De la precariedad como hábitat (y nota previa)
Luis Barragán
Pronto cumplirá un año de sancionada por la Asamblea Nacional, en apenas dos sesiones, sin que el Ejecutivo la haya promulgado o devuelto, la Ley Orgánica de Cultura, al igual que otros instrumentos que hicieron ruido (por ejemplo, el referido a las transacciones de vehículos automotores). Puede decirse que la oposición estuvo fehacientemente asistida por la razón al cuestionarla (os), pero de nada vale hacerse ilusiones al respecto. Sospechamos que la (s) materia (s) constituye (n) una tentación para Nicolás Maduro y su no menos estridente habilitación. Salvo mejor opinión, sostenemos que no es posible un (os) decreto-ley (es) en la (s) materia (s), porque está en tránsito una normativa sancionada que, pasado ya excesivamente el lapso constitucional, está todavía obligada la junta directiva del parlamento a promulgar. Breve digresión, tampoco sabíamos que la acción de amparo es posible ante otro país, según la decisión de la Sala Constitucional (TSJ) del 25 de los corrientes. Tratamos de un régimen con doctorado polaris causa.
La Torre de David
La autoconstrucción de las viviendas es un asunto común, cuando se debe y se puede por los costos también de tiempo que supone, añadido el paciente mejoramiento de los inmuebles. E, incluso, no pocas de las actuales urbanizaciones comenzaron por casas y edificios modestos que facilitó el Estado mediante créditos de largo plazo, trastocadas en exclusivas zonas de tan insospechado origen.
Algo muy distinto es convertir la autoconstrucción en una fundamental política del Estado, pues, orientada – sobre todo – a los sectores populares que demandan y desesperan por un techo, delega sus responsabilidades en quienes, además, con su fuerza de trabajo, lo subsidian. Integrándose a un vasto clientelismo político, pugnan por convertir en hogar las viejas edificaciones invadidas y alcanzar las escasas cabillas y bolsas de cemento, en un país productor de hierro que galopa hacia la nerviosa desindustrialización.
El más distraído observador pudo reparar en la pausada transformación que experimentó la citada torre por todos estos años, convertidas las rampas, oficinas, sótanos, terrazas, estacionamientos o cualesquiera otros espacios, en sendos apartamentos de una estética a lo Meyer Vaisman. Es de suponer, en el particular tráfico mercantil que también explica la pobreza en una economía rentista, una fortísima inversión de más de dos mil familias a tono, obligándonos al acento, con la política del Estado, agregada la operatividad de una (s) cooperativa (s) expuesta (s) ya a la burla más contundente y al fracaso.
Tolerada y consolidada la experiencia por una década, el gobierno nacional está ahora comprometido con los empresarios chinos en diligenciarles y procurarles un asiento principal para sus intereses y negocios, surgiendo la mole que ha debido avergonzarles como alternativa. Por citar únicamente el caso de Caracas, otras edificaciones públicas no cuentan con la jerarquía de una infraestructura y los posibles servicios como puede dispensar la torre, aunque genera un fundado temor a los habitantes de la Torre de Viasa o de la otrora insigne arquitectura que sirvió de sede a la Procuraduría Agraria Nacional, pues, tratándose de sus superiores e inmediatos intereses, el poder decide y desaloja sin chistar.
Gobernar es una tarea ardua, pero abaratado sencilla y asombrosamente el costo político de no hacerlo, privilegiado el poder continuista, la autoconstrucción es el objetivo ideal que, por cierto, se convirtió en programa realizado luego de la frustrada reforma constitucional de 2007, pretendiendo transferir los más difíciles, viejos y enconados problemas a las comunidades. Empero, objetivo harto demeritado y traicionado, tratándose paradójicamente de la potencia capitalista emergente más importante del mundo, el resultado será siempre el de la precariedad como hábitat.
Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/20038-de-la-precariedad-como-habitat-y-nota-previa
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