De
las otras reservas internacionales
Luis
Barragán
De
acuerdo al BCV, disminuyen nuestras reservas internacionales que hablan de los
dólares, derechos especiales de giro y oro, entre otros renglones de mediata o
inmediata disposición. No solemos advertir la existencia de los otros recursos
públicos, depositados en las bóvedas – acaso – inseguras de las galerías o
museos bajo la responsabilidad del Estado.
Una
fórmula más exclusiva, exigente y
riesgosa de ahorrar, nos remite al
mercado de las obras plásticas. Las hay de una sorprendente cotización en el desarrollo
lícito e ilícito del intercambio mercantil, incluyendo las más esmeradas copias
que también requieren de una formidable inversión.
Los
venezolanos disponemos de un patrimonio artístico considerable no sólo en las
pinacotecas, sino en los bancos y otras dependencias oficiales, todavía no
mensurado, por lo menos, públicamente,
que apunta a la grave responsabilidad de los directivos, gerentes o
administradores que deben velar por esa otra herencia forjada aún antes de las
grandes bonanzas petroleras. Debida y
públicamente constatadas, poco o nada se sabe de las inversiones, propiedades y
préstamos de las obras de prestigiosos pintores y escultores en manos del
Estado, a nivel nacional, estadal o municipal, distanciados del cálculo de una
cifra consolidadas en este otro ramo de nuestras reservas.
Devuelta
por las autoridades estadounidenses que tuvieron la honesta capacidad de enterarse, investigarla y devolverla, tenemos
el caso de “La Odalisca de Pantalón Rojo” de Henri Matisse, sustraída del Museo
de Arte Contemporáneo de Caracas, cuya estridente y desvergonzada recepción
logró frenar el debate que naturalmente debimos escenificar respecto al
patrimonio que, por público, es común. No se trata de sospechar de todo aquél
que vela por una pieza de apreciable importancia, pero la impunidad del suceso
permite especular sobre la probable suerte de los originales, a modo de
ilustración, la colección de Moore o Picasso, que a corto, mediano o largo
plazo, pueden aparecer en una subasta de Londres o Nueva York, contando como
ventaja inicial la de nuestro olvido así esté contabilizada en un catálogo
relegado en la estantería hogareña.
Luce
recomendable una pronta y experta
auditoría del fondo artístico de la nación de ojos muy abiertos, pues,
recordemos, si repatriaron las reservas de oro para rematarlas poco a poco a
fin de lograr los desesperados recursos para enjugar los déficits que dejarán
como legado, nada extraña que surja un plan relacionado con piezas artísticas
muy codiciadas en el exterior. Se dirá de una conjetura exagerada, ya que no
solventará las cuentas nacionales, pero – convengamos – que la sola comisión
puede auxiliar de largo las personales de burócratas y relacionados a los que
les angustia el pronto colapso del régimen. E, incluso, sin saberlo, podrán convertirse en
protagonistas de una novela de Arturo Pérez Reverte o Leonardo Padura, llegando
la tabla de Flandes a las manos de Mario Conde.
10/07/2016
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