a la que también los agentes policiales temen al tratar de valerse de su
condición para llevar el pan a la casa.
Concluyó la intensa lluvia y, por
fin, alcanzando el mostrador, ya no había insumo que vender, porque el terminal
de la cédula no autoriza a modelo matemático alguno para saber de las
disponibilidades a distribuir, siendo apenas un dato del sorteo. Luego,
continuamos el recorrido infinito por farmacias, donde – por cierto – tampoco
llega la CIA.
18/07/2016
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