Luis Barragán
Consabido, partiendo de una consideración estrictamente económica, la lucha de clases es una de las nociones fundamentales del marxismo clásico. Según la escuela, ella hace la historia de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas y modos de producción.
Además de las reservas que podamos abrigar al respecto, por lo menos, en su perspectiva de corto y mediano plazos, es demasiado obvio, por una parte, que la nuestra es una economía (y una sociedad) rentista; y, por la otra, a pesar de sus invocaciones, el actual régimen venezolano se explica más por las consignas guevaristas que por un intento, por modesto que sea, de aplicar el propio marxismo que francamente desconoce.
La más elemental aproximación que haga sobre sí, dibujaría una dramática pugna de supervivencia y ramificación de los núcleos privilegiados que ha parido, tras los fabulosos ingresos petroleros del período. Bastará con citar la lumpeburguesía, exportadora insigne de capitales, en la era del control de cambio, y el lumpemproletariado, cuya conducción tiene por paradójico epicentro las cárceles: la una, goza de extraordinarias cuentas bancarias e invierte en complejos inmobiliarios del exterior, mientras que la otra, acuartelados sus contingentes en las impenetrables zonas marginales, tampoco queda atrás en sus extravagancias.
Harto peligroso es el análisis de lo que ha ocurrido en más de década y media, a la luz de la lucha de clases, reducida a la sistemática y violenta escaramuza de supervivencia que, no por azar, siendo un dato lamentablemente constante y creciente, representa muy bien las casi treinta mil muertes anuales que ha afectado principalmente a los sectores más jóvenes y empobrecidos de la población. Boliburgueses y pranes aparte, con los matices de rigor, queda una suerte de reducido ejército de desamparados que claman por un favor de la burocracia y, al movilizarse para hostigar a la oposición, de vez en cuando sirve de espuela la alusión a banderas que algún avisado llama … lucha de clases.
Descontextualicemos por un momento al propio Marx, quien – referido a los republicanos burgueses por 1849 – aseguró que pasaron del “nivel de un partido al nivel de una pandilla”, manejando “la Constitución como una intriga” (“Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1980: 78). En un estilo que muy bien tuvo ocasión de estudiar Ludovico Silva, tomamos sus expresiones para retratar a un partido de gobierno que, al pretender monopolizar toda interpretación de la Constitución, no logra ocultar las condiciones que ha consumado. Sin embargo, reparemos en un dato esencial: la lucha de las clases generadas por el régimen, tiene por escenario Miraflores, pero el asiento principal está en las agencias bancarias, los registros y las notarías que cuidan – por ahora – muy bien el secreto.
Fotografías: LB, Caracas. Tomadas por estos días, en los que una mediana movilizción de los partidarios del gobierno, dejó marcada la esquina de San Francisco.
08/02/2016
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