Luis Barragán
Un diario de circulación nacional (aunque todos trascienden las fronteras por obra de las redes), recoge la reciente solución al litigio judicial (pues, no todo lo es) entre un diario de circulación regional (ciertamente, los bytes ya no saben de localidades) y un estacionamiento que hizo de depósito de los archivos de El Siglo de Maracay; otro diario de suprafronteriza circulación (desentendido del papel periódico enteramente), advierte que no hubo tal solución, sino la abusiva actuación del agresivo representante legal de la empresa resguardadora de vehículos (algo que más que parqueadora), quien gandolizó el problema para darle un destino incierto. La sola reseña gráfica genera indignación, porque un camión espera impaciente la preciosa carga de los viejos ejemplares que, además de probar la escasa puntería de los cargadores (resignados caleteros urbanos), rinde testimonio de una indiferencia radical hacia lo que seguramente entienden como la principal materia prima de la limpieza hogareña (por citar un único caso): entonces, ¿qué resuelve la controversia judicial en Venezuela y, además, por qué pierde nuestra memoria histórica a todo trance?
Ignoramos de otras razones para el pleito tribunalicio, pero lo cierto es que la valiosa hemerografía proseguirá su danza inevitable hacia el deterioro. Poco importa que la preñez de un pasado remoto o cercano, siendo necesario un nuevo y continuo parto para comprenderlo y construir un futuro diferente, ya que – un prejuicio fundamental – la vieja prensa empava (apartándola como criadero de insectos).
De plantearse la remisión de los archivos a alguna biblioteca pública o privada, dudamos de una entusiasta aceptación, por falta de espacios, de condiciones medio-ambientales y de la insuficiencia de un personal apto para su recuperación, preservación y clasificación. Menos, se dirá de una urgente y masiva digitalización, porque no hay recursos ni – ya – tecnologías para semejante hazaña en un país devorado por una inmediatez que presiona y asfixia.
De hecho, respecto a una muy buena parte de las instituciones bibliotecarias del país, la webfografía (disculpen el malsonante neologismo) está vedada y, a lo sumo, lo que va quedando, es el escaneo o la simple fotografía de funcionarios preocupados y de investigadores apresurados. No hay in inventario nacional de la vieja prensa y, muy pocos, pensarán en la necesidad de salvaguardarla empleando la red de redes como lo ha hecho tan extraordinariamente con sus antiguas publicaciones el Centro Gumilla.
Quedan los portales noticiosos institucionalizados y estables, más la afortunada bloguería personal, no sólo para transmitir la noticia, sino resguardarla a todo evento. Empero, al parecer insoluble, el agigantamiento inverosímil de la información provoca también una pérdida progresiva: el internauta contribuye al embasuramiento interneteano, al privilegiar (in) voluntariamente las notas banales, superficiales y anodinas, relegando las decisivas y profundas (ni que fuese adivino, dirá el tecleador).
Referencias:
http://www.el-nacional.com/regiones/Botan-archivos-Siglo-tribunal-Aragua_0_893310726.html
http://www.elpitazo.com/regiones/sin-orden-judicial-abogado-bota-la-basura-hemero
Fotografías: Andreína León.
01/08/2016
http://www.diariocontraste.com/2016/08/luis-barragan-luisbarraganj-webfografia-dijo/#
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