Érase
de una barra
Guido
Sosola
Recientemente,
Henry Ramos se vio obligado no sólo a ordenar el desalojo de las barras en la
Asamblea Nacional, sino a suspender la sesión misma. Los partidarios del
gobierno imposibilitaron la jornada que, paradójicamente, iniciaba la discusión
del Proyecto de Ley de Producción Nacional, desde los palcos o – puede decirse
– la tercera curul.
Sobre
todo por lo que respecta a las sesiones parlamentarias de mediados de los
cuarenta y luego de 1959, consta en los Diarios de Debates el protagonismo del
público asistente, ubicado en los reducidos e incómodos balcones que apenas
permiten la mirada parcial al coso guzmancista. Incluyendo al taquígrafo que
varias veces hizo de cronista en pocos caracteres, fueron numerosos los
momentos de agitación y de suspensión que obligaba a la dirección de debates a
preservar una mínima disciplina en el lugar.
Ahora
recordamos uno de esos instantes de explosión emocional, con el eficaz sabotaje
del trabajo, después que la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de
Justicia decidió la anulación de la condición senatorial de Marcos Pérez
Jiménez. Hubo una movilización
encabezada por destacados dirigentes de un perezjimenismo otrora unido, que
tomó las barras, bajó y caminó literalmente por encima de las curules en un
fortísimo conato de riña colectiva, el 27/10/1969.
Aquél día, una seguidora del dictador hasta lanzó un aparato telefónico a la humanidad del maestro Vicente Emilio Sojo, insigne músico que integró la Cámara del Senado y, reconocido su temperamento, no temió en enfrentar la turba, obligado su hijo – Efrén – a defenderlo. El presidente del Congreso, José Antonio Pérez Díaz, recurrió a la fuerza policial, por cierto, la que resguardaba el Capitolio Federal, cercana su comandancia, ubicada en la esquina de Las Monjas (ocupada hoy por la Cámara del Municipio Libertador que, además, está sufriendo de una inadvertida remodelación en su azotea), como se dijo que había hecho Rafael Caldera, presidente de la Cámara de Diputados, auxiliándose con la Policía Municipal, para intentar mantener el orden de una sesión finalmente saboteada a mediados de julio de 1960, tras el asesinato de Andrés Coba Casas, representante del movimiento revolucionario cubano en Caracas.
Aquél día, una seguidora del dictador hasta lanzó un aparato telefónico a la humanidad del maestro Vicente Emilio Sojo, insigne músico que integró la Cámara del Senado y, reconocido su temperamento, no temió en enfrentar la turba, obligado su hijo – Efrén – a defenderlo. El presidente del Congreso, José Antonio Pérez Díaz, recurrió a la fuerza policial, por cierto, la que resguardaba el Capitolio Federal, cercana su comandancia, ubicada en la esquina de Las Monjas (ocupada hoy por la Cámara del Municipio Libertador que, además, está sufriendo de una inadvertida remodelación en su azotea), como se dijo que había hecho Rafael Caldera, presidente de la Cámara de Diputados, auxiliándose con la Policía Municipal, para intentar mantener el orden de una sesión finalmente saboteada a mediados de julio de 1960, tras el asesinato de Andrés Coba Casas, representante del movimiento revolucionario cubano en Caracas.
Érase
de una barra virulenta, varias veces excedida, que tuvo su esplendor de
agitación durante el quinquenio legislativo pasado, cuando la bancada
oficialista la administró exclusivamente y de tal manera que hasta las turnaba
– según la materia – para agredir a la bancada opositora, en concierto con la
junta directiva encabezada por Diosdado Cabello. Creemos que, en el presente,
se requiere de mucha prudencia para su administración y, por muy envalentonadas
y mayoritarias que sean las fuerzas democráticas de la oposición, se deben
evitar las trampas gubernamentales de movilización y de alboroto: quizá sea
aconsejable, sesionar sin las barras en las ocasiones que necesite la Asamblea
Nacional para adelantar su trabajo.
28/02/2016
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/25512-erase-de-una-barra
28/02/2016
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/25512-erase-de-una-barra
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