De los reales que deben devolvernos (y Caldera ilustrado)
Luis Barragán
Es necesario decirlo a quemarropa: en más de una década y
media de régimen, se robaron todos los reales posibles que se encuentran en
sendas cuentas bancarias del extranjero.
Una mínima recuperación que la deseamos plena, de tan fabulosos recursos
ayudará al arranque económico que marca la emergencia en Venezuela.
Por ello, un equipo de especialistas de Vente Venezuela,
liderizado por María Corina Machado, junto a la fracción parlamentaria que no
ha dejado de laborar intensamente, ha planteado – en fecha reciente - por ante
la Asamblea Nacional, la conformación de una Comisión Especial para identificar
y rescatar los activos del patrimonio público que la consabida y vasta
corrupción logró sacar del país, enfocados particularmente en la asignación
directa de los contratos suscritos por órganos y entes de la administración
pública, desde 1999. Ya hay una experiencia acumulada por otros países que, al
concebir y emplear una rigurosa metodología, conocida exhaustivamente la
materia, lograron – por ejemplo, Libia – recobrar importantes capitales de
procedencia irrefutablemente delictiva, con la aplicación de programas como
STAR (Stolen Assen Recovery Initiative,
de la ONU y del Banco Mundial), FINCEN (Financial Crimes Enforcement Network,
de Estados Unidos), Programa de Recuperación de Activos Robados (Unión
Europea), ARIN (Asset Recovery Inter-Agency Network West Africa (África
Occidental). Valga la coletilla, además de la voluntad política para la pronta
reposición, resulta indispensable una correcta aplicación de los instrumentos
que lo permitan, pues, también es válida la sospecha – sostenemos – respecto a
las iniciativas improvisadas, cuasi artesanales y atolondradas que no
garantizan a la postre repatriación
alguna.
Sobradas razones existen para reclamar que nos
#DevuelvanNuestrosReales, porque se habla con asombrosa comodidad de aumentar
el precio de la gasolina, pero suelen olvidar interesadamente que hay un
realero fuera del país, producto de la corrupción, triquiñuelas y trampas tan
inherentes al régimen, como el generoso subsidio a la dictadura cubana.
Elementos estos que permitirán postergar el aumento, o – por lo menos – hacerlo
en el marco de otro modelo económico probado y eficaz para no incurrir en el
hábito de una enfermiza elevación del precio que nos lleve al propio
desabastecimiento y hasta sorprendente importación, según acontece bajo la
espesa sombra de un socialismo rentístico, parasitario y campamental.
María Corina ha versado sobre la posibilidad de contar con
más de 30 mil millones de dólares al inicio de una transición democrática,
mediante la devolución de esos capitales fraguados por el crimen. Una comisión
parlamentaria, responsable y sobria, puede acelerar un trabajo que será
decisivo para que Venezuela no traspase, como ya ocurre, las fronteras del
hambre.
La propuesta es, apenas, una de las 178 medidas en materia
económica que ha trabajado Vente Venezuela. No hay política (y agreguemos,
política democrática), sin las sustanciales contribuciones al debate y a las
realizaciones que, sencillamente, urgen con una vocación venezolanista, más
allá de las actuales y amargas circunstancias.
Caldera ilustrado
Hemos buscado infructuosamente, la primera ilustración que
se hizo de Rafael Caldera en la prensa venezolana, incluyendo a los medios que
lo adversaron tempranamente. Por ejemplo, revisamos la colección de Fantoches
(Caracas), entre octubre de 1937 y febrero de 1938, faltando algunas ediciones
de la cuidadosa encuadernación de la hemeroteca de la Academia Nacional de la
Historia, presumiendo que la célebre reacción de los uneístas frente a Leoncio Martínez (Leo) tuvo por origen el
trazo, pero – hasta ahora – luce seguro un texto que tuvo por epicentro el
término “efebo”.
La referencia humorística, por cierto, no necesariamente
asociada a las ilustraciones (voz que preferimos antes que caricaturas), contó
con una magnífica y generosa veta en el yaracuyano y, un primer vistazo a la
vieja prensa, revela las naturales etapas en las que reflejaron su
personalidad. Propio del oficio, las hay definitivamente figurativas y, otras,
más abstractas, dependiendo – por supuesto – de aquellos elementos que lo
emblematizaron, según la polémica política en boga.
Sostenemos, a pesar de nuestra escasa pericia en la materia,
que las ilustraciones más interesantes toman determinados rasgos físicos del
personaje, subrayándolos para generar un símbolo que prontamente lo
identifique; las alusiones con las que éste destaca en la palestra pública,
ubicándolo rápidamente según la intensidad del debate; o las frases que acuñó,
popularizándolas. A modo de ilustración, respectivamente, la cabellera
engominada, ordenada y brillante, fue un rasgo a resaltar; las cien mil casas por año, promesa electoral
de 1968, facilitó el motivo gráfico del caso; o el celebérrimo “!vamos a
echarle pichón!” de un orador que también fue individuo de número de a Academia
Nacional de la Lengua.
Respecto al trazo, no suele cotizarse el meramente
figurativo, sino el creador de una simplificación o saturación de líneas, capaz
de transmitir la opinión del ilustrador que, como buen sismógrafo, ha de palpar
el momento político con fidelidad. Los hubo ensayando una estampa estilizada,
frente a otros que, en pocas líneas, paradójicamente facilitaban su rápida
identificación, o, en muchas, agazapando las arrugas faciales, advertían un
Caldera contrastante – obvio – con una juventud, en la que, además, nos
antojamos, resaltaban sus grandes y lozanas mejillas. Sin embargo, deseamos
resaltar dos ilustraciones que nos remiten a la famosa, como exitosa,
fotografía de la aludida campaña, con la mitad iluminada del rostro.
En una de ellas, a Eduardo Robles Piquer (RAS) le bastó trazar
la cabellera y la quijada para remitirnos a la lejana juventud (El Nacional,
Caracas, 25/09/1979); y, en otra, Peli ahorró sus habitualmente profusas líneas
para recordarnos la vejez (Economía Hoy, Caracas, 17/10/1996). Quizá
involuntariamente, ambas nos llevan a la cara con la que definitivamente se
familiarizó la población, al compás del primer triunfo presidencial, e –
independientemente de cualesquiera otras interpretaciones simbólicas –
alimentan la hipótesis que, en una tertulia pasajera, alguien asomó: la punta
de un iceberg de sapiencia y experiencia, pues, así se tratara de un
adversario, Caldera inspiraba respeto por sus genuinas credenciales académicas
al – apenas – gesticular algunas palabras.
Necesaria acotación, militamos en el partido que liderizó Rafael
Caldera, reconocida y respetada su autoridad moral, ideológica y política. Muy
pocas veces, quizá dos, tuvimos oportunidad de conversar con él en forma
privada, en medio de las coincidencias y discrepancias que suscitaba, pues
tampoco pertenecimos a la tradición calderista en el ámbito interno de la
organización, algo que va más allá de lo que se concibe como corriente o
tendencia.
Lejos de constituir una ofensa, habla del reconocimiento acaso más auténtico
hacia un referente político fundamental en nuestra historia contemporánea. Por
ello, aceptamos la generosa invitación que nos hiciera Sara Lizarraga para
integrar la Comisión Centenaria que ha articulado con mucho y ejemplar
esfuerzo, porque – en definitiva – se trata del sembrador de un ideario en
Venezuela que todavía se mantiene esencialmente en pie, aunque sean otros los
escenarios que hoy nos ayudan a defenderlo y a actualizarlo, sin temor al siglo
XXI que nos tiene por inquilinos.
25/01/2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario