EL NACIONAL - LUNES 24 DE JULIO DE 2000
Verde por fuera, rojo por dentro
Adrián Liberman L.
Este título daba nombre a una instalación del artista plástico Meyer Vaisman, exhibida en el Museo de Bellas Artes en la década de los 90. La obra de Meyer consistía en un rancho, de ladrillos crudos con techo de zinc, en cuyas paredes había unas aberturas mediante las cuales se accedía a mirar dentro de la precaria edificación. El asombro venía al percibir en el interior del rancho de marras una habitación de estudio, decorada a la usanza de la clase media. De las muchas lecturas posibles, supongo que el autor quería evidenciar los contrastes entre apariencia y esencia, entre continente y contenido. Pero lo que me interesa destacar, mediante la referencia a esta propuesta, es que el mismo desbalance, la misma distancia está presente, de muchas otras maneras en diversos ámbitos de nuestra Venezuela hoy.
El ejemplo más patético proviene de las escuelas bolivarianas (¿llegará el día en el que el Gobierno deje de proveernos de tanto material de inspiración?). La iniciativa educativa, liderada por el ministro Navarro, fue anunciada con fanfarrias y actos protocolares. Los discursos, las proclamas, los decretos de guerra a muerte fueron difundidos por todos los medios posibles. Se cansaron los apólogos del mesianismo de saturarnos con las supuestas bondades teóricas de dichas escuelas.
La realidad, a la vuelta de unos pocos meses, es radicalmente distinta, como el afuera y adentro de la obra de Vaisman. Escuelas sin maestros, con comedores a la manera de una olla sancochera sobre fuego de leña, salarios pírricos para los educadores, carencia de instalaciones adecuadas, programación y adiestramiento existente sólo en las cabezas de los genios de la esquina de Salas.
Para no ser acusado de tenerla cogida con el sector público y mucho menos (¡Dios me libre!) de "enemigo del proceso", en el ámbito de la empresa privada es posible, y quizás más trágico, encontrar dicotomías así de gruesas. En el demonio de la empresa privada, y especialmente en la banca, existe verdadera pasión por ostentar los emblemas de la modernidad. Las inversiones en tecnología "de punta" son impresionantes, las agencias compiten entre sí por la decoración más vistosa, el website más impactante a los sentidos. Pero a la hora del recurso humano la tonada es otra. Mientras los gurús de los negocios pasan por Caracas: Covey, Drucker, recientemente el mexicano Cornejo y se habla pomposamente de la "gerencia del conocimiento", las relaciones entre los estratos de gerentes y empleados siguen siendo feudales. Mientras las diferentes modas gerenciales se suceden y se dicen obviedades, como que hay que comprometer al personal con la visión y misión de las empresas, el trato interno de todos los días y el dispensado a los clientes finales o usuarios todavía se parece demasiado a los vínculos entre nobles y siervos de alguna película medieval.
Parecería, como si de forma generalizada padeciéramos del síndrome de Humpty Dumpty, aquel personaje de Alicia en el País de las Maravillas que creía que bastaba con hablar para que la realidad cambie. Así, asistimos y participamos de un vivir de las apariencias, ajenos a la importancia de que el contenido sea acorde con el empaque. No son pocas las tesis de grado y trabajos de investigación en los que la diagramación de la portada y la sobreabundancia de ilustraciones ocupa el lugar del texto. Lamentablemente, mucho de lo que somos hoy en día es el rancho de Meyer, pero invertido. Se gastan millones en la fachada de los hospitales pero se olvida de dotarlos de algodón y gasa. De esta manera no parece casualidad que las cifras macroeconómicas que tanto hacen sonreírse a Giordani nada tengan que ver con la realidad cotidiana del 86% de la población. Ojalá llegue el día que entendamos que el más fastuoso de los palacios, si está edificado sobre terreno pantanoso se hunde. Si no, dense un paseo por el estado Vargas.
adrianliberman@hotmail.com
EL NACIONAL, Caracas, 29 de junio de 1999 / Lectores
CARTAS
Remitido a Meyer Vaisman
Con su artículo titulado "¿Moshi-moshi, Kami-sama?" (literalmente del japonés: "Cantv informa que...") aparecido -cual Virgen de Coromoto- en El Nacional recientemente, usted ha ofendido lo más alto que tengo: un apartamento del Banco Obrero, cuarto piso, en la populosa barriada que vio nacer a Ibsen Martínez.
Si usted no cree en Dios, ése es su problema, de usted solito. Somos millardos los que a él debemos la paz de nuestros espíritus y las guerras fratricidas, y la excusa originaria, pero moribunda: "Yo estoy bien. Jódete para que yo siga estando bien".
El despreciable resto, los millardos de ateos que pululan por el orbe, no merecen ser artistas plásticos. ¡No! Merecen una tribuna pública diaria donde hacer frente a las respetuosísimas santas inquisiciones (¡nótese el plural!). La próxima vez que quiera meterse con alguien, búsquese a uno de su tamaño, verbi gracia, de su imagen y semejanza. Elegía mi "herejía", que algo queda...
Manuel Brito
brito@nirin.go.jp
Nagoya, Japón
EL NACIONAL, Caracas, 16 de agosto de 1999 / Lectores
CARTAS
Intolerancia
Es fácil aceptar a quien piensa igual a nosotros. Lo difícil y meritorio es aceptar, al menos tolerar, a quien disiente, respetar su derecho a pensar, a ser diferente. Ese es el meollo de la civilización que, en términos de sistema político, se traduce en democracia. Hay quienes entienden libertad de cultos como obligatoriedad de cultos, y están dispuestos a permitir exclusivamente a quien se mantenga enclaustrado en un determinado dogma, pero jamás darán ni un gramo de tolerancia a quien asuma la inexistencia de Dios.
Para fortuna nuestra, Meyer Vaisman no acusó los golpes de intolerancia que pretendieron darle y nos obsequió con otro excelente artículo, dirigiendo esta vez su inteligente irreverencia a los pesos pesados de la política contemporánea. Esos émulos de los talibanes que nos quieren a todos en misa, son los mismos que no aceptan sino clones de Chávez en el Aula Magna, y se dan el lujo de tratar de impedir que Claudio Fermín, (por quien nunca he votado) electo por 1.200.000 venezolanos mayores de 18 años, haga uso de sus derechos de constituyente.
Detrás del decorado de la democracia se esconden muchos fascistas. La actitud cómoda es la de pasar por uno más del montón y no exponerse a los ataques de los fundamentalistas de la religión o de la política. La actitud responsable, de quien desea vivir en una genuina democracia, es la de asumir la defensa de los derechos que las leyes establecen para todos, y que unos cuantos obcecados pretenden irrespetarles a quienes no son su reflejo.
Edgard J. González
Nota LB: No sentimos una especial predilección por la obra de MV, pero lo sabemos un fiel intérprete de su tiempo. Según nuestro modestísimo juicio, de la Venezuela rentista. Recordamos aún cómo nos divertía, al descubrirlo en los noventa, asomarnos a la ventana del rancho y - sí - mover algunas piezas cuando se descuidaba el vigilante. Daba un poquito, otra perspectiva al ángulo u otro ángulo a la perspectiva. Por cierto, citamos una carta de Manuel Brito que debe ser el mismo activista de opinión digital - sin duda alguna, otro de los precursores en la materia - con quien varias veces intercambiamos pareceres.
Fotografía de MV: http://www.gaeaphoto.com/arte/fotografos/vaisman_meyer
No hay comentarios:
Publicar un comentario