miércoles, 3 de febrero de 2016

TRAZOS



De los reales que deben devolvernos (y Caldera ilustrado)

Luis Barragán

Es necesario decirlo a quemarropa: en más de una década y media de régimen, se robaron todos los reales posibles que se encuentran en sendas cuentas bancarias del extranjero.  Una mínima recuperación que la deseamos plena, de tan fabulosos recursos ayudará al arranque económico que marca la emergencia en Venezuela.

Por ello, un equipo de especialistas de Vente Venezuela, liderizado por María Corina Machado, junto a la fracción parlamentaria que no ha dejado de laborar intensamente, ha planteado – en fecha reciente - por ante la Asamblea Nacional, la conformación de una Comisión Especial para identificar y rescatar los activos del patrimonio público que la consabida y vasta corrupción logró sacar del país, enfocados particularmente en la asignación directa de los contratos suscritos por órganos y entes de la administración pública, desde 1999. Ya hay una experiencia acumulada por otros países que, al concebir y emplear una rigurosa metodología, conocida exhaustivamente la materia, lograron – por ejemplo, Libia – recobrar importantes capitales de procedencia irrefutablemente delictiva, con la aplicación de programas como STAR (Stolen Assen Recovery  Initiative, de la ONU y del Banco Mundial), FINCEN (Financial Crimes Enforcement Network, de Estados Unidos), Programa de Recuperación de Activos Robados (Unión Europea), ARIN (Asset Recovery Inter-Agency Network West Africa (África Occidental). Valga la coletilla, además de la voluntad política para la pronta reposición, resulta indispensable una correcta aplicación de los instrumentos que lo permitan, pues, también es válida la sospecha – sostenemos – respecto a las iniciativas improvisadas, cuasi artesanales y atolondradas que no garantizan a la  postre repatriación alguna.

Sobradas razones existen para reclamar que nos #DevuelvanNuestrosReales, porque se habla con asombrosa comodidad de aumentar el precio de la gasolina, pero suelen olvidar interesadamente que hay un realero fuera del país, producto de la corrupción, triquiñuelas y trampas tan inherentes al régimen, como el generoso subsidio a la dictadura cubana. Elementos estos que permitirán postergar el aumento, o – por lo menos – hacerlo en el marco de otro modelo económico probado y eficaz para no incurrir en el hábito de una enfermiza elevación del precio que nos lleve al propio desabastecimiento y hasta sorprendente importación, según acontece bajo la espesa sombra de un socialismo rentístico, parasitario y campamental.

María Corina ha versado sobre la posibilidad de contar con más de 30 mil millones de dólares al inicio de una transición democrática, mediante la devolución de esos capitales fraguados por el crimen. Una comisión parlamentaria, responsable y sobria, puede acelerar un trabajo que será decisivo para que Venezuela no traspase, como ya ocurre, las fronteras del hambre.

La propuesta es, apenas, una de las 178 medidas en materia económica que ha trabajado Vente Venezuela. No hay política (y agreguemos, política democrática), sin las sustanciales contribuciones al debate y a las realizaciones que, sencillamente, urgen con una vocación venezolanista, más allá de las actuales y amargas circunstancias.

Caldera ilustrado

Hemos buscado infructuosamente, la primera ilustración que se hizo de Rafael Caldera en la prensa venezolana, incluyendo a los medios que lo adversaron tempranamente. Por ejemplo, revisamos la colección de Fantoches (Caracas), entre octubre de 1937 y febrero de 1938, faltando algunas ediciones de la cuidadosa encuadernación de la hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia, presumiendo que la célebre reacción de los uneístas frente a  Leoncio Martínez (Leo) tuvo por origen el trazo, pero – hasta ahora – luce seguro un texto que tuvo por epicentro el término “efebo”.

 La referencia humorística, por cierto, no necesariamente asociada a las ilustraciones (voz que preferimos antes que caricaturas), contó con una magnífica y generosa veta en el yaracuyano y, un primer vistazo a la vieja prensa, revela las naturales etapas en las que reflejaron su personalidad. Propio del oficio, las hay definitivamente figurativas y, otras, más abstractas, dependiendo – por supuesto – de aquellos elementos que lo emblematizaron, según la polémica política en boga.

Sostenemos, a pesar de nuestra escasa pericia en la materia, que las ilustraciones más interesantes toman determinados rasgos físicos del personaje, subrayándolos para generar un símbolo que prontamente lo identifique; las alusiones con las que éste destaca en la palestra pública, ubicándolo rápidamente según la intensidad del debate; o las frases que acuñó, popularizándolas. A modo de ilustración, respectivamente, la cabellera engominada, ordenada y brillante, fue un rasgo a resaltar;  las cien mil casas por año, promesa electoral de 1968, facilitó el motivo gráfico del caso; o el celebérrimo “!vamos a echarle pichón!” de un orador que también fue individuo de número de a Academia Nacional de la Lengua.

Respecto al trazo, no suele cotizarse el meramente figurativo, sino el creador de una simplificación o saturación de líneas, capaz de transmitir la opinión del ilustrador que, como buen sismógrafo, ha de palpar el momento político con fidelidad. Los hubo ensayando una estampa estilizada, frente a otros que, en pocas líneas, paradójicamente facilitaban su rápida identificación, o, en muchas, agazapando las arrugas faciales, advertían un Caldera contrastante – obvio – con una juventud, en la que, además, nos antojamos, resaltaban sus grandes y lozanas mejillas. Sin embargo, deseamos resaltar dos ilustraciones que nos remiten a la famosa, como exitosa, fotografía de la aludida campaña, con la mitad iluminada del rostro.

En una de ellas, a Eduardo Robles Piquer (RAS) le bastó trazar la cabellera y la quijada para remitirnos a la lejana juventud (El Nacional, Caracas, 25/09/1979); y, en otra, Peli ahorró sus habitualmente profusas líneas para recordarnos la vejez (Economía Hoy, Caracas, 17/10/1996). Quizá involuntariamente, ambas nos llevan a la cara con la que definitivamente se familiarizó la población, al compás del primer triunfo presidencial, e – independientemente de cualesquiera otras interpretaciones simbólicas – alimentan la hipótesis que, en una tertulia pasajera, alguien asomó: la punta de un iceberg de sapiencia y experiencia, pues, así se tratara de un adversario, Caldera inspiraba respeto por sus genuinas credenciales académicas al – apenas – gesticular algunas palabras.

Hipótesis que nos conduce a una convicción, ya que – como lo comentamos recientemente Marcos Fuenmayor Contreras y el suscrito – hubo referentes políticos demasiados importantes en los elencos de décadas anteriores, frente a los cuales se podía disentir, mas nunca desconocer el calibre ético e intelectual que ostentaban. He acá una diferencia nada pasajera entre los viejos y nuevos elencos, ahora demasiados contaminados por el fenómeno mediático.

Necesaria acotación, militamos en el partido que liderizó Rafael Caldera, reconocida y respetada su autoridad moral, ideológica y política. Muy pocas veces, quizá dos, tuvimos oportunidad de conversar con él en forma privada, en medio de las coincidencias y discrepancias que suscitaba, pues tampoco pertenecimos a la tradición calderista en el ámbito interno de la organización, algo que va más allá de lo que se concibe como corriente o tendencia.

Lejos de constituir una ofensa,  habla del reconocimiento acaso más auténtico hacia un referente político fundamental en nuestra historia contemporánea. Por ello, aceptamos la generosa invitación que nos hiciera Sara Lizarraga para integrar la Comisión Centenaria que ha articulado con mucho y ejemplar esfuerzo, porque – en definitiva – se trata del sembrador de un ideario en Venezuela que todavía se mantiene esencialmente en pie, aunque sean otros los escenarios que hoy nos ayudan a defenderlo y a actualizarlo, sin temor al siglo XXI que nos tiene por inquilinos.

25/01/2016

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