De la reserva revolucionaria
Luis Barragán
Creemos indispensable plantear el carácter marxista que ha invocado la propia dirección del Estado, justificando sus afanes revolucionarios. La interpelación parte del proletariado que ha de legitimarlo, según el canon, por muy variados que sean los matices de la prédica oficial.
Evidentemente, el actual régimen no cuenta con los trabajadores venezolanos organizados, e, incluso, la galopante desindustrialización del país apunta al acelerado deterioro y la propia inexistencia de la condición proletaria. Se ha observado que los ya antiguos obreros calificados, víctimas del masivo desempleo, huérfanos de expectativas, definitivamente retrocedieron en sus condiciones de vida para incorporarse a la marginalidad.
Juzgando por la vigente Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, la aparente protección se traduce en un gigantesco control del Estado como único mediador y relacionante. Y, en definitiva, lo tiene por el único patrón y ductor, en el marco de las nuevas relaciones sociales y económicas que dice inaugurar.
Por lo demás, las entidades sindicales del oficialismo aspiran a la administración de la clientela política correspondiente, burocratizándose. Indiferentes a las demandas de sus afiliados, las convenciones colectivas no están en sus agendas y la militarización de las industrias básicas de Guayana, por reseñar un drama, también los atemoriza, resignados a la desaparición de la economía privada.
Además, las clases medias niegan mayoritariamente el respaldo al régimen. Expresión de sus distintos niveles, sentires y pareceres, el estudiantado universitario lo ha protestado, invocando y radicalizando los valores que se pretendían olvidados, aunque los gremios profesionales no alcanzan una semejante vehemencia debido a la imposibilidad de actualizar a sus dirigentes, gracias a sendas decisiones judiciales que lograron postergar sus libres comicios.
Profundizada la economía rentista a lo largo de década y media, ya sufre los embates de la insuficiencia de los ingresos petroleros, aunque no cesa de generar las clases, fuerzas o sectores sociales que pugnan, triunfan o fracasan, por la cuota conveniente. Por consiguiente, el socialismo rentístico – Giordani dixit – sucumbirá en un país francamente desindustrializado, por lo que urge de las corrientes que ha parido para sostenerse, negados los sectores proletarios y medios a hacerlo.
Salvadas las distancias, José Stalin - al tratar de la etapa de consolidación de la dictadura del proletariado - indicaba que la revolución soviética tuvo por garantía dos reservas estratégicas: por una parte, el campesinado, el proletariado y las realizaciones gubernamentales (directas); y, por otra, las contradicciones y conflictos de las clases no propietarias del país, sumadas a las guerras de los Estados burgueses que la hostilizaban (“Los fundamentos del leninismo”, Pekín, 1975). En Venezuela, colegimos, el régimen no cuenta con el proletariado y el campesinado marginalizados, en el contexto de un diferente relacionamiento social de supervivencia, ni con una obra sustentable de gobierno, añadida la colonización cubana.
Por consiguiente, debe prefabricar ese apoyo militante para sortear la crisis, mediante la creación forzosa de sendos consejos de trabajadores y de estudiantes, por ejemplo, o recurrir a las nuevas manifestaciones de su abnegado rentismo. Sin embargo, oportunista y crematístico, el lumproletariado no parece promisorio, excepto haya una mejor oferta que aceptar en medio del colapso.
Simple eufemismo de la vieja alianza obrero-campesina, la yunta cívico-militar no es representativa de las decisivas instancias sociales que deben zanjar las contradicciones, aunque sus miembros esperan a independizarse de cualquier tutela estatal para aspirar a tamaña jerarquía. Vale decir, la aludida conjunción cívico-militar apunta a un fenómeno de la alta burocracia estatal, sin correspondencia real y estratégica con el resto de la sociedad por mucho que arguyan sus orígenes de clase.
Algo diferente es el resultado concreto de la concertación burocrática, como la llamada boliburguesía y los nunca bien ponderados pranes. Aportes específicos del socialismo rentístico, sustentados por el ventajismo y la corrupción, luchando por sus intereses, ella solamente responderá si logra la protección de sus iniciales incursiones comerciales, dentro o fuera del país, deseando ampliar sus horizontes bursátiles; y ellos, configurando una fuerza de choque capaz de gerenciar alternativamente la represión, demandarán mayores privilegios e impunidades, pero – en ambos casos – el precio se elevará sideralmente para el régimen que no ha de sostenerse en tamaños pilares.
Solamente las cifras todavía abovedadas de la fuga de capitales, de los homicidios impunes, del contrabando y del narcotráfico, o los archivos negados de registros y notarías, pueden retratar la emergencia de las nuevas clases amparadas en el socialismo rentístico, pero nos atrevemos a enunciar a dos aspirantes al solio social como sus defensores naturales. Los pranes lucen como la reserva por excelencia por la propia defensa del libre ejercicio de sus negocios, algo que nunca imaginó Frantz Fanon: afortunadamente, no tienen el peso social ni la consistencia histórica para acometer la gigantesca empresa de salvación, por especialización que exhiban en el campo de la violencia.
Composiciones gráficas: Julio Pacheco Rivas.
Fuentes:
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/19946-de-la-reserva-revolucionaria
http://www.medios24.com/de-la-reserva-revolucionaria-por-luis-barragan.html
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