La pobreza como monumento (y nota previa)
Luis Barragán
El asunto estriba en que no son deslices, faltas o delitos menores, relacionados con el tránsito automotor, alguna factura olvidada, lesiones leves o posesión de marihuana para el consumo personal. Por lo regular, casos como los de Aponte Aponte, Isea o Carvajal asoman la punta de un iceberg tumorizador que justificadamente conmociona. Y, a la vez, prisioneros irrefutablemente políticos como Leopoldo, Daniel y Enzo resultan golpeados, tras una requisa a deshoras.
La torre de David
Desde mediados de la década pasada, la vista privilegiada de la oficina de Ramón Petit nos permitió el modesto y periódico seguimiento fotográfico de la Torre de David o de Confinanzas, suscitando la inevitable reflexión. La sospechosa clausura del laboratorio social que no tuvimos ocasión de conocer rejas adentro, por más que nos propusimos la aventura, nos remite a aquellos lejanos días de la lluvia que licuaba el inmueble, desprendiéndose lentamente de sus láminas sorteadas al viento que tardaban poco en avisar del estrepitoso ruido al caer.
Convertido en un inédito, triste y visible monumento, ha ejemplificado fielmente la solución estructural que, en definitiva, ha dado el gobierno nacional al problema de la vivienda, estimuladas y protegidas las invasiones a inmuebles que anunciaban sendas fallas, además de afianzar la inseguridad jurídica asociada al desconocimiento de los títulos de propiedad. Por más que diga ahora terminar con el curioso complejo residencial y comercial que toleró y, por omisión, aupó, el régimen no está relevado de sus responsabilidades por la inmensa situación de riesgo a la que sometió a sus ocupantes por largos años, en condiciones de insalubridad y violencia que afectó severamente a sus vecinos, como – es necesario subrayarlo – ocurre todavía en otras localidades donde la pobreza ya no es delito, sino oportunidad para la descomunal demagogia gubernamental.
Personas inocentes y honradas también depositaron su desesperación en lo que fue una vistosa promesa de las grandes finanzas, una efímera vicisitud de la economía rentista que nos agobia. Sin embargo, sumergidas en el tráfico mercantil que ha generado la pobreza, cotizándola indeciblemente en el medio urbano, cohabitaron con el hampa ante la mirada displicente de los decisores públicos que tuvieron y tiene otra prioridad: el perverso mecanismo de control social se unió a la pereza de gobernar, por todo el trabajo que acarrea restándoles tiempo en la faena de prolongarse en el poder a cualquier precio.
La construcción de viviendas que no, la improvisación de piezas para las principales arterias viales del país trastocadas en vitrinas, es una gigantesca deuda que la administración socialista no ha honrado y tardará demasiado en hacerlo. La incompetencia e ineficiencia impide la total remodelación de unos pisos carbonizados que ya demoró más que la construcción misma de la torre de Parque Central afectada y, de tratarse de obras urbanísticas más complejas, tampoco hay alguna que pueda exhibir, porque la inauguración esporádica de módulos y otros tarantines de sonoras ínfulas, no se compara – por ejemplo – con la apertura de avenidas de inocultable irradiación, como las decisivas y duraderas Urdaneta y Libertador en Caracas, realizadas en un breve tiempo por Pérez Jiménez y Betancourt, con todas las complicaciones, por no citar urbanizaciones enteras que años atrás constituían la agenda ordinaria de Miraflores.
Tiempo atrás, fracasó la subasta de una torre que igualmente sintetizó una gran ambición en el campo de la ingeniería y de la arquitectura. Ahora, demolida o reconstruida, la cuestión está en facilitar, ofrecer y entregar una sede que esté a la altura del empresariado chino, explicando la repentina sensibilidad social de un gobierno que impuso el desalojo por medios aparentemente amables, aunque la oferta no sea tan amplia, suficiente y generosa para más de dos mil familias convertidas en rehenes de las circunstancias más apremiantes.
Por casualidad, en estos días, llenamos nuestro poco rato de ocio con Meyer Vaisman, uno de los intérpretes más fieles de la Venezuela petrolera contemporánea. El gran rancho vertical que ha despertado la curiosidad allende las fronteras, es el gobierno mismo, porque - al orillarse a sus ventanas - podemos observar la intimidad misma de sus fastuosos tratos con la potencia que lo subordina y que quedará como una ingrata herencia, mientras está revestido de la calamidad de miles de familias que le sirven de escudo humano.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2014/07/la-pobreza-como-monumento-y-nota-previa/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1044688
No hay comentarios:
Publicar un comentario