"... Se observa la paradójica situación de que la Constitución empezó a formar parte del imaginario político, pero, al propio tiempo, ha corrido con la suerte, buena para unos, mala para otros, de haber dependido de las virtudes políticas de un dirigente que no necesitaba de la intermediación de los partidos políticos ni de las instituciones consagradas en la Constitución, sino por el contrario, empezó a convertirseen fuente originaria de poder que respaldaba las instituciones y los partidos"
Omar Astorga
("Ensayos de filosofía política y cultura", UCV, Caracas: 324 s.)
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