Una avenida que se prolonga espiritualmente
Luis Barragán
Ciudadano
Alcalde del Municipio Baruta;
Ciudadanos
ediles de un municipio que es referente para el país;
Ciudadanos
representantes de las organizaciones no gubernamentales en defensa de nuestros
históricos y legítimos derechos sobre el Esequibo;
Ciudadanos
representantes de los vecinos que acogen con orgulloso el renombramiento de tan
importante vía arterial;
Ciudadano
Dr. Leomagno Flores, ex – parlamentario y con quien compartimos también
difíciles lides en el pasado período legislativo;
Ciudadana
Lic. Sara Lizarraga, Coordinadora de la Comisión Centenaria de Rafael Caldera;
Conciudadanos:
Agradezco
inmensamente las palabras de presentación del ciudadano concejal Héctor
Urgelles, cuyos esfuerzos rinden hoy sus frutos. Sensible ante el reclamo
histórico, conocedor de sus facetas, ha sido muy generoso con sus palabras.
Días
atrás, al iniciar una extraordinaria disertación que tuvimos la suerte de
presenciar, Elías López La Torre recordó a Baltasar Gracián: "Lo bueno, si
breve, dos
veces bueno; y aún lo malo, si poco, no tan
malo”. Acogiéndonos a la sentencia ya
clásica del jesuita, evidentemente de interés común, agradecemos no sólo la
decisión de rebautizar esta importante arteria vial en el ejercicio de un
inadvertido poder toponímico de la municipalidad, sino la resignación de
escuchar a este modesto servidor.
- I –
Antes que la pólvora, la República
tuvo como esencial domicilio la palabra. Antes que en el Congreso Constituyente
de 1811, ella habitó cómoda el municipio.
El municipio deliberó sobre los
problemas fundamentales del país que por entonces emergía, como lo hace hoy
cuando parece sumergirse. Mientras que la haya, renacerá por siempre
Venezuela, ya que la palabra es
reflexión, acción y emoción compartida.
La independencia que, a la vez es
soberanía nacional y soberanía popular, arraigó en el espacio de las
municipalidades, donde cobró vida la promesa de la integridad territorial. Y ésta, constante el principio del uti
possidetis iuris en todas nuestras constituciones, remite también a un reclamo vigente, cuando –
en el presente – la crisis amenaza la propia convivencia ciudadana en sus más
variados e insospechados ámbitos.
La iniciativa del Concejo Municipal de
Baruta que celebramos con emoción republicana, renombrando esta avenida, constituye un importante reconocimiento a la
prestancia y significación histórica de la voz “Esequibo”; resume un sentido
tributo a la población del extenso territorio del que fuimos injustamente
despojados por la fuerza y, luego,
mediante el fraudulento Laudo Arbitral de París de 1899, al igual que condensa
un vivo testimonio de agradecimiento a
los hombres y mujeres que diligenciaron y diligencian todavía su ya prolongada,
paciente y pacífica recuperación.
Cada vez que la ciudadanía transite el
diario asfalto de sus ocupaciones, emprendiendo sus mejores tareas, como las de
trabajar, estudiar y recrearse; buscando
las oportunidades para hacerlo, o respondiendo a todas sus urgencias, acuñará el recuerdo urbano de los hermanos
que recorren sus alamedas boscosas con un sentimiento tricolor, en el distante
territorio esequibano que comienza mordiendo las aguas del Atlántico al
norte; dice terminar en el sur que se
abanica en una encrucijada de fronteras con Colombia, Brasil y Guyana,
realmente terminando y comenzando - a la vez - en todos y cada uno de los corazones
venezolanos, donde late por siempre la
vocación por la libertad deseosa de
traducirse en una democracia plena.
Y no es, ni será, la acuñación de una
voluntad de conquistar lo que no es nuestro, siendo un país que
sacrificadamente aportó a la Independencia Continental, pues, no padecemos esa
suerte de geofagia que caracteriza a las peores dictaduras. Aunque las
nuestras, las que plagaron de guerras civiles y miserias al país,
debilitándonos institucionalmente, constituyen un caso más grave. Si bien es
cierto que el despojo fue obra de las concertadas superpotencias de entonces,
no menos cierto es que nuestras dictaduras así lo facilitaron. Y, todo, a pesar de las valientes voces que se
resistieron, o de acciones como la del general Antonio Domingo Sifontes que
defendió con las manos, más que por las bayonetas, El Dorado, frente al invasor, contrastando
con la oficialidad de reluciente espada que lograba llegar al palacio
presidencial de la muy remota Caracas para jugar y distinguirse entre los espejos.
- II -
Cumplimos medio siglo de la
suscripción del Acuerdo de Ginebra, fruto de las difíciles negociaciones con
Gran Bretaña, protagonista del injusto despojo, ya en trance la Independencia
de Guyana. Desde que se hiciera público hacia 1949, el póstumo memoradum de
Severo Mallet-Prevost,
revelando la injusticia arbitral que redujo aún más el territorio
venezolano, fueron muchas las
atenciones, planteamientos y diligencias que realizó el Estado – nuestro Estado
– para recobrarlo, sistematizándolas progresivamente, sobre todo a partir de
1958 cuando le dio una definitiva orientación política, por encima de los
circunstanciales gobiernos que tuvimos.
El
17 de febrero de 1966, se abrió un camino diferente para la reclamación
respaldada por una sólida acreditación histórica y jurídica, gracias a las
diligentes actuaciones de quienes invirtieron tiempo y paciencia, comprobadas
habilidades y sobrados conocimientos para hallar una fórmula todavía vigente, a
pesar de las maniobras del vecino país.
Con justicia, solemos recordar a Raúl Leoni, Ignacio Iribarren Borges y
los demás funcionarios de una competente cancillería, pero también olvidar el
enjundioso trabajo de investigación realizado en archivos extranjeros por
Hermann González Oropeza (SJ), Pablo Ojer, Harry Siervers y Caracciolo Parra
Pérez a objeto de garantizar la debida sustentación histórico-documental para
una labor – es necesario reiterarlo - de Estado, realizada con la eficacia,
destreza y puntualidad que se requería.
Importa
mencionar dos aspectos de alto valor –
incluso – pedagógico.
De
un lado, lo señala la correspondiente Memoria y Cuenta de la Cancillería, la delegación venezolana reunida en el Palais des Nations, estuvo compuesta –
además – por una variada representación de los partidos, fueren o no de la
coalición que ocupaba por entonces a Miraflores, como Jaime Lusinchi (AD),
Andrés Roncajolo (FND), Simón Antoni Paván (URD), Gonzalo García Bustillos
(COPEI), Iván Terán (FDP), Manuel Alfredo Rodríguez (PRN) y Armando Soto Rivera
(Independiente). Vale decir, que no fue
monopolio – como nunca debe serlo un asunto que atañe a todos – del otrora
partido de gobierno, situación que dramáticamente contrasta con el que hoy
arbitraria y excluyentemente dirige o dice dirigir los destinos del país.
Del
otro, la suscripción del Acuerdo generó un intenso debate en la opinión pública
y en el Congreso, donde igualmente surgieron voces de cuestionamiento, sin que
ello hubiese significado desmerecimiento alguno ni provocado una alevosa
descalificación personal de los disidentes. La academia, grupos de interés e
individualidades se hacían sentir respecto al mecanismo empleado. Es decir, no
hubo censura y bloqueo informativo, menos una Asamblea Nacional dócil y servil
que, por estos años, evadió el problema
hasta adscribirse ciegamente a la
dirección de un gobierno que apartó el diferendo territorial en sus relaciones
bilaterales con Guyana, autorizándolo expresa o tácitamente a ofrecer y
materializar sendas concesiones en el territorio y en las aguas, por lo menos, en
disputa. Por supuesto, aquellos eran tiempos en los que hubo rendición veraz de
cuentas, frecuentes interpelaciones parlamentarias del canciller, extensas
polémicas en la prensa, donde hoy existe desprecio y arrogancia, por no decir
villanía y entreguismo del poder establecido.
- III –
La controversia esequibana amerita de
una Política de Estado, tal como lo exigió reiteradamente la bancada
democrática de la oposición de la Asamblea Nacional, durante el anterior
período (2011-2015). Supone el reconocimiento
de todos los sectores de la vida nacional que debe contar con los canales
institucionales más adecuados para expresar sus preocupaciones y angustias.
Obliga a consultar a los especialistas en la materia e, incluso, oír y
reconocer a los activistas – esequibanos o no – atentos al desarrollo del
problema, por cierto, sobre los cuales recaen serios indicios – más allá o más acá del Esequibo – de un
seguimiento de los servicios de inteligencia.
La jefatura de la política exterior no
es un privilegio inexpugnable del Presidente de la República, pues, está bajo
control parlamentario como política pública, entre otros controles. Están las
demás expresiones del Poder Público, los
partidos, la academia, la sociedad civil organizada.
Pareja a la historia, una suerte de
sociología política de la reclamación del Esequibo también da cuenta de la
labor de las academias nacionales, de las universidades, de entidades tan
específicas como el Instituto
de Estudios Fronterizos de Venezuela,
Movimiento Revolucionario 2 de
enero, Movimiento Nacional Al Rescate de los Esequibanos y
del Esequibo, Fundación Amigos del Esequibo, Generación Esequiba, Mi Mapa de Venezuela y Nuestro Esequibo que, con
todos esos matices, aportan a la concepción y desarrollo de una política
pública derivada de una concepción de Estado para la recuperación del
Territorio Esequibo.
Por cierto, decir Política de Estado,
democrática, más moderadora que moderada, debidamente concursada por la
ciudadanía, sin temor a la deliberación y generadora de confianza, no es equivalente al secreto, al exclusivo
manejo confidencial de las decisiones y de los decisores públicos y, aunque
pudiese contar y cuenta con un poco de ella, no es expresión exacta y cabal de
la Razón de Estado.
Exigimos infructuosamente una Política
de Estado para la reclamación del Esequibo, la que todavía no hay, cuando la
hubo en anteriores décadas, en el período legislativo que culminó en 2015. Un
único debate directo admitió el oficialismo, en el largo período, ya imposible
de evadir la materia y después de impactada la opinión pública por las
concesiones petroleras que dio Guyana en aguas venezolanas, la captura del
“Teknik Perdana” y el anuncio de la Exxon Mobil, acumulando presiones.
Hablar de una Política Pública es
hablar de aportes. Tenemos el orgullo
personal de haber palpado tierra venezolana, más allá del Coyuní. Integramos el
grupo de parlamentarios y dirigentes políticos, liderado por María Corina
Machado, que llegó por las peligrosas carreteras hasta Etherimbang. Vivencia que nos estimuló, días después, a
dar una rueda de prensa en las no menos peligrosas inmediaciones de la Casa
Amarilla demandando un representante a tiempo completo ante la oficina del Buen
Oficiante. Luego, a plantear el Proyecto de Ley Para la Defensa y Desarrollo de
la Fachada Atlántica, todo en 2013.
En 2015, honrando nuestra convicción
sobre la necesidad de una Política de Estado, impulsamos el Proyecto de Ley Especial del Estado
Esequivo ( juntos a os diputados José Manuel González, Freddy Marcano, Andrés
Velásquez, Juan Pablo García, Omar González, Leomagno Flores, Américo de
Grazzia; redactado por el abogado constitucionalista Sergio Urdaneta), y el Proyecto de Ley de Reforma Parcial de
la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación.
Necesario inciso, la Guyana
desconocida aún entre nosotros, asombrosamente dividida en términos raciales,
de una sempiterna precariedad económica y social, experimenta una poderosa
ilusión petrolera con las concesiones y probables hallazgos de petróleo. Es
comprensible, aunque inaceptable al tratarse de concesiones que comprometen
nuestro territorio, el esfuerzo del vecino país por superar las actuales
condiciones de vida. Empero, vale aclarar: jamás hemos apostado por la
liquidación o desaparición de Guyana. Sostenemos que, al reconocer nuestra
titularidad, se ofrecen opciones para una explotación conjunta del territorio
en cuestión, por lo que el mundo no se
acaba, sino comienza para Guyana, con tal reconocimiento.
El problema esequibano es motivo de
una permanente reflexión formal e informal, aún entre amigos. En tal sentido,
reconocemos aportes como los de los doctores María Teresa Belandria, Luis
Alberto Buttó, Daniel Merchán, José Alberto Olivar, Clemente Bolívar, quienes –
entre otros – contribuyen al esfuerzo que se hace desde las curules de la
representación nacional.
Mención especial merece la ONG Mi Mapa de Venezuela
que, además de haber viajado al territorio venezolano del Esequibo y mantener
viva la reclamación, constituye un foro de ideas e iniciativas que los
parlamentarios hemos valorado. Valga acotar, la referida organización ha sido objeto del seguimiento
de la prensa y quizá de los propios servicios de inteligencia, más acá o más
allá del Esequibo, dando testimonio de una madurez que ojalá, siendo jóvenes,
los estimule para un futuro desempeño en las instancias institucionales del
Estado.
- IV –
La
vigencia del Acuerdo de Ginebra no está en discusión, fórmula indispensable
para la misma Guyana que ahora desea retrotraer el problema a etapas que le
resultaría a la postre contraproducentes. El ejercicio de sensatez e imaginación que
demandamos para afrontar el problema, debidamente articulado el proceso de toma
de decisión, tiene – hoy – por premisas, entre otras, la reafirmación del Acuerdo, el nombramiento
de un represente a tiempo completo ante la Oficina del Buen Oficiante, la
reivindicación de instancias de asesoría especializada y plural a nivel del
Ejecutivo y del Legislativo, patrullaje constante de la Fachada Atlántica
amparado por una ley que lo contextualice adecuadamente, decreto de la
plataforma del estado Delta Amacuro, creación del estado Esequivo (sic),
normalización de las relaciones bilaterales, reconocimiento de las
organizaciones de la sociedad civil interesadas en el problema. Vale decir, la
realización de las diligencias que suponemos rutinarias en toda cancillería,
requeridas de la asistencia y asesoría de los expertos. Empero, es el debate la
clave para idear fórmulas viables. Y, sobre todo, en el contexto de un país
marcado por una cruda y también cruel realidad, ocupando el Esequibo un lugar
aparentemente secundario.
Agreguemos la convocatoria de las
sesiones del Consejo Nacional de
Seguridad de la Nación con presencia de la oposición democrática representada
en el parlamento, a objeto de informar periódicamente al país del curso de la
reclamación. Censar, cedular y asistir, regularizando su situación, a los miles
de esequibanos que se encuentran en territorio nacional y que, por cierto,
entendemos, infructuosamente solicitaron del Tribunal Supremo de Justicia que
los amparase en relación a sus inequívocos derechos constitucionales. Exhortar
a las universidades públicas y privadas a la creación de las cátedras que
estudien el problema en el sugestivo contexto de una todavía impredecible globalización.
Incitar a otras municipales del país para el reconocimiento toponímico del
Esequibo y que dichas municipalidades acuerden una sesión especial en el
municipio Sifontes del estado Bolívar que preceda – sucesivamente – a la de la
Sub-Comisión Especial del Esequibo, la Comisión Permanente de Política Exterior
y de la plenaria de la propia Asamblea Nacional, en San Martín de Turumbán.
Aplaudimos la existencia y el empuje
de las organizaciones de la sociedad civil que, en definitiva, hicieron posible
renombrar esta avenida, gracias a las diligentes actuaciones del concejal
Héctor Urgelles. Entidades como Mi Mapa de Venezuela y Amigos de El Esequibo,
nos llenan de un legítimo orgullo.
Antes de concluir, permítannos una
inevitable digresión: será inútil y recurrente el aumento de la gasolina,
mientras que no haya rectificación y cambio de modelo económico. Hablamos de un
contexto que dibuja la otra vulnerabilidad – nuestra vulnerabilidad – para el
ejercicio de la reclamación.
- V -
Ciudadanos Alcalde del Municipio
Baruta, integrantes del cuerpo edilicio, vecinos organizados, público
asistente:
El municipio, el que atesora la palabra republicana, verbo de
la libertad y de la sensatez, mediante este solemne acto, renombra la avenida
principal: “Esequibo”. Y cada vez que la transitemos, lo haremos en un mensaje
de cordialidad y hermandad con todos los esequibanos. Una avenida que
espiritualmente se prolonga hasta sus corazones.
Lo breve, es breve, dos veces bueno. Lo
malo, poco, menos malo.
(*) Discurso pronunciado por el diputado Luis Barragán, en la Sesión Solemne del Concejo Municipal de Baruta, Avenida Esequibo (antes, Principal de la Guairita), Plaza Vecinal, 2 de febrero de 2016. Para el proyecto original y notas, vid. http://lbarragan.blogspot.com/2016/02/version-extensa-y-original.html
Fotografías: Durante el desarrollo de la sesión: presidium, concejal Héctor Urgelles, Leomagno Flores, Daniel Merchán, alcalde Gerardo Blyde. La última, con Jean Carafa, Rajihv Morillo Dager, Petar Hrgetic Vitols, Juan Gotopo y Ricardo Gabriel Ramirez Baez.
Bravo amigo...mis respetos
ResponderEliminarMuchas gracias.
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