Luis Barragán
Faltándole una denominación más sencilla que permita ahorrar tinta para su papelería, el Ministerio del Poder Popular para la Energía Eléctrica (MPPEE), apelando a una normativa de 2011, ha decidido que los centros comerciales deberán – parcial o totalmente – autosustentarse en el ramo, instalando sendas plantas eléctricas. Quizá una medida semejante puede alcanzar a las clínicas u otros servicios del sector privado que integran la lista de los “grandes usuarios”, porque – completamente estatizada – la empresa no puede cubrir la demanda, hasta que, tarde o temprano, cubra al propio sector público, aunque la oscuridad es hábito en las avenidas, calles y callejuelas del país con las consecuencias del caso.
Medida curiosa, porque – so pretexto de una crisis de la industria, evadida y en nada debatida por la alta burocracia – refuerza la orientación hacia el subconsumo, consagrándolo, y realiza una precaria como peligrosa autarquía. Impactándola, acentúa más el descenso de nuestra calidad de vida a los límites de la supervivencia que abandera una prolongada e indecible crisis económica, como nunca antes se había visto y padecido desde que el petróleo asomó sus mejores promesas.
En efecto, por una parte, alega la nota oficial que la decisión tiene por objetivo el de “concienciarlos [centros comerciales] sobre el uso racional y eficiente de la energía”, obligándolos a instalar las plantas. Objetivo superior, no debe sobrecargarse el Sistema Eléctrico Nacional, porque – abusando del verbo – “lo que queremos es concienciar a la población”, asegurando que “no es cuestión de capricho, estamos viviendo una época de crisis energética, debido al fenómeno El Niño” y, además, “los embalses que surten las centrales hidroeléctricas tienen los indicadores más bajos en mucho tiempo” (*).
Grosera simplificación del problema, desatendiendo un colapso de la industria advertido con la debida anticipación por los más variados sectores del país que una vez exportó electricidad, por otra, revela el desastre mismo de su estatización, luego premiada con la emblemática designación de Jesse Chacón, quien renunció al rango ministerial – tardío cumplimiento del compromiso que celebró ante los medios – para alcanzar otro, ocupando la incómoda y sacrificada embajada en Viena. Aceptemos que el deficitario consumo de la energía, festejado como un logro, oculta un injusto subsidio a la ineficiencia e irresponsabilidad.
La medida en cuestión, finalmente, nos remite al terco empeño desindustrializador de la electricidad, ya que el suministro de la energía dependerá de la habilidad importadora de las plantas, añadida la ventajosa adquisición de las divisas para distribuirlas y mantenerlas, incentivando una mera actividad comercial bajo el empuje de las nuevas roscas, a menos que el gobierno desee – encareciendo los costos – liquidar definitivamente los referidos centros por la adicional lidia con una maquinaria que releva de toda responsabilidad a la empresa estatizada, antes adquirida solamente para cubrir situaciones de emergencia. Vale decir, a lo sumo, aparentando una actividad autosustentable, establecerá una suerte de buhonería eléctrica donde tuvimos y todavía podemos contar con una también capaz industria privada, dispuesta a invertir y arriesgarse.
(*) http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/309349/centros-comerciales-estan-obligados-a-instalar-plantas-electricas-para-generar-su-propio-consumo/
O8/02/2016
http://www.entornointeligente.com/articulo/7860117/VENEZUELA-De-la-buhoneria-electrica
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