Una Asamblea bajo asedio
Luis Barragán
Días atrás, asistimos a la sesión de la Comisión Permanente
de Política Exterior que abordó inicialmente el problema esequibano,
compartiendo la presentación de las metas que los diputados adscritos se
proponen cumplir este año. Nos llamó la atención el reparo que hizo la bancada
oficialista respecto a lo que entendió como “propaganda” y que, a nuestro
juicio, constituían expresiones legítimas y – sobre todo – razonables de un
plan pendiente de aprobación.
Sencillamente -
inferimos - no constituye propaganda
la tonelada de consignas que anegó a la Asamblea Nacional en el pasado período
constitucional, pero sí lo es el enunciado de objetivos susceptibles de
argumentar, inspirado por la propia Constitución. Todo esto zanja una
diferencia entre la necedad y la sensatez, inadvertido resultado de los todavía
recientes comicios parlamentarios.
Diferencia notable al iniciarse los trabajos del novísimo
parlamento, pues, bajo la conducción de la mayoritaria bancada democrática, el
contenido y el estilo resultan contrastantes con el período anterior,
convirtiendo la vieja sede en epicentro de la polémica pública por la sobriedad
y profundidad de los planteamientos. Los que, por cierto, impotentes, no ha
sabido de una contra-argumentación convincente, coherente y rotunda del
oficialismo que todavía espera por el diligente vocero que lo logre y, mientras
tanto, intenta o ensaya con otras incursiones temerarias que compensen todo el
defecto.
A pesar de la aceptación de la actual correlación de
fuerzas, protocolizada con el consenso que produjo el nombramiento de los
miembros de Parlatino y Parlasur, el gobierno se resiste a los hechos. De
pobrísima movilización de las huestes, ha asediado el Palacio Federal
Legislativo con grupúsculos que ensayan la agresión verbal y física de los
diputados opositores, por supuesto, en los días hábiles, y hasta ha estallado
una que otra caja de las que llaman sonora, en sus alrededores, vomitando
sendos panfletos atribuidos a una tal fuerza bolivariana armada o algo
parecido.
A falta de argumentos, perdido el protagonismo de otros
tiempos, fracasada la maquinaria publicitaria, pareciera que esperan por una
respuesta cada vez más violenta de rechazo a una derrota electoral que, todavía
incomprendida, mira con nostalgia a aquellos Guerreros de La Vega que
concursaron decididamente en los ataques sistemáticos a los senadores y
diputados de 1999 que, además, llegado el momento, eran secuestrados o no
podían acudir puntualmente a su natural lugar de trabajo. Tratamos ahora de un
asedio más o menos tenue, quizá bajo el obligado cálculo del costo político que
pueda representar.
01/02/2016
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